Es mi segundo día como mesero y ya quiero renunciar. Toda la gente me trae vuelto loco con sus pedidos, ni mi madre me pide tanto.
En mi mente siempre está la idea de que debo tener aquellos tenis y la jersey que tanto quiero a cualquier costo. Así que aguantaré lo necesario para obtenerlos.
Tan solo faltan pocos minutos para terminar con mi turno. Solo queda una mesa por limpiar, debo darme prisa.
-¿Estás muerto, verdad? -Una voz curiosa y burlona retumba a mis espaldas-. ¡Vamos!, apúrate y bebamos un café como recompensa.
-¡Vaya que lo estoy!, Claro que necesito esa taza de café para recuperar algo de mis energías -respondo mientras continuo limpiando la mesa.
-Qué interesante...
-¿Qué es inte... -mi pregunta queda incompleta. Al girar, mi cara de idiota se hizo notar, no necesitaba verme a un espejo para saberlo. Una bella chica aparece frente mis ojos, 24... Tal vez 25, no más de ahí, a leguas se veía que era mayor a mí, pero su belleza no se podía cuestionar.
-¿Por qué esa cara de bobo? -su rostro se tornó con duda.
-No... Por nada, creí que eras la esposa del señor Rafael... -Mis manos, sin control hacen nudos en el trapo, producto de emisión nerviosismo-. Solo me sorprendí que no fueses la señorita Gissela, tienes una voz muy similar a ella...
-Que raro -Rasca su mejilla-, Tal vez, sea... ¿Por qué soy su hija? -dice de manera sarcástica.
-¡¿Eres hija de Rafael?!... Perdón, no sabía que la señorita Gissela tuviera una hija, nunca me contó de ello y mucho menos mi madre... Aunque, no tendrían porque deci... -Aquella mujer coloca su dedo índice sobre sus labios, haciéndome entender que debía callarme.
-¡Hablas mucho bobo, ya estaríamos tomando la taza de café! -exclama, llevando sus manos a la cintura.
-Perdón... Es solo que... -nuevamente, reposa el dedo sobre sus labios.
-Que bobo, apúrate y trae tu trasero lo más rápido posible que puedas... Si el café se enfría, no habrá otro... ¿Ok? -dice con seriedad, y concluyendo con una sonrisa.
Tan pronto aquella bella chica entra a la cocina, me propino una, dos o tres cachetadas para quitar esa cara de idiota que me cargaba, levantó las tazas y platos de la mesa, y muevo el trasero lo más rápido posible hacía la cocina.
Ahí estaba ella, sentada, reposando su bello rostro sobre una de sus manos, mirándome fijamente. Todos mis movimientos eran cuidadosamente vigilados con esos brillantes ojos grisáceos.
Sobre la mesa, dos tazas de café y un recipiente con galletas de canela y chocolate "mis favoritas" pasó por mi mente.
-¿Por qué tardabas tanto, bobo?... -Me hace soltar una taza de golpe sobre el fregadero-. ¿Es demasiado complicado levantar las tazas y platos de la mesa para traerlos hasta la cocina?... -Mantiene la pose y añade-. Un día de estos voy a patear tu trasero tan fuerte, pero tan fuerte que hasta lo usaras como sombrero -Suelto una fuerte carcajada por todas esas palabras que me decía y de esa falsa seriedad en su rostro.
Ya estaba comenzando a entender, mis nervios se iban esfumando, su humor negro era más que evidente. Era de las típicas mujeres que pretenden esconder sus debilidades con una máscara de autoridad y con un letrero enorme de "Soy una señorita ruda, tememe".
-A todo esto... ¿Cuál es tu nombre? -Tomo asiento y acerco mi taza de café. Ella levanta una ceja y todo se sumerge en un profundo silencio. Para segundos después, romper el momento incomodo con el sonido de mis sorbos al café.
-¡Vaya, vaya!... muchachito preguntón. Bueno, que más da. Mi nombre es Lissandra, soy la menor de las dos hijas de Rafael y Gissela -toma con delicadeza de su taza-. Y tú... te llamas Alex ¿Cierto? -Pasa rapidamente la mirada de su café a mis ojos.
No tenía idea de cómo sabía mi nombre, en ese momento me congelé al escuchar mi nombre emanar de sus labios. "Que mujer tan extraña" pude pensar.
-Ohh... ¿Cómo lo sabes? ¿Te lo dijo el señor Rafael? O... ¿mi madre?... Supongo la debes conocer... -dije sosteniendo una mirada escéptica.
-Haces muchas preguntas, muchachito bobo... Solo lo sé y ya.
-Es gracioso que lo digas...
-¿Decir qué?... ¿Qué es gracioso?... -Su rostro se torna con duda. Me hacía pensar que era demasiada bella, pero con un cráneo hueco.
-Que me digas muchachito bobo -Sonrio y añado-. Eso es gracioso si lo ves de otra manera.
-¿Y qué tiene de gracioso?... Si te parece gracioso te puedo decir estúpido, marica, bebé, nena o princesa... Al cliente lo que pida, bobo. -Si, realmente había algo de vacío en esa bella cabeza.