—No me molestes, Grey.—le dio el último tranco a su bebida, y lanzó el envase hacia un tronco cercano al muchacho. La botella se astilló, pedazos de cristal volaron por los aires. Él ni se inmutó, sus habilidades le permitían saber que ninguno de esos trozos lo lastimaría.
—¿Cuántos te tomaste de esos?—sonaba preocupado.
—Es muy raro cuando haces eso...¿sabías?—su voz se arrastraba, las palabras salían rasposas. Estaba muy ebria. Ambos encontraron sus miradas. Él alzaba sus cejas, esperando una respuesta.— No...lo...sé, Evan. Yo solo entre al lugar. Bebí y bebí. Y luego me lleve otras botellitas de recuerdo.—la voz ralentizada, junto al tonito irritante, la hacían parecer una niña. En realidad, era una niña. O tal vez, no tan niña. Pero podría serlo.
—Oí tus gritos.
Ella se acercó a él, quién se incorporó. Sin darse cuenta sus frentes chocaban suavemente. Su aliento olía como si se hubiera tragado todo el licor del mundo. Rió atontada. El corazón de Evan parecía que iba a explotar. Alexa podía oírlo.
—¿Asustado, Grey?
Ambos se mantenían en esa posición, observándose. Él, ligeramente más alto que ella. Sólo rozaban sus frentes, y conectaban sus ojos. Ninguna otra parte de su cuerpo se tocaba, aunque si se percibían.
—Para nada, Dumont.—susurró, y se alejó lentamente tragando una gran cantidad de saliva.— Creo que es necesario que te desintoxiques... y que planeemos que haremos hoy.
—Buena idea.
Se alejaron el uno del otro. A la vez. Y se dirigieron adentro.
Cuando entraron a la habitación de la joven, en silencio. Se encontraron con unos rizos dorados mirando por la ventana. Era Samantha. Alexa, largó un extraño ruido que la ebriedad distorsionó, pero quiso ser un ruido de queja.
—El principe...- lo observó.— ¿y la princesa?
Evan decidió quedarse bajo el marco de la puerta, al margen de la situación. Apoyado. Sin dar a conocer ninguno de sus sentimientos, observando simplemente. Se encontraba tan imperturbable como la mañana.
—¿Qué es lo que quieres, Samantha?
—¿Estás ebria?— preguntó, mirándolo con unos ojos intensos.
—Qué gran observadora... —dijo sarcásticamente, elevando una ceja.
—Necesito que me oigas, Alexa.
—Estoy ebria, no sorda.
—¿Qué es lo que está sucediendo aquí?
—¿Aquí aquí? ¿Aquí dónde?— la joven ebria, daba vueltas con su cabeza, como un perrito.
—Aquí. Nosotras. — señaló a ambas.
—¿Esta sucediendo algo siquiera?— juntó sus oscuras cejas, en forma de confusión.
—¿Sabes qué? Eres muy confusa, yo me voy.
—La que tiene problemitas aquí, eres tú. No yo Samantha. Resuelvelos. Pero ya no me busques ¿sí?
—Eres mía, pero no quieres reconocerlo.— su voz estaba a punto de quebrarse.
—Samantha, no soy tuya. Supéralo. No soy de nadie. Ya deja de molestarme. Vete.— le señaló la puerta con fastidio. Evan entró en la habitación, dejándole espacio para que se vaya.
—Yo sé que sí. Deberás reconocerlo. No eres de Evan. Sólo estás confundida. Pero eres mía. Yo puedo hacerte feliz. No él.
—¡POR TODOS LOS ÁNGELES!— bramó.— ¡ADIÓS SAMANTHA! No deseó volver a verte. Adiós.
—Te arrepentirás. Ambos se arrepentirán. Ojalá sus vidas se llenen de desgracias.— se fue tras un portazo. Se oían los sollozos.
El silencio reinó la sala.
—¿Qué sucedió entre ustedes?— inquirió Evan.
—¿Con Samantha?
—Sí.
—Nada. No lo sé. No lo tengo claro. Pero realmente no me interesa. Me causa reales escalofríos cuando hace eso de entrar en mi habitación sin mi permiso. Más que los que me causas tú, con tus super reflejos.
—Es parecida a Charles, ¿verdad?—preguntó Evan, mientras le lanzaba palos de lucha. Fuera de Inferno, se desataba una enorme tormenta. Se oían truenos alejados.
—Esa es una gran estrategia, Grey.— rió ella. — ¿Por qué directamente no fuiste a preguntarme?
—Tengo escrúpulos...— él se colocó en posición de lucha. Ella hizo lo mismo.
—Está muerto.— dijo ella, y lanzó el primer golpe. Evan, de la sorpresa, perdió la estabilidad. Pudo contrarrestar el golpe, lanzando otro. Que ella esquivó con facilidad.
—¿No pensabas decirlo? ¿Cómo estas con eso?
—Sobrevivo.— saltó, y echó sus manos hacia atrás, para asestar un golpe con su palo, en la cabeza de Evan. Él simplemente, puso su arma sobre sus hombros, y la cortó en seco. Rápidamente, la hizo caer, cuando puso el palo entre los tobillos de ella, y los golpeó.— ¡MIERDA! ¿Qué te sucede?
—Estás por matarme con ese palo.— le quitó el arma. Y las tiró lejos. Hicieron un ruido estrepitoso al tocar el suelo. Eran muy pesados, y muy difíciles hasta que aprendías como cargarlos. Ella estaba sentada, y revisaba que no haya existencia de quebraduras. Obviando las palabras del muchacho.— Así que... esas fueron las veinticinco botellas de licor, y los gritos.— se sentó a su lado, y comenzó a examinarla.
—Exacto, sí.— su voz no titubeó ni un segundo.
—¿Quieres hablar de eso?
—No, la verdad que no.
—¿De Sammie?
—No. ¿Tú quieres hablar de algo? ¿De kat?
—No.
Ambos no dejaban de mirar el piso.
—¿Quieres seguir?
—Estoy cansada.
Sentados en el frío piso de Inferno, bebían de sus botellas de agua. Se encontraban sucios, y transpirados. Alexa llevaba el cabello atado, y un equipo deportivo completamente negro. Evan llevaba sus plateados cabellos bien cortos, y el atuendo de lo que parecía ser un equipo de fútbol. Ninguno quería mirarse a la cara, y preguntarse lo que se debían preguntar.
—¿Qué haremos, Evan?
—¿Con?
—Ya sabes con qué...— sonó más dura de lo que pretendía. Ambos se miraron por fin.
—No...— negaba con su cabeza.—No tengo idea.
—¿Con la luna?¿Con mis agradables ganas de ser una maldita bomba explosiva?
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Editado: 06.06.2020