Caldos de Ofenón

Donde se conoce un encargo

Leynad terminó de ducharse y volvió a la habitación. Vio a Skyvy dormida en el colchón que yacía en el suelo, arrumacada con las sábanas y con aspecto de llevar durmiendo siete siglos en lugar de diez minutos. Hizo el mínimo ruido posible, cogió algo de ropa y abandonó la habitación, cerrando la puerta y ordenando a la nave desodorizar y mantener una temperatura agradable y estable.

Caminó hasta el final del pasillo y se metió en la cabina de pilotaje. Echó la ropa al puesto de copiloto y se sentó en el puesto de mando, reclinándolo de forma casi automática por la costumbre hasta los 45º y poniendo los pies desnudos (como el resto de su cuerpo) sobre el “salpicadero”. Justo un pie a cada lado del pequeño abultamiento donde iba la cámara de comunicación. Entonces, mandó:

- Dalara, ponme el mapa estelar, informa de ubicación, planetas cercanos, sitios de interés...

La nave contestó al momento, desde todas las paredes:

- Estamos cerca del sistema Ofenón, Sector 26, a 65 años luz de Origen, 30 años luz de Destino: la Tierra. A aproximadamente 70 horas de Destino en dos saltos. Velocidad de viaje actual: cero. Esperando momento propicio para realizar próxima aceleración en aproximadamente dos horas.

- El sistema Ofenón - continuó - es un sistema de una sola estrella de tipo G, con siete planetas girando a su alrededor, tres de ellos rocosos. El más alejado a la estrella de estos tres planetas, Ofenón 3, contenía vida en el momento de su descubrimiento hace 42 años. Posteriormente ha sido colonizado por el ser humano.

- La vida original del planeta es principalmente vegetal y fúngica y aunque existe un gran número de especies animales microscópicas, así como de microbios y virus, éstos son en su mayoría inofensivos. Hay una pequeña cantidad de especies animales superiores a los dos centímetros de tamaño, y ninguna superior a los veinte. La mayoría de estos animales y plantas viven en el vasto océano que cubre más del 90% de la superficie del planeta. ¿Quieres conocer más datos? – Consultó la nave, antes de continuar.

- Sí, dale, no tengo prisa... ¿Se dedican a algo en particular, estos Ofenianos? – respondió Leynad.

- El gentilicio oficial es Ofenones. – corrigió Dalara – La economía del planeta está basada en la agricultura, la pesca y el turismo. Su número de habitantes ronda los trescientos mil. Alrededor del planeta se está desarrollando desde hace más de 30 años el llamado “anillo de Ofenón”. Se trata de una construcción artificial humana en forma de anillo que pretende darle la vuelta a todo el planeta. Actualmente, sólo una trigesimocuarta parte de este anillo ha sido construida y constituye una plataforma ligeramente ovalada de tres kilómetros de ancho por algo más de doscientos de largo, a 350 kilómetros de altura. Orbita estacionariamente sobre la mayor ciudad del planeta y está conectada a ella mediante ascensores orbitales. El Anillo goza de gravedad artificial propia, atmósfera respirable generada artificialmente y alberga un número de habitantes similar al del planeta, que no son contabilizados por las estadísticas como habitantes de ningún planeta debido a que la superficie del Anillo se encuentra más allá de la troposfera del planeta.

- Esta situación de alegalidad - continuó la nave – hace que el comercio en el Anillo sea la principal fuente económica no solo del sistema, sino de toda la región. Desde el momento de su construcción se ha desarrollado una cultura de compra-venta de artículos que ha favorecido las relaciones entre los planetas de toda la zona y ha mejorado su desarollo, aunque esta situación de alegalidad, también ha provocado...

- Para –Ley ya había escuchado bastante.

En su cabeza las cosas iban engranando. Un planeta con una zona “alegal”. Comercio de objetos, alimentos, sustancias... Y Tote quería llevar “algo” desde ahí hasta otro sitio... Y había remarcado que “no era ilegal”. ¿Pero porqué Tote se metía en esos líos? Ya era el tipo más rico del universo desde hacía más de dos décadas. ¿Para qué embarrarse con actividades “alegales”?

Ley sabía cómo pensaba Tote. Tote era un empresario. Había nacido para ello. Para Ley, Tote había nacido detrás de una mesa de despacho y nada más parirlo lo habían limpiado y puesto a dirigir una empresa. Había dicho que era necesario “para no perder un cliente”. Leynad sabía que eso se podía traducir a “para que un cliente me deba un favor”, pues no existían clientes que quisieran irse de su empresa, OSSI.

OSSI era la primera y única (gracias al patentado sistema de detección y esquiva de obstáculos de sus naves) empresa que se dedicaba a descubrir, adecuar, y ayudar a poner en marcha planetas. La empresa descubría planetas por medio de sus Descubridores (como Leynad), construía las primeras infraestructuras necesarias para albergar a un pequeño número de “colonizadores Pioneros”, y después ayudaba a éstos con un servicio de “planetación” que asistía a los primeros dirigentes para conseguir nuevos colonos, empresas de construcción, empresas de servicios y todo aquello que a los dueños del planeta les apeteciera desarrollar. Los clientes simplemente no podían marcharse si querían tener alguna oportunidad de que su planeta de desarrollara. Pero Leynad sabía que a Tote le gustaba mantenerlos contentos... y que le debieran favores.

Pensó que el favor en realidad se lo deberían a él, pero también pensó en todo lo que él le debía a Tote. Cuando sus padres habían fallecido a causa de un desgraciado accidente de tráfico veinte años atrás, siendo él solo un adolescente, Tote lo había terminado de criar. Y cuando cumplió la mayoría de Edad le cedió al instante la mitad de la empresa, aquello que le correspondía por herencia. No había puesto ni un problema en ello. Gracias a eso Leynad era la segunda persona más rica del universo, sólo detrás del propio Tote, y con muchísima diferencia sobre el tercero. Además, no sólo le había cedido la empresa, sino que le había permitido dedicarse a aquello que más le gustaba: descubrir planetas, y le había liberado de la mayoría de las labores de dirección.




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