—¡por dios Polly! ¿estas loca? Ya decía yo que tanto libro te haría daño —Exclama Margot, me mira como si estuviera loca.
Esa chica de hermosos ojos azules y tez blanca es mi hermana, Margot Bennet. Su largo cabello negro se pega a su frente por el sudor, tapando el ceño fruncido que tiene su cara, me mira confundida y como si hubiera salido de un manicomio.
—no Margot, no estoy loca —respondo obvia—. Y el leer no me ha hecho daño, solo me ha puesto a pensar diferente.
Sus ojos se clavan en mi como si con esa mirada pudiera hacerme cambiar de opinión. Niega lentamente y rueda sus ojos observándome, quien sabe que pensamientos rondan su mente.
—si las miradas mataran, yo ya habría cambiado de pensar —digo en referencia a su indagadora mirada. Puedo percatarme de que sus ojos me miran atentamente, como si quisieran saber que pienso.
Margot siempre pensó que el que yo solo leyera fantasía y romance me convertiría en una soñadora empedernida y sin futuro, dice que vivo en mi propio mundo y que no sé lo que es la realidad. Yo si se lo que es la realidad, solo me gusta creer que las personas no son malas, y si lo son hay una manera de cambiarlas. Margot me llama ingenua por que no dudo de las personas, a veces me debato cuando lo que me piden, o dicen, va en contra de mis principios, porque creo que todos pueden cambiar, pero yo no le llamaría ingenuidad, más bien…Diversidad.
—muy bien, digamos que te apoyo —expresa sarcástica—. ¿Cómo piensas que ese chico llegara a ti? Por qué, es que vamos ¡los chicos no caen del cielo! No existe una maquina en donde puedas crear el chico perfecto… si fuera así, ya lo supiera.
Margot me mira expectante, esperando una repuesta de mi parte. Estoy segura que está rezando para que yo me rinda y me olvide de esto, lo más seguro es que no quiera verse metida en mi lio amoroso, algo que será imposible. En mi familia todos nos apoyamos, es como una ley para mantener la unión y la socialización de toda la familia con las cosas de cada uno, y el que yo saltara con esa idea implica que mi familia deberá ayudarme y apoyarme en todo momento… aunque termine un manojo de lágrimas ¡pero ¡qué va! La vida hay que vivirla.
—no tengo la culpa de tu mala racha con los chicos —digo burlesca. Margot me fulmina con la mirada ante ese comentario—. Al menos existe Tinder… no es una máquina de chico perfecto, pero es algo.
Mi hermana no tiene muy buena suerte con los chicos, por eso el comentario de que ya sabría de la existencia de una maquina así, la mayoría de los chicos que la buscan es por qué; a) quieren sexo, o, b) quieren sexo. La mayoría de sus relaciones acaban a la semana, a la mitad del mes si tiene suerte, las que duran más es porque tienen sus intenciones bien guardadas, siempre tengo que comprar helado cuando un chico le parte el corazón Margot, yo fuera ella y ya estuviera acostumbrada, cada vez que me dejen me iría de fiesta, total, me libre de una escoria.
Me quedo pensativa por un momento. Es verdad, los chicos no caen del cielo, pero yo soy una mujer, y si el amor no viene a mi… ¡yo iré a él! No tengo que esperar que llegue mi príncipe azul, quiero un romance de cuento, pero no me importaría hacerle unos cambios al guion.
—pues… si, los chicos no caen del cielo, pero eso no significa que yo no pueda caerle a ellos —digo. Margot me mira confundida— me refiero a que: yo buscare a ese chico malo que cambie por mí. Quizás haga un mejor amigo y se enamore de mí, o ese sexi chico popular que tiene un pasado enigmático, el caso es; buscare a mi chico cliché.
Puedo sentir como mis ojos brillan de la emoción… pero al parecer a mi hermana eso no le importa pues cuando noto que va a abrir la boca, y si lo hace no será para estar de acuerdo conmigo.
—siento arruinar tu momento de gloria, pero… no puedes obligar a que alguien se enamore de ti, nadie se enamorara de ti por el simple hecho de que quieres, o porque busques el amor, o por que les caigas como un ángel —la burla denota en esta última frase.
—te informo que soy un hermoso ángel, y no obligare a nadie a amarme, solo… lo conoceré, y con mi encanto hare que se enamore de mí, además, ¡los hombres lo hacen siempre! Ellos apuestan por enamorar a una chica y ellas caen.
—¿dios que estoy pagando? —susurra casi inaudible.
—¡te escuche! —exclamo ofendida.
Ella larga un bufido y yo me encamino hacia mi habitación, a paso apresurado subo las escaleras dando saltitos de cuando en cuando hasta llegar a la segunda planta de la casa. Giro el pomo de la puerta de madera que da paso a mi habitación.
Inhalo respirando el olor a libro, si, a libro, mi habitación huele como una biblioteca, tengo 3 estantes de libros de pared a pared, además de todos los libros apilados en el suelo, en mi mesita de noche y en mi cama.
Las estanterías las construyó mi padre como un regalo para mi décimo quinto cumpleaños, siempre que compro un libro, o me regalan uno, este va a parar a mi biblioteca privada. Amo el olor a libros y café por la mañana, cuando el frio se cuela por las paredes y tienes que abrigarte, no hay nada mejor que eso: una fría mañana, con un café en la mano y un buen libro en la otra.