Parte 3 "Vientos hostiles"
Los murmuros, el ruido de mil voces en la plaza entendiendo que aquel viento acero que neutralizó los círculos de su hijo predilecto habían sido obra mía me colmaron los oídos. No sentía a Caelestia cerca y eso me preocupaba pero justo ahora mi concentración estaba en clavar mis orbes grises en los azules de Aiden.
A pesar de la diferencia de edad teníamos prácticamente la misma estatura, pero un porte muy diferente. Aiden había sido criado en una cuna de oro labrada. Todo el mundo lo amaba, lo idolatraba, y cuando mostraba el círculo que tenía en la espalda, marcado como cicatriz por su exposición a la luna, nadie lo llamaba monstruo. Era curioso cómo la gente cambiaba de ángulo de vista solo con variar la persona.
Aiden termina desviando la mirada, clavándola en el suelo.
—No sabes los horrores por los que tu padre ha de ser juzgado.
— Tú no sabes los horrores que hay en esta tierra para llorar solo por tu familia perdida, como si fueran las únicas vidas que desaparecieron — Una lágrima resbala por su mejilla y termina dándose la vuelta para ir a la parte posterior del escenario con el resto de las personas que ya han tomado la decisión. Yo tomo aire y después de unos segundos lo sigo.
El público se vuelca en comentarios mientras yo clavo la vista al frente, distinguiendo a los otros tres blancos de los círculos creados con energía del aire. Se trataba de otros generales, compañeros de mi padre que por alguna razón estaban en la plaza aquel día. Mi facilidad para traer las voces de las personas hasta mis oídos en suaves brisas me hace saber que la gran mayoría tacha de monstruo insensible al chico de la gabardina. Bendita mi suerte.
Prefiero bloquear los comentarios hasta que la elección ha acabado y el hombre de traje presenta a 4 personas uniformadas: Los representantes de cada arte. Las instrucciones serían dadas por ellos, solo teníamos 3 minutos para despedirnos antes de partir al proceso de preparación previa al ingreso a las filas de cada arte.
El comunicador se apagó produciendo estática, la multitud comenzó a dispersarse y todos en el escenario se apresuraron a ir hacia sus familiares, todos excepto Aiden quien permaneció en el escenario con la vista en el cielo.
Antes de que pueda moverme siento un par de brazos sujetarme desde la espalda en un abrazo demasiado fuerte.
— Si tu propósito es romperme las costillas, lo estás consiguiendo
— Eres un tonto. Un absoluto tonto Archangel. Te dije que lo pensaras seriamente.
— Lo hice. Esta era mi segunda opción — No pueda evitar una sonrisa mientras siento la mejilla de la chica apoyarse entre mis omóplatos —. Todo estará bien, además, vendrás conmigo. Sé que no me dejarás hacer más estupideces. — Puedo escucharla sorber las lagrimas mientras me suelta de su agarre. Casi puedo apostar que sonríe.
Mi mirada va al frente para encontrarme con mi padre y Nana avanzando hacia el escenario, no tardo en moverme y bajar de este para ir a encontrarlos. Lo primero que hago es abrazar a la mujer quien me sujeta casi con la misma forma que Caelestia.
— Siempre supe que cuando fuera el momento tomarías esta decisión — Su voz es baja y puedo notar tristeza en ella. Me quebraba escucharle así —. Solo quiero que cuides de ti antes de cuidar al pueblo. Recuerda que tu fortaleza viene desde dentro. Te enseñé todo lo que pude pero seguro que en la academia del arte de la guerra te enseñarán mucho más. Siempre vas a ser mi pequeño.
Mis ojos se cierran mientras me agacho un poco más para abrazar mejor a la mujer, no pensé que despedirme fuera tan duro. Giro la cabeza y beso su mejilla arrugada antes de responderle.
— Lo prometo Nana. Además, apuesto que allá hace viento, me mandarás mensajes ¿Verdad? Siempre te responderé si lo haces. — La mujer parece animarse un poco y asiente con la cabeza liberándome de su abrazo y dejándome girar la vista a mi padre que está más rígido que de costumbre.
Le doy frente y levanto un poco más la cabeza mientras adquiero una posición inmaculadamente firme. Los compañeros de mi padre, los que recién habían sido atacados, se acercan al ver que he dejado a Nana y flanquean a mi padre. Nadie dice nada, pero no hace falta. Había poca gente que no creía la teoría de Aiden, que el hijo de uno de los generales siguiera sus pasos y que, además, le hiciera frente al niño mimado era más de lo que podrían haber esperado.
Doy un paso atrás y levanto mi mano derecha en un movimiento fluido hasta que sitúo el costado del índice contra mi frente, saludando, mostrando respeto a los que ahora eran mis superiores. Los generales sonríen de manera contenida y responden mi saludo, mi padre solo avanza hacia mí y me abraza haciéndome romper el rictus de seriedad.
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Editado: 14.01.2019