Cada frío lugar

Capítulo 2: Tú, yo y ellos.

NOAH, 10 AÑOS

 

Eran las once de la noche y toda la casa se hallaba en silencio, lo que hacía aún más sonoro el quejido de su estómago. Randal río y negó con la cabeza, Noah lo siguió para después cubrír su boca en un intento de sofocar la risotada que se abría paso a través de su garganta. Tragó saliva ya más calmado y asintió con semblante serio.
Randal le tendió un paquete de donas glaseadas y una lata de limonada fría, mientras que él se conformó con una tarta de piña y jugo efervescente de naranja.
Comieron en silencio viendo la pantalla de la computadora portátil (artículo que Jack había comprado para sus dos hijos como premio de consolación por su segunda familia, conformada por una mujer quince años más joven que Amélie, y un niño que no era de él). Ambos eruptaron al terminar y rieron.
Aquél momento al final del día, en el que Randal volvía del trabajo y traía su mochila repleta de cosas que, según el mismo Randal, compraba en cuanto recibía su sueldo y ambos devoraban en la privacidad de su habitación, era su favorito por sobre todos los demás. Cuando se sentaba en silencio en el porche con su madre, mientras esta última leía un libro de romance barato sin ápice de querer comenzar una conversación con él, se hallaba relegado a un segundo lugar.
En aquél momento el amor de Noah por su hermano mayor se reafirmaba, aún cuando ese amor y complicidad derivara de paquetes de comida basura y el ritual de consumirlos. Aquellas cosas insignificantes ante ojos ajenos, hacía de su conexión hermano-hermano fuese más fuerte cada vez, aún cuando este provocara cambios en su cuerpo pre-adolescente que odiaría después.
En aquél momento, no podía ser más feliz.
Noah se sentía amado y seguro.

Después de arroparlo y antes de darse una ducha, Randal le cedió la computadora Noah para que mirara caricaturas, o vídeos de bromas, lo que él quisiera, antes de irse a la cama.
Los auriculares taponeaban sus oídos, fungiendo a manera de barrera entre los dibujos animados, vídeos graciosos y el llanto de su madre en la habitación contigua.
Antes de entrar a la bañera, Randal siempre se aseguraba que tuviera puestos los auriculares. Siempre.

***

Randal sacó un colchón individual de debajo de la cama y lo preparó con un par de sábanas y una almohada, todo esto mientras Noah lo observaba.
ㅡ¿Randal?
ㅡ¿Hum?
ㅡ¿Crees que papá venga a casa mañana?
ㅡNo lo sé. ¿Por qué preguntas?
Se encogió de hombros.
ㅡ¿Ella también será nuestra mamá?
Randal, quien había comenzado a meterse bajo las sábanas, se detuvo a medio camino y miró a su hermano; un muchachito regordete de grandes y curiosos ojos azules, quien se parecía más al padre que a la madre. Él se parecía más a su madre. Las vivas imágenes de una pareja que se había retraído y dividido. Se preguntó si eso también sucedería entre hermanos. Si en algún momento, en el futuro, tanto él como Noah tomarían distintos caminos, dándose un último adiós, un último vistazo. Se estremeció tan sólo al pensarlo.
ㅡNo, Noah.
ㅡ¿Y mamá?
ㅡ¿Qué hay con ella?
ㅡEstá triste.
ㅡEs un adulto. Puede arreglárselas sola.
ㅡPero se siente triste. Los adultos también se sienten tristes ¿no?
ㅡEso creo. Deja de hacer tantas preguntas.
ㅡDe acuerdo. Oye...
ㅡ¿Qué pasa?
ㅡ¿Tú eres un adulto?
ㅡNo, aún no.
ㅡ¿Y cuándo lo seas, estarás triste como mamá?
ㅡNo.
ㅡ¿Por qué?
ㅡ... Porque somos tú y yo, y luego están ellos. Ahora deja de hablar y duerme.
ㅡEstá bien. Te quiero.
ㅡYo también.
ㅡDescansa.
ㅡDescansa.
ㅡ¿Mañana podrías traer palomitas con caramelo?
ㅡNoah...
ㅡPor favor...
ㅡEstá bien, pero duérmete ahora.
ㅡBien.



 




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