Demás está decir que lo que impulsa al hombre es mucho más que cuestiones espirituales.
El hombre que habita las tierras de estos momentos, tiene por motivación la carencia absoluta del motivo principal por cual proceder. Los motivos de este momento son cosas. Aprendí que si uno tiene un motivo como tal, solo puede depararle un camino vacío, infeliz.
El sentimiento de estar vacío se llena con el accionar de destruir, entretenerse, estar en un lugar repleto por el mero hecho de estar.
La gente hace cosas sin siquiera saber porque las hace.
Noto, con creciente preocupación, que ya nadie se escucha. Nadie tiene tiempo para nadie y el que tiene tiempo tiene un rechazo absoluto por el otro por ser, justamente, de adorno. Las personas adorno abundan a lo ancho y largo de cualquier parte del mundo. Solo los que sentimos el ardor de la libertad en el pecho oprimido, sabemos que es mejor que esas personas, no entren en nuestras vidas.
A menudo, tengo por características otorgadas el ser una mala persona, un egoísta, un ermitaño. Honestamente, ¿Qué puedo decir a todo aquello?
Me he vuelto ermitaño, egoísta, pero nunca una mala persona.
Las personas de esta era necesitan todo el tiempo demostrar a otras personas lo buena persona que son, pero para mí, la prueba quita el acto de bondad y lo transforma en lo más impuro que puede existir. Destruyen el alma de la bondad en aras de sentirse un poco aceptados en una sociedad que busca todo el tiempo una demostración del nivel de bondad.
Los actos de bondad solo pueden ser considerados bondadosos, buenos, cuando se hace en la intimidad de los pares, no en la exterioridad de los mismos. Es en esa exterioridad donde el hechizo de la esencia del acto humano, se esfuma y nos transformamos en un adorno más, nada distinto del adorno que tenemos al lado. Sin embargo, no falta la persona que juzga todo por su perspectiva pseuda de cómo debe accionar una persona en el común denominador.
Yo soy una X, no necesito pasarme al otro lado del igual para cambiar de significado. Yo siempre seré X en la ecuación. Por tanto, en algunos momentos seré positivo, en otro negativo, en otros dividiré, en otros multiplicaré, pero siempre seré X y por más que quieran sumarme a otro, restarme de otro, dividirme por otro o multiplicarme por otro, siempre seré X. Y nada más que X.
Si vinimos a la tierra por una sola misión, ¿por qué siempre quieren darme a entender que debo seguir TAL camino? En tanto a la frase, tal sabiduría y exquisitez, radica en su ignorancia.
No hay una sola misión a cumplir, pero tampoco hay TAL camino esperable por seguir. Solo soy yo en el común denominador, yo en el conjunto eterno de la vida dentro de un cuerpo celeste en la galaxia.