Iván esperó a Anael por horas, caminó por las oscuras calles de la ciudad, que fueron iluminadas por unas cuantas luces, pero, aun así, no podía ver mucho la calle, pues los autos casi no transitaban y más a esa hora de la noche. Ya era muy tarde, todo el mundo yacía en casa dormido y caliente en su cama. Menos él. Se recargó en el muro de una casa cercana. Cerró los ojos e interiormente intentó calmar su mente de todo pensamiento que la invadía, ya que debía contactar a Anael de la manera, que siempre se han comunicado. Cuando todo pensamiento de su mente fue calmado, se concentró en su corazón, luego, pidió a su luz, que le permitiera hablar con Anael, donde quiera que se encontrara. Su amigo nunca contestó a su llamada telepática causándole preocupación, al no contestarle significaba que se había metido en problemas. No le quedó más opción que ir a buscar a su compañero. Buscó entre sus bolsillos su cajetilla de cigarros; sacó uno, lo metió en su boca y lo prendió con el encendedor. Observó la calle con atención y a lo lejos, pudo escuchar los pasos de una persona. Se giró, y en efecto, una silueta iba acercándose a él, por lo tanto, esperó qué ese sujeto llegará a la luz de un poste para ver quién era. No lo distinguió; sin embargo, levantó una ceja incrédulo porqué habían dicho su nombre en medio de una calle oscura; era la misma dónde Dana había atacado, solo que ambos compañeros, se vieron unos metros más lejos.
— Iván...—, volvió a llamar Anael. Suspiró con alivio, pero, por un momento, unas ganas de darle un golpe en la cabeza se cruzaron en sus pensamientos, porqué, comenzó a discutir con su compañero de viaje.
— ¡Maldita sea, Anael! — Corrió hasta él y tiró el cigarrillo en la calle. — ¿Qué demonios te ha pasado ahora? — Preguntó enojado, mientras bufaba.
Anael sonrió de lado a lado. Tuvo que contarle toda la historia sobre Dana; desde que lo encontró hasta que lo dejó. —Piensa que Aurora está viva…Minerva estará en peligro, piensan que Aurora está viva…debe de haber alguien que me está traicionando…otra vez… — Anael se recargó en el hombro de Iván, vencido. Su pelo corto rozó suavemente su rostro, alertándolo que se iba a desvanecer.
— ¿Y June? — Iván trató de sostener a Anael; sin embargo, se dio cuenta de su debilidad para seguir andando; supuso que Dana lo hirió bastante.
— No hay rastro de él, Iván. Creo que está muerto… — Respondió dando un gran suspiro.
—Te llevaré al hospital, luego iremos a casa, pero, tienes que decirle porqué siempre llegas herido Anael, por lo menos sólo eso. Últimamente… se ha vuelto insoportable, es más rebelde y grosera… — El herido afirmó con la cabeza, aunque, la idea le desagrada bastante, no sabía cómo empezar a contarle una historia fantástica a Minerva; le gustaba la literatura de fantasía, pero, demostrarle que su literatura favorita era casi una realidad, sin dragones; le parecía difícil; aunque, la actitud que estaba tomando su hija le desagradaba bastante y por eso, culpaba que era la edad de la adolescente y la decepción amorosa que se llevó unos meses atrás. — No te preocupes…te ayudaré a contarle la verdad; su conducta es tu obligación…
— Si June está muerto…hemos venido en vano todos estos años. ¿Crees que sea tiempo…de…intentar llevarla a casa? — Preguntó Anael con tristeza.
— Es tú hija, cuidas de ella…Sí no encuentras a June, lo demás es tú decisión.
— No me preocupa June, me preocupa cuando se encuentre con Sayed. Si no deja que Minerva entre…no voy a poder protegerla en este mundo con Liam tras ella, pensando que es Aurora.
— Lo que está destinado a ser, será. — A unas cuantas calles se encontraba el auto y en el camino ambos dejaron de hablar; los dos se sumieron en sus propios pensamientos, Anael en su hija y en mí, e Iván, pensaba en June. Cuando llegaron al auto el dueño sacó las llaves del bolsillo del pantalón y apretó el botón para abrir las puertas.
— Llegaremos en media hora, te llevaré al hospital y después de eso…iré a ver cómo está tu hija. — Le abrió la puerta a Anael para que subiera.
— Vale…— Iván no le quitó la mirada de encima. Lo examinaba, pero, no supo por qué no le decía algo. Anael pensó que, tal vez, ahorró la discusión de siempre, ya que no encontraban a June y eso le irritaba, además, él siempre resultaba herido porqué busca sujetos que debe de evitar, aunque, para encontrar a June, obligatoriamente tiene que ir, mientras se queda cuidándole la espalda.
— ¿Qué piensas? — Preguntó Iván rompiendo el silencio mientras encendía el auto. Anael vio hacia la ventanilla antes de responderle.
— ¿Por qué siempre vienes conmigo? Iván suspiró molesto. No quería volver a contar la historia. Quizá nunca la había contado con lujo de detalles, pero, lo desterré — según él — de la Tierra de los Dragones. Lo alejé de este lugar por una buena razón; uno de mis propósitos en está existencia — aparte de cumplir mi papel de guardián en estas tierras — era proteger a Minerva mientras convivió en ese mundo lo más que pude, porqué al conocer este mundo, el mundo al cual pertenece su padre, las pruebas en sus vidas serán difíciles. Si Iván no acompañaba a Anael en busca de June; Minerva no estaría más en este tiempo y el destino sería otra vez esperar su regreso unos siglos más.
— ¡Hey, contesta! — Exclamó Anael, repentinamente, Iván volvió al presente. Volteó algo apenado y con rapidez puso la vista al frente. — Respóndeme…
— Sayed me obligó a estar contigo…— Contestó con frialdad.
— ¡Ja! — Rezongó Anael en el mismo tono de voz que Iván, recargó su brazo cerca del vidrio y colocó su cabeza en su mano, derrotado. — ¿Por qué nunca me lo contaste?
— Porqué no confiaba en ti… este mundo te corrompe…lo sabes… ¡Mirame! Me gusta furmar un cigarrillo de vez en cuando…
— Ahora, ¿empezarás a confiar en mí? Nos conocemos desde hace mil años, Iván. — Su pregunta hizo que una sonrisa se dibujara en los labios de su amigo.
Editado: 08.04.2021