Buscándote

3. La vida de Evans

Cuando llegó al instituto aparcó la moto en la acera de enfrente. Decidió centrarse las horas en las próximas clases y buscar alguna solución al llegar a casa.

Decidió estudiar fotografía por su padre, que era fotógrafo profesional, y a Evans desde pequeño le había gustado ser el centro de la cámara de su padre. Hasta que creció y se dio cuenta de que lo que le gustaba en realidad, era buscar los bonitos rincones que pasaban desapercibidos a simple vista.

Volvió a casa de clases, como cualquier día normal.

Dejó la mochila y se dirigió a la oficina de correos.

Davina, una prima hermana de su madre había sido quien se había hecho cargo de él después de la muerte de sus padres. Fue el motivo por el que se mudó a España. Después a la chica le salió trabajo fuera así que decidió irse de psicóloga privada a Estados Unidos.

Aún así, ella le mandaba dinero todas las semanas para poder mantener la casa y pagarse los estudios.

Igualmente el tenía un trabajo algunos días a la semana de repartidor ayudando al pequeño comercio de un señor mayor que vivía cerca suyo.

Para Evans, Davina era lo único que le quedaba y aunque vivía lejos hablaba con ella todos los días.

Ayudaba el hecho de que fuese psicóloga para afrontar la muerte de sus padres.

Ella y su madre estaban muy unidas.

Como era Viernes, decidió hacer la compra de la semana así que caminó hasta el supermercado.

Los viernes solía comprar comida rápida para no cocinar.

Se dedicaba a ver la tele y relajarse un rato.

Él era estudioso, trabajador y ordenado pero los viernes era su día para desconectar y descansar.

Compró todo lo necesario para un par de días y una pizza margarita para comer.

Saludó a Antonio, el joven cajero que ayudaba a su padre en la tienda, el único chico más o menos de su edad que conocía allí.

Se encaminó de vuelta a casa con las bolsas.

Una vez allí puso el horno a pre-calentar y le añadió algunos ingredientes más a su pizza.

Mientras se cambió de ropa, encendió la televisión y sacó la pizza del horno.

La echó a un plato, la cortó con las tijeras de cocina y se la llevó al salón.

Apenas se acordaba de lo que había pasado esa misma mañana.

Después de estar zapeando por la televisión casi media hora decidió que no había nada que le interesase y que estaba cansado.

Se acomodó en el sofá y poco a poco se durmió.

Despertó dos horas después sin haber soñado nada.

¿Nada de nada? ¿Cómo era posible?

Eso le frustró.

Necesitaba soñar con ella y desde que se había cruzado con Sarah todo estaba extraño.

Algo en su interior le decía que Sarah era la clave de todo y que podía estar en el parque ¿Por qué no? Fue allí donde se encontró con ella la primera vez.

Decidido salió de casa con su cámara de fotos.

Fotografiar la naturaleza era uno de sus pasatiempos favoritos.

Y esto le hacía sentirse más cerca de sus padres.

Recientemente se habían hecho reformas en el parque y habían traído nuevas especies de plantas calificadas de raras al inmenso jardín de casi 8.000 metros cuadrados con forma de polígono irregular de seis lados.

Y Evans aprovechaba estas oportunidades junto con el sol de la tarde para hacer buenas fotografías.

Llegó al parque y comenzó recorrerlo entero mientras obligaba a su esperanza a encajonarse en un rincón.




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