Buenos días niños y niñas, bienvenidos una vez más a este programa que se llama: “Mi mundo divertido” ―dijo Juanito. Imitando la voz de un bufón su programa presentó―. ¿Están preparados para la diversión?
―¡Sí! ―respondieron los niños que estaban en el set de grabación―, estamos listos.
―¡Muy bien niños entonces vamos a jugar! ―prosiguió Juanito, su voz era animada y una sonrisa de oreja a oreja siempre reflejaba.
Juanito, el payasito, presentador de televisión, 70 años en su cédula pero joven en su interior. De pintura sobre su cara, cuarteada y desvencijada, con arrugas profundas y cejas descuidadas. Los disfraces eran nuevos, su cuerpo maltrecho estaba. Su andar era pausado, frágil y rauca era su voz. Gastada y maltratada, al haber sido utilizada, para animar por 50 años su tan amado show.
Las graderías del público, casi no se llenaban, los años de gloría, en los que los niños se animaban, a hacer filas interminables, a las afueras del canal de televisión, dispuestos a disfrutar de una sana diversión, borradas del tiempo estaban.
En la actualidad, las graderías no se llenaban ni a la mitad. El programa era aburrido, para los niños del mañana, quienes querían caricaturas, con sangre poderes y camas. El contenido educativo rápidamente se extinguió.
En el interior de aquel plató, en medio de la función, tras un pequeño granero, una figura emergió. La marioneta de un cerdito, acolchonado y rosadito que con ovaciones fue recibido, por el gran amor, que le tenían los niños.
―Miren quien ha llegado amiguitos ―dijo con emoción el payasito―, es Pigui-pigui el cerdito. Levantando sus manos, al público animó, para dar la bienvenida a la marioneta que encantaba, con sus mejillas sonrosadas.
―Hola Pigui-pigui ―contestaron los chiquillos, al ver el bello cerdito.
―Hola niños, estoy muy feliz de verlos en este día tan hermoso ―respondió Pigui-pigui. Su voz era nasal, resoplaba al respirar―. Vamos a divertirnos, en este programa singular. Hemos traído regalos y muchas cosas más.
De esa manera dio inicio: “Mi mundo divertido”. Entrevistas, caricaturas y juegos, para poder brindar, un crecimiento prodigioso, sano e intelectual. Las respuestas de los niños, sabían avergonzar, a sus padres despistados, al no esperar llegar, aquellas preguntas, que tan mal los hacían quedar.
En aquel gran escenario, había una pequeña granja, escritorios de naves espaciales, otros con formas nada habituales. También una estación de tren, una vieja casa para tomar el té. Tableros y muñecos alocados. Unos hombres transformados, con disfraces de peluche: osos, perros, gatos y miles de animales, para entretener y dar diversión, en esta franja de tres horas de duración.
Juanito, a los niños del público tomaba, los disfrazaba y caracterizaba, como parte de la escenografía.
―¡Ay no!, miren a esa niña ―dijo el pequeño cerdito.
―Yo soy la reina Sofía y este es mi reino de cristal.
Y ese fue la manera, para poder anunciar, que aquel entretenido programa, había llegado a su final.
―Los espero en 8 días sin falta ni replicar, este es “Mi mundo divertido” ―dijo el rosado marranito, guiñándoles el ojito, a todos los niños que desde su hogar, mirarían el programa, cuando la transmisión diera a lugar.
Las cámaras se apagaron, el sonido dejó de grabar. Las luces se extinguieron y los niños acudieron, para abrazar a Juanito, el viejo payasito, también al hermoso cerdito. Las risas se extendieron, a lo largo del lugar.
Después de un breve momento, todo el público salió. El equipo técnico, la escenografía recogió, guardándola en una vieja bodega, en la que permaneció, hasta el final de los días, pues el programa terminó.
Al interior del camerino, Juanito se retiraba, con una sonrisa en su cara, el maquillaje bufonesco, la peluca y el sombrero.
De mirada imponente y azotando los pies entró, el productor del programa, amargado en su fachada. De su cuello se colgaba, una corbata colorada. Con voz de ogro tirano, a Juanito le anunció, que venía de una importante reunión.
―Ha sido la última transmisión, ya no es interesante, el rating se cayó. Esto ha sido un fracaso, el dinero se terminó. Nadie quiere este programa, ha llegado la cancelación.
Al pobre Juanito, su corazón se le rompió, al escuchar que su trabajo, encontró la culminación.
―Yo tengo mil ideas ―dijo Juanito al productor.
―Ya no se puede hacer nada, se terminó la función ―dijo con voz seca el hombre que un cheque a Juan llevó―. ¿Por qué no se va de viaje y disfruta del amor?, puede comprarlo en una esquina, o en una playa nudista. Usted es un hombre viejo que jubilarse necesitaba. ¿Por qué no goza de la vida? Gástese este cheque para que pueda festejar, como loco o animal, ese ya es su problema.