Suga subió al ascensor del hotel dirigiéndose al piso 5, exactamente a la habitación 54. Cuando llegó abrió la puerta con la tarjeta y entró.
No encendió la luz, se quedó así, a oscuras, solamente la luz de la luna que entraba por la ventana alumbraba el lugar.
¿Que era lo que tenía de especial esa habitación? Pues esa era exactamente la habitación donde Valery y él habían dormido juntos un par de días atrás. Ese recuerdo le estaba dando vueltas sin dejarlo pensar con claridad, y para poder realizar la venganza contra su hermano tenía que destruir cualquier recuerdo y vínculo que lo detuviera.
En su mente dado vueltas sin contro recordaba la suavidad de su cabello, el olor de su piel, el sabor dulce de sus labios finos y rosados, sus brillantes ojos color ámbar con ese pequeño toque de verde en el centro, cada parte de su cuerpo. Suga estaba completamente enamorado de ella, lo sabía desde un tiempo atrás, pero siempre había reprimido cada uno de sus sentimientos, a excepción de esa noche acostados en esa cama en la cual se encontraba. Esa madrugada mientras la joven dormía todos sus sentimientos habían salido a luz mientras la miraba, había admitido que la amaba más que a nadie an todo el mundo.
Dejando caer su cuerpo sobre la cama, se acostó en ella boca arriba viendo el techo, luego de unos segundo giró su cabeza para observar el lado vacío de ésta, y con su mano dio una suave caricia a la almohada, imaginando a la joven de cabello dorado y brillante ahí.
— no te puedo sacar de mi puta cabeza Valery —habló con una ligera melancolía, esta vez teniendo una clara imagen de la muchacha a su lado. Lo que era capas de hacer la cabeza a tan altas horas de la madrugada.
Completamente frustrado se sentó a la orilla de la cama, hizo su cabeza para atrás y sacó un encendedor que guardaba en el bolsillo de su pantalón. Luego comenzó a encenderlo y apagarlo, y sin saber por qué sus ojos comenzaron a cristalizarse, dejando caer unas cuantas lágrimas segundos después.
— a la mierda todo... —dijo furioso al notar las gotas salir de sus ojos.
Con buscredad se las limpio y tomó su mochila entre sus manos para sacar un pequeño recipiente lleno de gasolina, la suficiente como para realizar lo que tenía en mente.
Con sus dientes giró la tapa y luego la escupió lejos, y ya teniendo el recipiente abierto, comenzó a arrojar todo el contenido a la cama frente a sus ojos, mientras intentaba olvidar cada recuerdo que tenía con Valery.
Al terminarse el líquido, aventó el recipiente con agresividad y tomó una vez más el encendedor mostrando la llama que este emanaba, y así lo dejos por varios segundos mientras observa la cama con dolor y nostalgia, hasta que con un ligero movimiento lo arrojó a ésta, provocando que se incendiara al instante.
Las llamas de fuego comenzaron a esparcirse con rapidez por toda la habitación. Suga quedó en medio de estas sin tener ningún tipo de temor, quizás la mejor solución era quedarse ahí sin hacer nada y dejarse consumir por el fuego, hasta que de repente una pequeña alarma indicando el incendio sonó, haciéndolo entrar en razón para salir de ahí lo más rápido que pudiera antes de ser atrapado.
Con velocidad tomó sus cosas y salió evadiendo el fuego. El humo comenzaba a calarle en la garganta haciéndole más difícil respirar, pero pudo salir antes de que este le hiciera perder la conciencia.
Corriendo por los pasillos llegó a las escaleras y bajó por estas dado pasos grandes sin importarle que fueran 5 pisos. Luego procurando de que nadie lo notara, salió por una puerta trasera llegando al estacionamiento, donde visualizo a Yoochun dentro de su auto parqueado.
Corriendo por en medio de los autos, llegó hasta él y entró al auto con algo de desesperación ante el acto que acababa de realizar. Había encendiado la habitación de un hotel, y si lo atrapaban iría a la cárcel.
— arranca ya —le ordenó el muchacho al mayor sentado en el asiento del conductor. Quien lleno de dudas pero sin querer preguntar nada ensendio el auto y se fue con velocidad de ahí.
Mientras Yoochun daba la vuelta para salir del estacionamiento del hotel, vio por el espejo retrovisor como unas profundas y fuertes llamas salían de un ventanal, asiendo que los vidrios de este explotaran, dejando salir un humo negro y espeso.
El mayor se detuvo a un lado de la acera parqueado el auto, sintiendo una mirada seria de su joven acompañante de piel blanca como la nieve.
— ¿qué crees que haces?.. no te detengas —señaló el muchacho ante el acto de Yoochun, pero este en cambio se quitó el cinturón de seguridad y lo observó con seriedad.
— ¿que es lo que hiciste allá? —Indagó, notando como el pelimenta frunció sus cejas— quiero ayudarte, pero no pienso hacer nada ilegal y terminar en prisión por tu culpa
— que importa lo que hice, no soy estupido como para dejar que me vean...
— yo te ofrecí llevarte con tu hermano, pero si planeas hacer otro tipo de cosas en el camino, será mejor que te vayas por tu cuenta
— despreocupate... en este momento solo quiero estar frente a ese maldito, lo que hice o no hice allá ya quedo olvidado...
El mayor no mencionó nada más y comenzó a conducir de nuevo. Era evidente que Suga no le revelaría nada, ni lo que había echo ni lo que planeaba hacer. Era un joven sumamente misterioso, tal y como su hermano mayor.
Pasaron las horas, exactamente al rededor de 3 y un letrero que decía "bienvenido a Daegu" se visualizo al lado de la carretera.
Aún era de madrugada, al rededor de las cuatro de la mañana y todo parecía muy solitario y abandonado.
Suga por dentro estaba completamente asustado aunque jamás lo iba admitir. Desde niño había soñado con este momento, tenía en su mente un diálogo memorizado para decir en el momento en el que viera a su hermano, pero en esos momentos pensaba más en como poder respirar frente a él. Y es que sí, iba a ver al hombre que le había destrozado la vida entera, le había quitado absolutamente todo, pero los recuerdos de cuando el era un niño más pequeño lo invadían, cuando su hermano era su hermano, cuando lo subía a sus hombros y lo llevaba así por todo el parque, cuando le compraba dulces y jugaban entre las cobijas fingiendo tener un fuerte de guerra. Ésos recuerdos lo torturaba, lo ponían vulnerable, pero al mismo tiempo lo enfurecian.