Una mañana tan azul y tranquila se divisaba por la ventana. El viento fresco y sereno, se deslizaba por las cuatro paredes de la habitación, un clima perfecto, uno de esos que rara vez hay.
Giro a mi costado izquierdo, solo para encontrarme con mi celular. Con demasiada calma lo levanto, las 6:00 de la mañana podía observar. Sorprendido suelto de él a cualquier lugar, y es que no es para menos, siempre se me pasan las alarmas causando llegue tarde a mis citas. Sueño pesado debo excusarme.
Eso no era lo único raro. Dormí tan solo 3 horas y me siento más lleno de energías en comparación a que si hubiese dormido las 8 horas que acostumbro.
Que cosas tan curiosas de la vida...
Me tomo el tiempo con basta calma para preparar el desayuno; Huevos con tocino, un licuado de frutas y un yogurt con cereales. Y ¿Por qué no?, un baño con agua tibia, acompañado de unas buenas canciones de Zoé, mi banda favorita.
¡Qué mañana tan perfecta!
Estoy listo, pantalón negro (98% algodón), camisa blanca y unos zapatos negros de piel. Elegancia sobre todo... ¡Naaa!... Solo visto así por qué el restaurante del señor Rafael tiene un estilo maderoso, clásico, fino y con clase.
En la sala me encuentro con la cara de sorpresa de mi madre.
-¡ Pero... ¿Que te sucedió?! -dice aún boquiabierta y con una de sus manos en su mejilla.
-Nada, ni yo mismo sé, que le pasó a la mañana para tratarme de buena gana -Sonreí y dí un beso en la mejilla de mi madre para después salir rumbo al trabajo.
Ya en la parada del autobús y con antojo de un chocolate calentito, una vibración en el bolsillo me hace palpar mi pantalón. Un mensaje entrante...
"¡Buenos días Alex!... Espero que descansarás lo suficiente, 3 horas no bastan para descansar, lo sé, pero creo... Que... Ha valido la pena. Bueno, te veo en el restaurante."
Atónito por las palabras que acababa de leer, doy respuesta a su mensaje, para después continuar con mi camino a una tienda de conveniencia.
-¡Ese rico chocolate me espera! -Froto mis manos.
El ausente ruido predominaba sobre las calles, me permitía viajar a los momentos que viví pocas horas antes con Lissandra. Su sonrisa, sus ojos, sus labios, el café, la música, su perfume, el contacto con su piel, todo, todo estaba tan fresco en mi cabeza. Con gran suspiro continuo mi camino.
A unos cuantos metros, una mujer de aproximadamente 42 años de edad, intentaba sacar una especie de mesa por una angosta puerta.
-¡Señora!, permitame ayudarle. -Agarro de una esquina la mesa.
-Gracias chico, qué amable. -Una sonrisa se dibuja sobre su rostro sudoroso y enrojecido por el esfuerzo. -Todos los días batallo con esta mesa, Es increíble que aún no recuerde la manera en que logró sacarla. -Con visible pena suelta una carcajada.
-No se preocupe, esas cosas le pasan a cualquiera. -Entre esfuerzos logramos hacer que la mesa saliera por la angosta entrada del local
-Pffff... Muchas gracias chico, espero que este contratiempo no lo haga llegar tarde a su cita -dice mientras recorre mi vestimenta de pies a cabeza.
-No se preocupe señorita, voy con bastante tiempo de sobra -Reviso la hora en mi celular, para corroborar que no sea tarde-. Tengo poco más de 20 minutos para llegar a mi trabajo, así que está bien. -Sonrío.
-Supongo trabajas cerca de aquí ¿verdad?
-Si, de hecho, trabajo a dos cuadras de aquí, en el restaurante elegante de la esquina -Justo cuando terminó de referirme al lugar, sus ojos comienzan a brillar.
-¡Ohhh!... ¡El restaurante del señor Rafael! -exclama con notoria felicidad-. Qué buen restaurante, perfecto para desayunar en mañanas tan bellas como estas.
-Exacto, ahí mismo trabajo ¿Conoce al Señor Rafael?... -Poso mi barbilla sobre mis dedos mostrando curiosidad.
-¡Claro!, Aquí todos lo conocen. -Extiende sus brazos-. Desde niños, solíamos jugar todos nosotros en este lugar. Cuando nada de estas construcciones existían aquí... -dice con gran nostalgia y añade-. Qué bellos tiempos... Pero bueno chico, vaya a su trabajo, cuando gustes podremos seguir platicando. Dame un momento -Entra con velocidad a su negocio y sale con la misma prontitud-. !Toma!, tú sabrás que hacer con ellas.
-¡Muchas gracias señorita! --Extiendo mis manos para recibir el presente-. Hasta pronto, espero verla de nuevo!. -Ondeamos nuestras manos y me alejo del lugar.
-¿Qué se supone haga con esto? -susurré mirando mis manos-. Bueno, ya lo decidiré más tarde. Por ahora solo quiero beber un rico chocolate.
Caminé hasta llegar a la entrada de la tienda. Tome la manija de la puerta y entre al lugar.