“En meteorología, ciclón usualmente suele aludir a vientos intensos acompañados de tormenta. Genera vientos al atraer las masas de aire atmosférico desde las zonas de altas presiones formando así corrientes atmosféricas complejas”
Parte 1 “Las 4 espíritus de la luna”
El cosquilleo que recorre mi cuerpo tiene diferentes culpables y razones pero la parte lógica en mi mente consigue recordarme que algunos de ellos son sumamente peligrosos. Mi mirada sigue en el mismo lugar pero mi temblorosa mano diestra se encarga de subir la capucha de vuelta sobre mi cabeza, cubriendo la mayor parte de mi rostro y dándome así un pretexto, un momento de respiro, para evitar la mirada ajena clavada en la mía.
No podía estar seguro de que mi impresión fuera verdadera, de que aquellos ojos eléctricos que me devoraban aún cuando yo había evitado el contacto directo fueran posesión del ente que había estado conmigo los últimos nueve años.
A mis costados tanto el comandante de la armada como la pelinegra declarada como soberana gobernante veían a las cuatro formas de forma atónita, a diferencia del resto de los aún conscientes quienes seguían intentando averiguar qué era lo que había provocado la anulación de sus habilidades, como si aquello no fuera algo evidente. Saltaba a la vista que aquella luz anormal que descendía desde la luna, sirviendo como faro a las cuatro albinas de ojos en distinta escala de celestes, era la culpable del cese al fuego obligado.
— Hemos vividos entre ustedes, aunque ni sus ojos ni sus oídos fuesen capaces de escucharnos. — La mujer ubicada sobre el extremo derecho de la formación fue la primera en hablar. Tenía el cabello inmaculadamente lacio, cayendo en cortina hasta las corvas de las rodillas y portaba el mismo traje de combate que las otras tres.
— La diosa luna estaba molesta, muy molesta. En sus manos puso las armas suficientes para prevenir la catástrofe y el daño social, para formar la sociedad perfecta que brillara sobre la torre del multi universo como un faro de entendimiento, pero lo rechazaron — La segunda en la fila, de impresionantes ojos turquesa, habló con voz más suave que su predecesora.
— Es por ello que decidió evitar el contacto con el resto de los mundos, sellar la comunicación y no permitir que el mal entrara o saliera de aquí. Cortó los lazos con los hijos a quienes había dado ese don y lloro seis noches y días enteros a causa de su tristeza. — El cabello blanco encrespado en voluminosos risos sin mucho largo distinguía a la tercera mujer.
— En su benevolencia decidió enviar una última oportunidad a ustedes para salvarse. Si había alguien que pudiera escuchar la voz de sus designadas aún habría esperanza en este mundo. Fuimos enviadas al mundo de tierra firme como salvación, ojo vigilante y verdugo. Nosotras somos los destellos que la diosa luna dio a ustedes para que intentaran salvarse. — No había duda alguna, aquella voz medida y suave la había escuchado desde hacía años. Era Caelestia.
— Solo aquellos que tuvieran la intención y sentimientos suficientes de sobrevivir podrían escuchar nuestra voz, lo que la diosa luna no consideró fue que los hombres y mujeres de esta tierra le jugarían en su contra aún con ello. La primera voz se escuchó por el deseo de un amor egoísta y particular, la segunda a causa de la codicia y la ambición, la tercera producto de la intensa intención de dominio y superioridad, la cuarta como resultado del terror a permanecer en soledad.
Cuando la primera albina tomó la palabra yo me puse de pie lo más firme que podía en aquel momento, mirando en torno del desolado paisaje y encontrándome a los aeroquinéticos inconscientes, con un halo azul rodeando su cuerpo, aquello no podía ser ninguna buena señal. Las dos figuras se levantaron detrás de mí, haciéndome sentir un poco menos expuesto mientras la misma chica vuelve a hablar. Tenía la impresión de haber encontrado a la líder.
— La resolución de la diosa fue sencilla: El mundo que decidió besar renacería de las cenizas, y entre la muerte y la desesperación depuraría a aquellos que dejó sobrevivir a sus olas celestes, purificaría el mundo de quienes escucharon a sus espíritus y dictaría como se harían las cosas de ese día en adelante. — Los brazos de la ojiazul se elevaron al cielo, mostrando las palmas hacia el mismo
— Ejecutaremos el designio de la diosa luna, a la media noche cerraremos el portal que deja entrar en este mundo a la maldición de Caelestia Lunam y llevaremos al destino del castigo a aquellos manchados de la antigua generación y a aquellos cuyos sentimientos verdaderos están manchados de egoísmo.
Aquella era la confirmación que necesitaba, la vertiente trágica de aquel fin y la explicación que se había buscado por nueve años respecto al origen del fenómeno que asoló las filas de los nacidos en Febrero y Diciembre, reduciéndonos a poco menos de una docena que a la larga tuvo que ocultarse.
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Editado: 14.01.2019