"Demasiado bueno e inocente ¿Por qué andará en la carretera? se preguntó el chofer".
— A ver si puedes bajar un par de cajas, al menos — dijo Piotr, ya que lo vio delgado.
— Soy más fuerte de lo que parezco — el jovencito flexionó un brazo.
A pesar de lo que el camionero creyó, el muchacho fue de gran ayuda.
— Ten — el mayor le pasó 50 dólares.
— No tiene por qué pagarme.
— Me ahorraste mucho tiempo, además esto es lo que se le da a los cargadores por jornada.
— Le acepto 40, los 10 son por la chaqueta — le devolvió un billete.
— Adiós — el hombre se los recibió.
"Es orgulloso".
— Fue un placer conocerlo, señor...
— Soy Piotr.
— Gracias por todo.
"¿En qué andas? — voy a pensó el hombre mientras lo veía alejarse — no pareces drogadicto, ni que hubieras huido de tu casa por maltrato".
Cuando el joven dobló la calle, Piotr se desentendido de él, fue a avisar que ya había dejado su carga, le dijeron en la empresa que al otro día debía ir a buscar más mercadería, y llevarla a California.
— Podrás usar tu traje de baño jajaja — quiso bromear con él el administrador de la empresa de transporte.
Piotr lo miró sin responder, tomó los documentos y se fue.
Dejó el camión en la empresa, tomó un bolso con sus únicas pertenencias, ropa y artículos de aseo, además de la foto con los encargado del refugio para indigentes, parte de su sueldo se los enviaba para ayudarles con los que iban llegando como él.
Siempre se preguntaba si tuvo familia, amigos, creía que así fue, y ahora que había tenido ese recuerdo en sueños, estaba más seguro que nunca, había escuchado mujeres, hombres, todos felices. Pero cuando quería recordar su mente no le respondía, se fue a un motel que usaba siempre que iba por esa ciudad, para su mala suerte, no soñó con nada de su pasado.
Al otro día, a las 6 am. fue a buscar el camión para cargarlo e irse lo antes posible, al pasar por un callejón, vio la chaqueta que le regaló al joven y la mochila que le había visto, en manos de un hombre que venía saliendo de ese lugar con un bate de beisbol, riendo; otro más venía contando 40 dólares.
— He ustedes ¿De dónde sacaron eso? — antes que le contestarán sintió unos quejidos que llegaban del fondo del callejón.
— Que te importa maldito entrometido, vete o te las verás con nosotros.
No pasó ni un segundo y Piotr dejó a los maleantes inconscientes, usó una manopla que guardaba en su bolsillo, si ya de por sí sus golpes eran fuertes, con ese accesorio eran demoledores.
— Chocaste con un tren — rio irónico el camionero mientras ayudaba a levantarse al muchacho que había llevado en su camión, que encontró al fondo de la callejuela.
— Algo así... me duele — se tomó la cabeza — cuando lo deje fui a... tenía cosas que hacer, cuando termine me dormí acá para que me durará lo que me pagó, ellos me despertaron y me quitaron todo, trate de detenerlos.
— Me imagino, ten — le pasó sus cosas, pensó que ojalá no tuviera una conmoción — ¿Cuántos dedos ves?
— Tres.
— ¿Tienes ganas de vomitar o mareos?
— No, solo me duele la cabeza.
— Estarás bien, sígueme.
Fueron a tomar un café, y que el joven pasará a usar el baño para lavarse y curarse las heridas.
— Gracias de nuevo por ayudarme.
— ¿Cómo te llamas?
— Go... Gonzalo.
— ¿Latino?
— Sí.
— ¿Huiste de tu casa?
— No... o sea sí.
— ¿Cuánto llevas en la calle?
— Un mes.
— ¿Por qué te fuiste de tu hogar?
— ... ya es tarde, debo seguir, gracias por haber sido tan amable conmigo... debo ir a otra ciudad.
Cuando Piotr vio a Gonzalo guardar el sándwich que le compró en su mochila, decidió ayudarlo, se veía un buen muchacho, y si seguía así lo terminarían matando o algo peor.
— Espera, me serviría un ayudante para cargar y descargar la mercadería, viajo por todo el país, podrías seguir buscando lo que se te perdió.
— Yo no busco nada... ¿De verdad me llevaría? — sus ojos brillaron contentos.
— Sí, te pagaré lo que te dije cada vez que me ayudes a cargar y descargar.
— Gracias — se paró ante él y le hizo un par de reverencias, agradecido.
— ¿Me habías dicho que eras latino?
— Así es, pero mi familia es de Japón — rió nervioso poniendo un brazo atrás de su cabeza.
— No se te nota — me estará mintiendo pensó el hombre.
— Son varias generaciones de los míos que han vivido en Sudamérica, y se casaron con gente de esos lugares — se explicó.
— ¿Quieres llamarlos? Deben estar preocupados por ti.
— No puedo... donde están no hay teléfonos.
Desde ese momento ambos iban en el camión, Piotr dormía en la cama que había en la cabina, y el jovencito se acomodaba en los asientos.
Cada vez que llegaban a un pueblo o ciudad, Gonzalo se perdía por horas, para luego volver cabizbajo, y hacía una cruz en un mapa que tenía.
Ahora Piotr, todas las noches que dormía al lado del joven soñaba con recuerdos de su pasado, pero no lograba ver detalles, eran más que nada sensaciones.
"Quizás tuve un hijo o hermano, y este muchacho me los recuerda, por eso algo de mi memoria está volviendo".
Tres meses después tuvieron la mala suerte que fueron fiscalizados, al preguntar por los documentos del joven, Gonzalo se puso nervioso, el camionero entendió inmediatamente lo que pasaba.
— Yo... — que le digo pensó el muchacho.
— Se le perdieron Oficial Smith, él es mi...
— No sabía que tenías un hijo... — el policía lo interrumpió, apurado para seguir con el siguiente camión — debe sacarlos de nuevo lo antes posible, Piotr, sino pueden detenerlos, y como es menor de edad se lo llevaran a un hogar. Sigue.
El chofer se alegró que el policía lo conociera, pero meditó que el que Gonzalo no tuviera documentos sería un gran problema, decidió, como iban a Florida, pedirle ayuda a los encargados del albergue.