Con mucha prisa, el joven Nicolás llega a su salón de clases y espera sentado en su asiento al profesor que debe llegar en unos instantes. Había caminado con mucha rapidez para estar a tiempo y no buscar problemas. ¿Dónde había estado? Nadie en el salón lo sabe, suelen considerarlo un buen compañero pero eso no deja de convertirlo en un misterio.
—¿A tí que te pasó hoy?— Dice escribiendo en la mesa, su compañero de asiento. Era un rubio alto y delgado, con ojos azules y curioso por todo su alrededor.— Últimamente estás llegando más tarde de lo habitual.
—Eso es porque me desvío y me voy a estudiar en el pasillo.- Miente.—El tiempo de los parciales está cerca.
—¿Te preocupan los parciales?—Pregunta asombrado.
—¿A tí no?
—Pensaba que ya tenías todo aprendido.
—Lo tengo todo aprendido.—susurra.—Pero prefiero estudiar más para que cuando lleguen, no me tomen de sorpresa.—Comienza a buscar en su mochila sus cuadernos y lápices.—Aunque Samuel, no creo que vengan tan difíciles.
—Si tú lo dices.—Deja de prestarle atención al moreno y sigue en lo suyo.
La clase de Matemática es una de las más complicadas a nivel mundial, aunque, si los estudiantes estudiaran entenderían mejor. El profesor de dicha asignatura, Ernesto, era reconocido en todo el país por haber enseñado en más de veinte escuelas públicas, todas en Barcelona y Madrid. Tenía el reconocimiento por haber ayudado a arquitectos, técnicos, informáticos, entre otros trabajos muy buenos, que de cierta forma se entrelazan con la asignatura. Era un hombre de estatura promedio, no poseía cabello alguno y su mirada era escalofriante y calculadora. La mayor parte del tiempo solía ser bastante agradable, pero al comenzar con el tema Matemática, cambiaba totalmente de persona.
En medio de la clase Samuel le extiende a Nicolás una hoja estrujada, que parece haber sido sacada de la basura. Al parecer contiene algo escrito dentro. Algo que Samuel no ha leído porque no le interesa.
—Eso te lo dejo un chico.—dijo susurrando para no ser escuchado.— Un rubio teñido.
El moreno sonríe tiernamente y abre la malgastada hoja.
"Cuando termines ven a mi salón de clases"
Y justo abajo habían dos letras B y L, ambas juntas (BL) de forma que se hacían un apodo, o las dos primeras letras de un nombre.
— Ay BL.— volvió a estrujar la hoja, que ya no aguantaba más y terminó rompiéndose en una esquina.
Nicolás abre los ojos y es en ese momento que recuerda la carta. "BL", ¿Quién será? En estos momentos iba a ser difícil acordarse ya que había pasado mucho tiempo y el apenas recordaba a su mejor amiga Gabriela. Recordaba vagamente algunas cosas mínimas, algunos amigos cercanos y una que otra cosa del lugar donde estudió, pero ni tanto.
—Despierta Nicolás.—Se dice a si mismo aún acostado en la cama con la almohada entre las piernas.—Llegaré tarde al vuelo si no me levanto ahora.
El cineasta, vive solo desde los dieciocho años y, desde entonces, al menos en las mañanas, cumple la misma rutina. Tiene una lista anotada en una hoja de papel rallada, copiada con su propia letra.
1- Despertarse (siempre es lo primero)
2- Asegurarse de estar vivo (paso importante)
3- Ducharse
4- Cepillarse los dientes y peinarse (hiper importante)
5- Vestirse (ni que fuese a salir desnudo)
6- Desayunar (comer algo siempre es bueno)
Es bastante tonta pero la necesita para no perder su rumbo durante la mañana.
Después de cumplir con la lista, al pie de la letra, se dispone a preparar la maleta para su viaje. Cosa que debió haber hecho la noche anterior. Empieza poniendo los pullovers por un lado y los shorts, pantalones y jeans por otro. Pone también la carpeta con los guiones , además de sábanas, mantas y toallas. No sé puede olvidar el traje de mangas largas negro, por si acaso, y las camisas de mangas cortas son parte escencial de su maleta.Al terminar con el equipaje, estira la cama e introduce la computadora dentro de un bolso negro para poder llevarla a mano.
Él va vestido con un pullover color beige y un pantalón de mezclilla, acompañado de una chaqueta del mismo material y los accesorios de siempre, su anillo y su collar con el símbolo de paz que, lo hace parecer hippie.
De camino al aeropuerto Heathrow, que se encuentra ubicado en el distrito municipal Newham al este de Londres, Nicolás va con la esperanza de que el avión no quiero despegar, o que comience a llover, o que su primo se recupere y retome la cinta. No quería volver a España. Mucho menos ahora que estaba trabajando en su guión cómodamente desde su escritorio. Para llegar al aeropuerto hay que recorrer 50 minutos en el metro Piccadilli, en otras palabras, una eternidad si no tienes paciencia. Para su suerte, había trabajado desde los dieciocho con personas incompetentes que se la arrebataban, así que podía soportar.
—¿Puedo sentarme aquí?—Pregunta una señora de edad avanzada que sostenía un vaso blanco café en la mano.
—Claro.—Responde.—El asiento está libre.
El joven observa el paisaje detenido mientras la señora se acomoda en el lugar asignado. Sin duda tiene mala suerte, debe ser eso, sino como se explica que, accidentalmente se le haya derramado el café de su acompañante en su chaqueta.
—Disculpeme. — dice arrepentida.— No se que me pasó.
—No hay problema.— fuerza una sonrisa y finge no estar molesto. Aunque es obvio que si. Es director no actor.