ILAN MILLER
—Jamás creí recibir esto —mencionó Alexander mientras sostenía un rollo de papel y que deslumbraba con el color negro de la cera con el símbolo del imperio Agilan—. La coronación de la princesa se hará a lo secreto; es decir, solo las personas con la invitación tendrán la primicia de aquella noticia.
Al parecer para él ese rollo era lo mejor que le había sucedido en su vida; veía de manera pasmada ese pedazo de papel, seguro lo gritará a los cuatro vientos cuando los otros lleguen. Sin embargo, a decir verdad no pensaba asistir a esa “reunión”, no es por Sophia Agilan y menos por la categoría de personas que asistirán, sino que no iré por el emperador que obviamente estará allí y recibirá a cada una de las personas. «No es una tregua de paz, tal vez conoce mi paradero. Aún soy un fugitivo, no es algo de lo que deba olvidarme», pensé mientras organizaba los libros que habían traído directamente de Hunt.
Alexander parecía querer decir algo porque sentí la mirada encima en mis hombros y éramos los únicos que estábamos en la academia y entonces le pregunté:
—¿Por qué me observas tanto?
—¿Amaneciste de malhumor? —inquirió y escuché los pasos detrás mío, me di la vuelta y él se cruzó de brazos para apoyarse en una de las estanterías—. ¿No irás?
—No, ¿debería ir? —Volví a lo mío, no quise dar paso a la convención de él. Conozco sus habilidades psicológicas—. Ir sería entregarme a mi muerte, ¿cómo me aseguro de que el emperador no sabe que estoy aquí y solo te invitó para poder tenerme más cerca?
—Debes confiar en que…
—¡Ya basta! —Solté molesto un libro y lo dejé caer hacia el piso primero, volteé a verlo y vociferé—. No conoces lo mucho que tuve que pasar para esconderme de sus manos, volver a Sleilitone es volver a mi pasado y es justo lo que no quiero.
Salí de allí sin escuchar alguna de sus palabras “reconfortantes” o “positivistas” era lo que menos quería. «Pueden ir si desean, pero yo no», cuando bajé hacia la sala principal; Mally se encontraba allí, sostenía un zurrón pesado al parecer, me acerqué con rapidez y lo tomé. Ella me agradeció y me dijo que lo dejara en la cocina; cargué aquel zurrón con ambas manos y lo llevé al lugar que me habían dicho.
—Esto de ser maestros jamás me interesará y menos de una academia —murmuré.
—Nunca digas nunca —interfirió Noah en mis pensamientos en voz alta, también había dejado un zurrón justo al lado del mío—. Quién sabe y tienes el talento de enseñar.
—Mi único talento es arruinar mi alrededor —Lo dije sin pensar, mi espontaneidad a veces se controla por sí sola; el omega me miró con cierta confusión en lo que había dicho—. Lo siento, eso sonó algo fatalista.
—Sonó realista para ti seguramente, pero hallarás una respuesta a tu pesimismo y todo será distinto. Lo creo —Sonrió y salió de allí para seguir en la ayuda de bajar los implementos que se compraron.
Siempre fui alguien así, tal vez aparenta ser del tipo de personas que nunca se rinden ante una dificultad, pero soy el primero que lo hace; soy emocionalista, sensible y mis decisiones nunca han sido las mejores y a veces eso afecta todos mis aspectos. Mi padre me decía que yo era alguien distinto, una persona la cual requería de la emoción externa para seguir en su existencia, una persona que no sobreviviría en la soledad.
Aquel día que él mencionó eso, le prometí que eso cambiaría y que sería una persona distinta y fija en sí mismo. Han pasado muchos años y no he podido estar solo, es como si me dejaran con una bestia que en cualquier momento me devoraría, esa bestia era mi real yo.
Estaba tan sumergido en mis pensamientos que los llamados de Mally eran mudos para mí, hasta que al fin se acerca y me sacude.
—¡Ilan! Te perdiste —dijo en tono alarmante—. Necesito que empaques tus cosas para ir a la fiesta.
—¿Qué? —Me alejé de ella y después le planté la mirada directamente a los ojos—. No iré. Tengo cosas importantes qué hacer.
Apenas me di la vuelta ella sujetó mi muñeca y después la deslizó a la palma de mi mano.
—No, irás, no pienso dejarte solo, además Noah tiene más cosas qué hacer que tú y él acaba de llegar.
Solo le dirigí una mirada de reojo y me solté para dirigirme a mi habitación. Me duele tratar a las personas de una manera horrible cuando realmente no tienen nada que ver; caminé hacia mi habitación y me encerré en la misma para luego abalanzarme a la cama.
«No tengo razón para ir, si algo sucede la culpa recae sobre Alexander y es lo que menos quiero», analicé lo suficiente como para saber que no es solo por mi pasado el motivo del por qué no quiero ir, sino fue por el diario de Axel, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando pensé en aquel libro que aún estaba en mi armario; entonces me surgió una grandiosa idea: «¿Podría encontrar en los pasillos del palacio más acerca del famoso secreto que guarda Mark?», por un segundo mi corazón palpitó con tanta fuerza que el deseo de no ir se desvaneció en un parpadeo y así mismo nació el querer ir y desvelar mis dudas; pero recordé mi pasado y entonces me encontré en el limbo de mi mente.
«¿Qué debería hacer?», esa pregunta muchos se lo preguntarán con grandes y pequeñas cosas, en mi caso esa decisión puede definir incluso mi salud mental. Sin embargo, comencé a empacar lo necesario para los tres días en ese lugar, una gran parte de mí negaba la ida, le temía a la muerte y a enfrentarme con él después de la catástrofe que cometí.
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Editado: 08.05.2024