Café+papel=amor

Capítulo 18

Entre apresurado y resbalando al restaurante con mochila en mano.

-¡Buenos días! -exclame agitado y apoyándome de la puerta.

-Buena días Alex... -dice con normalidad con trapo en mano.

-Disculpame... -jadeo-. El autobús... No pasaba... A la hora... Perdón.

-Tranquilo, no pasa nada -Muestra una mirada serena acompañada de una ligera sonrisa.
 


No sabía que estaba sucediendo, ¿Lissandra tranquila? No lo podía creer, algo no andaba bien ¿Estará enferma? Quién sabe pero no es común en ella. Normalmente ya estaría regañandome y lanzando cosas por todas partes.
 


-¿Estás bien? -Camino titubeante hacia ella-. ¿No me vas a gritar?

-No, todo bien Alex -replica.

-Pero estoy llegando tarde -Acerco mi reloj a sus ojos para que vea la hora.

-Si... ya vi la hora -dice mirando mi reloj-. Pero llegas a tiempo.

-¿¡Qué!? -Reviso mi reloj con confusión.

-Entra a la cocina y colócate el mandil.

-¡Demonios! Mi estúpido reloj se quedó sin pila.

-Qué lento..., yo me dí cuenta inmediatamente -Se da vuelta y continúa limpiando la mesa-. Ahora que hiciste el descubrimiento del siglo, entra a la cocina y colócate el mandil.


Extraña, algo le pasa y no sabía que era. Más tarde se lo preguntaría. Ahora solo debía darme prisa y colocarme el mandil. Los clientes apetecen en venir al restaurante entre 7:40 y 8:00 de la mañana. Debo poner en funcionamiento mi trasero y las cafeteras lo antes posible.


Lissandra

Después de cerrar mi diario me dispuse a dormir. Fallando en el intento, me puse a pensar sobre todo lo que ha pasado. Como todo cambia en un instante y como los objetivos pierden sentido. Inicias con algo en mente y tiempo después terminas con otra.

¿Es bueno prohibirle a tu corazón sentir amor?¿Es bueno no ser feliz?¿Por qué abandonarse por culpa de alguien más?¿Realmente he superado lo que creía ya estaba olvidado? No lo sé, esas y cientos de pregunta me hice durante toda la noche. 

Me levanté de mi deliciosa cama a las 5:30 de la madrugada. Sin cerrar un solo ojo comencé el día. Un baño y un desayuno bastante fuera de horario es lo que necesitaba. 

Con cansancio y pocas ganas de ir a trabajar salí de casa. Tal vez, si hoy, por única ocasión, caminaba hasta el trabajo podría despejar un poco mi mente.

La idea era abrir el restaurante y beber una taza de café frío. Además del café caliente, el café frío es mi favorito y es ideal cuando necesito quitarme el cansancio.

Durante el camino, una pequeña tienda de regalos, tan temprano y ya estaba trabajando. De inmediato recordé el detalle que Alex tuvo conmigo. Abrí mi bolso y revise mi cartera, por suerte cargaba con dinero en efectivo y con todas mis tarjetas.

Cuando entré al lugar quedé alucinada con la cantidad de peluches, globos, tarjetas y todas esas cosas que de niña regalabas al niño que te gustaba. Sentía la niña a mi interior y podía sentir esa emoción de querer regalar.

Mi corazón gritaba que comprara algo lindo para Alex, un peluche, una tarjeta, unas rosas, una almohada, un sin fin de cosas que podría elegir.

Seleccione un par de cosas y salí del lugar.

Ya fuera del restaurante, me apresuré en levantar cortinas y en colocar los presentes que compré en el lugar que acostumbra Alex. Ahí era más fácil que los encontrara.

Tome una taza y me preparé un poco de café frío. 



-¡Ahhh... Qué rico en verdad! -dije con satisfacción.

Todo aquel que se defina como amante del café debería de haberlo tomado frío por lo menos diez veces en su vida. 

Una vez lave y coloque la taza en su lugar, agarré de un trapo limpio y comencé a limpiar las mesas.

-¡Buenos días! -Mi corazón se congeló en un instante, esa voz tan rasposa y sexy era inconfundible.

-Buenos días Alex... -dije con disimulo, los nervios se estaban apoderando de mí.

-Disculpame... -jadeaba desesperadamente mientras se apoyaba de la puerta-. El autobús... No pasaba... A la hora... Perdón.

-Tranquilo, no pasa nada -dije serena y con una sonrisa, muy fingida debo decir.


No sabia que mas decir o como reaccionar. Solo estaba segura que no debía voltear y cruzar miradas con él, o me derrumbaria de la pena. 


-¿Estás bien? -Escuchaba sus pasos acercarse a mis espaldas y mi corazón latir con velocidad-. ¿No me vas a gritar?


Debes girar cobarde, sabes que debes voltear a mirarlo, no podrás evitarlo durante todo el día. Agarra fuerte de tus bragas y aguanta la pena.


-No, todo bien Alex -dije con extrema calma. Pero por dentro estaba muriendo por tenerlo tan cerca.

-Pero estoy llegando tarde -Tan pronto coloca pasa su reloj frente a mí cara puedo sentir ese rico aroma que desprende su piel.

-Si... ya vi la hora -respondí con nerviosismo.

-¿¡Qué!? -Revisa de su reloj con sorpresa y confusión en su rostro.


Mi cara de idiota se hace notar. Es tan dulce y tierno cuando se muestra de esa manera rápida tan estúpida. Después de todo es mi bobo tan lindo.


-Entra a la cocina y colócate el mandil.

-¡Demonios! Mi estúpido reloj se quedó sin pila. -No podía creerlo, seguía batallando con su reloj. Mejor para mí, así no se percató de la cara de idiota que puse.

-Qué lento..., yo me dí cuenta inmediatamente -Con prisa doy media vuelta y continuo limpiando las mesas-. Ahora que hiciste el descubrimiento del siglo, entra a la cocina y colócate el mandil.


¡Oh no! ¿Qué había hecho? Adentro de la cocina están los presentes que deje en su lugar. ¡Voy a morir!…
 



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 07.08.2020

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