El amor es terrorífico
Cai Becher
Dormir es agradable cuando no estás solo. Es más fácil cuando tengo su calor corporal calentando mis músculos bajo ella.
Alice... es un nombre precioso pero no tanto como ella. Es impresionante que sea tan perfecta, si no fuera por esos dos que la lastimaron sería la perfección absoluta para mí: hermosa, fuerte, inteligente, cariñosa... lo tiene todo.
Sus suaves ronquidos son como una melodía celestial que me calman sobremanera. Nuestras respiraciones calmadas al unísono. Nuestros pechos desnudos chocando y elevándose en cada respiración lenta y profunda.
Llevo tres días con ella, tres noches a su lado y lo tengo claro. Quiero que sea esta chica que parece inocente— pero que no lo es ni de lejos— que duerme con su mejilla en mi hombro.
Quiero que sea ella la que comparta un anillo de compromiso conmigo, la que en un futuro sea madre de mis hijos. La reina que va a gobernar a mi lado.
Lo tengo claro.
Se revuelve y yo gruño porque su pierna se ha colado entre las mías y está tocando un punto sensible.
Las ganas que tengo de que grite mi nombre mientras está bajo mí, sobre mí o en cualquier otra posición que se nos ocurra en el momento son tan altas que me cuenta reprimirme a mis instintos primarios.
Quiero hacer las cosas bien con ganchita. Ya lo he empezado mal y estoy rectificando. No la obligaré a nada y conseguiré que sea feliz. Me he puesto como meta que olvide o supere a esos dos gilipollas que la lastimaron tanto física como psicológicamente y para ello necesita tiempo sin actividad sexual, necesita cariño y que la tomen enserio... lo que más me sorprende es que eso es lo que quiero darle, no estoy fingiendo cuando le doy cariño, simplemente me sale solo, no finjo cuando sonrío estando a su lado. No finjo...
No sé interpretar mis sentimientos, más que nada porque he estado tres días con ella y tres noches hemos dormido juntos, es imposible que sienta algo por ella más allá del gustar. Es imposible que alguien provoque semejante... emoción en mi interior.
Eso me asusta.
Tengo miedo de dejar de ser lo que soy por ella. Quiero que mi vida siga siendo tan mierda como siempre y siento que la única razón por la que no he huido o no voy a hacerlo es porque ella quiere formar parte de eso. Quizás esa es la única razón por la que accedí tan rápido a que entrara en mi mundo de ese modo. Sí, ella tiene la inteligencia que requiere este mundo de mierda, parece que le faltan los escrúpilos que no son permitidos a la hora de disparar a alguien o lanzar a alguien por la borda de una lancha en medio del estrecho cuando el helicóptero de la policía nacional o de la guardia civil nos persigue apuntándonos con armas que, si quisieran, podrían matarnos.
Yo ya no actúo activamente en eso, yo sí tengo escrúpulos y, como dije, los escrúpulos no son bienvenidos en este mundo.
Ya no me tiembla el pulso cuando apunto a alguien con un arma cargada pero mi mente sigue gritándome que pare, que eso no es lo que quiero hacer.
Si lo pienso, el mejor sitio en el que pueden cogerme es en España. Aquí la policía es incompetente, no disparan a matar, no disparan apuntando al que los está apuntando con intención de matar. Luego la cárcel, la cárcel en España es una broma y si me llegasen a coger no me sería nada complicado seguir trabajando desde dentro los pocos años de pena que tiene el contrabando en este país. No existe la pena de muerte tampoco y eso es un alivio enorme porque sé que, haga lo que haga, voy a ser libre siempre.
El problema es que me cojan en marruecos, allí sí que he oído que se pasa mal.
Pero como yo ya no participo activamente en las lanchas no pasa nada.
El verdadero peligro son los ajustes de cuentas. Las otras bandas sí que van a matar y sin escrúpulos, menos por los adolescentes recién reclutados a los que les ponen un arma en la mano y me los mandan para matarme. Ellos son como yo: no quieren matar, les tiembla el pulso pero, al contrario de mí, bajan el arma y se arrodillan para disculparse y pedir piedad, otros huyen.
Mis hombres saben que si huyen hay que matarlos pero que si se disculpan arrepentidos, deben traérmelos. Yo trato de buscarles una vida mejor, los pongo a estudiar y les falsifico un pasaporte y una tarjeta de identidad para que puedan huir de este mundo con un nombre distinto y todas sus extremidades.
Una lágrima se escapa de uno de mis ojos y recuerdo que tengo sueño. Siempre se me escapan lágrimas cuando mis ojos están cansados.
Beso la cabeza de ganchita, inhalando su dulce aroma a fresa y cierro los ojos. Buscando un sueño feliz en el que aparezca ella cogida de mi mano con una sonrisa y no unas de esas pesadillas que me atormentan.