El silencio invadió la habitación ante la tensión. Suga esperaba a que ese hombre de cabello rubio casi blanco hablase y explicara su supuesto punto por haber realizado tan cruel acto hacia diez años. Sabia que era su hermano, pero no lo podía llamar de esa manera, ni siquiera se atrevía a decir su nombre.
— habla ya maldito —ordenó Suga con enojo, aún apuntando a Junsu con el arma.
El mayor se cruzó de brazos y se sentó en la silla que se encontraba frente al escritorio, con la mirada fija en su hermano menor, viendo a detalle cada parte de él, recordando cuando era un pequeño niño indefenso, y ahora todo lo contrario. Suga se había convertido en un hombre echo y derecho a sus ahora 18 años, capas de estar ahí frente a él sin mostrar temor ni piedad, incluso en cualquier momento podía disparar y matarlo, acto que Junsu sabía muy en el fondo se merecía.
— Yoongi... —comenzó hablar, pidiéndole a dios y al cielo que pudiera creerle— esa noche, yo te abandoné para salvarte la vida...
— ¡¡NO ME VENGAS CON ESTUPIDECES!! —Gritó el pálido, dando unos pasos más hacia adelante, tratando de controlar el temblor que se encontraba en sus manos y piernas, disimulando lo con gritos— ¡dilo! ¡di que lo hiciste para quedarte con todo! ¡di que lo único que querías era matarme!... ¡DILO MALDITO BASTARDO!
— es difícil de creer, lo sé... pero es verdad, y para creerme debo contarte todo desde el principio, desde el día que yo llegue a esta casa... cuando tenía 7 años —Junsu bajo la mirada aún con un rostro completamente serio, tenía tantas cosas guardadas en su interior que sentía un gran peso en su espalda, un peso que no estaba dispuesto a seguir cargando— Yoongi... tienes que sabes que yo no soy hijo de nuestro padre, mejor dicho de tu padre
— ¿de qué coño hablas? —Inquirió el muchacho de cabellos verdes con frustración y confusión. No entendía absolutamente nada de las palabras que salían de la boca de su hermano. Todo eso que acababa de decir no tenía sentido, aunque sí lo pensaba, en ese entonces era demaciado pequeño como para entender algunos detalles. Como el porqué su padre nunca le decía hijo a Junsu, o el hecho de que su padre jamás pasaba tiempo con Junsu como lo hacía con él.
— tu padre conoció a mi madre cuando yo tenía 5 años —comenzó a relatar levantando la mirada, mientras colocaba sus codos en el escritorio— Mi verdadero padre jamás se hizo cargo de mí así que solo éramos mamá y yo en ese entonces —Suga aún apuntando con el arma solamente se dedicó a escuchar— al poco tiempo de conocerse nuestros padres se casaron y 2 años después mi madre quedó embarazada de ti, pero... como ya lo sabes... ella murió en el parto de tu nacimiento y yo me quedé completamente solo en este mundo, sin una madre y tampoco sin un padre, pues a pesar de que tu padre siempre me trató bien y me dio todo, jamás me vio como un hijo
— estas mintiendo —habló el pálido con el entrecejo fruncido, negándose a creer el relato que salía de la boca del mayor. Junsu recorrió la silla donde se encontraba sentado y se levantó, observando con atención a su pequeño hermano.
— solo escucha Yoongi... la noche en la que tu padre murió yo ya entendía todo lo que pasaba a mi alrededor, sabía que toda la herencia iba a pasarse a ti, tú a tus 8 años te iba a volver dueño de todo, ibas a ser el niño más poderoso en todo el país —el peli plata respiró profundo y continuo— tus tíos... al saber esto planearon eliminarte para quedarse con la inmensa fortuna de tu padre, pero yo intervine, dándoles una idea que podía salvar tu vida y la mía también
— ¡claro! ¡claro! —exclamó Suga con una pequeña carcajada irónica, bajando por primera vez el arma que sostenían sus blancas y venosas manos— ahora lo comprendo, por esa misma razón me insiste pensar que yo no valía nada, que era una completa basura, y luego de dejarme a mi suerte tomaste mi nombre y te hiciste pasar por mí... —el muchacho con una sonrisa sarcástica comenzó a aplaudir— si que eres un excelente planeador de soluciones... supongo que no tengo más remedio que agradecerte por salvarme la vida... maldito inbecil
— se que cometí muchos errores y pude haber encontrado una mejor solución... pero tienes que comprender que yo estaba aterrado, tan solo tenía 15 años y esos tipos iban a matarte a ti y después a mí —habló con más desesperación el de cabellos platinados, comenzando a temer que su hermano no entendiera— yo me ofrecí a tomar tu lugar y dejar que ellos manejan la herencia a su gusto, de todas maneras yo nunca tuve ningún derecho a ella, y además si te eliminaban tardarían años en poder obtener la herencia sin testamento de tú parte, es por eso que aceptaron... todo eso lo hice con la condición de ser yo quien me deshiciera de ti, y tenía planeado dejarte a cargo de alguien, pero me estaban vigilando ese día y no tuve más remedio que dejarte ahí con la esperanza de que alguien te encontrara y te salvara
— ¿cómo explicas que nunca nadie se dio cuenta que tú no eras Min Yoongi? nuestra diferencia de edad es mucha —señaló Suga. Junsu dio unos cuantos pasos y se acercó más al pálido.
— sabes bien que tu padre jamás nos mostró mucho, solo se sabía que tenía 2 hijos... yo supongo que lo hizo para que nadie supiera que yo no era de su sangre y para protegerte a ti —el mayor suspiró profundo y tocó el hombro de su pequeño hermano— siempre tuve esperanza de que estuvieras vivo, con una buena vida y olvidarás tu pasado... pero ahora estás aquí, lleno de rencores y buscando venganza... y... si lo que quieres es matarme... hazlo... solo te ruego que después de hacerlo te vayas lejos... o si no, te harán daño
— ya no soy un niño de 8 años... ya no pueden dejarme tirado a la deriva como si no supiera defenderme...
— ¡no seas idiota! —Gruñó con enojo el mayor, tomando con más fuerza los hombros de Suga— ¡entiende que quiero protegerte!... ahora que se que estás vivo no quiero que te hagan nada —sin poder contenerse más, aserco aún más el cuerpo del pálido con un jalón y lo abrazó con fuerza, dejando salir unas lágrimas y un llanto de frustración— Yoongi... eres mi única familia... no me queda nadie más y no quiero ver como te destruyen otra vez... —el mayor con más fuerza lo abrazó— no te pido que me perdones, solo quiero que estés a salvo