Faltaba una hora para el almuerzo, pero ya se estaban moviendo para tener todo listo. Adriano deambulaba de un lado a otro viendo que todo avance perfectamente. Habían pasado unos días desde la discusión con Kate y de momento ninguno de los dos había arreglado nada. Ella seguía ofendida, y él no se animaba a dar el paso para pedir disculpas.
Estuvo pensando en los comentarios de Kate sobre su estrés permanente y como afectaba a todos, Cameron le dijo algo parecido. Esa misma noche decidió que al menos tenía que intentarlo, no podía perder el control con tanta facilidad ni vivir atemorizando a sus trabajadores. Se dijo que sí, trataría de no ser tan exigente y se le hacía un poco pesado de a ratos. Estaba muy cerca de la zona donde Rachel trabajaba, y por un instante sintió algo de culpa.
Bien, tenía que admitirlo, se pasó un poco con ella y ahora no sabía cómo retractarse, o si en realidad quería hacerlo. Si algo no toleraba era que lleguen con resaca a la cocina, apestando a alcohol y cigarro, que tengan el descaro de manipular su comida en ese terrible estado. Y cuando aquella mañana Rachel llegó apestando como si fuera la madre de todos los vicios se sintió bastante decepcionado. Creyó haber encontrado en ella a alguien capaz, y de verdad que se aguantó buen rato las ganas de suspenderla hasta que ella misma lo echó todo a perder. La idea de enviarla a otra área fue que al pasar los días ella misma renunciara, que se diera cuenta de que ya no la quería ahí. Pero vaya que la chica era resistente, había asumido su nuevo cargo por el simple placer de torturarlo.
Rachel estaba en su rincón de siempre terminando de lavar un par de ollas que, prácticamente, le habían tirado unos asistentes de cocina apurados. En lo más profundo de su corazón los entendía, ella hubiera hecho lo mismo y a veces pasaban esas cosas en el apuro de cocinar. Pero prefería echarle la culpa de todas sus desgracias a Adriano. No podía evitarlo, desde el día que le aplicó ese correctivo lo veía como el causante de todos sus males. Y ella se tenía que encargar de hacerlo sufrir, ya sea con su presencia incómoda, sus miradas asesinas o faltando a las normas de vez en cuando.
Adriano pasó cerca y no se movió mucho, Rachel lo miraba de reojo esperando que se aleje, pero como hace rato estaba tarareando una canción un tanto peculiar, decidió seguirla en voz alta con "bastante sutileza". Es que para variar de lo aburrido que era ese hombre, había prohibido la música en la cocina para evitar distracciones. Por eso no le quedaba de otra que ponerse a cantar para no caer en la locura.
—No, nunca lo vas a conseguir, no esta vez. Nunca jamás lo vas a conseguir, mi amor. Nunca lo conseguirás, nunca lo conseguirás, nunca lo conseguirás... ¡Parapapaaaaaam! (1) —cantó ese último prácticamente alzando un brazo, presa del espíritu de la canción. "Eso Adriano, nunca conseguirás que me vaya, no sabes con quién te has metido.", pensó mientras seguía en lo suyo.
—Señorita Rachel —Adriano al fin se acercó, se paró en la puerta de área de los Stewards—, ¿se puede saber que está haciendo?
—Cantando mientras lavo las ollas —contestó con tranquilidad y hasta "sonriendo"—. ¿Hice algo malo otra vez?
—No cante que distrae a sus compañeros —dijo antes de darse la media vuelta, Rachel disimulaba una risita, sabía que lo había molestado. Pero cuando Adriano volteó se encontró a Kate acompañada de una joven. Le pareció que ya la había visto antes incluso, pero no conseguía recordar en donde, ¿en un concurso quizá? ¿En Le Cordon Bleu? ¿En dónde? No lo sabía, pero ella se le hacía muy familiar.
—Hola, Adriano —le dijo Kate bastante fría—, te presento a la nueva practicante, se llama Priscila Hudson. —Priss lo miraba directo sin poder disimular su sonrisa, había pasado mucho tiempo desde que no lo veía así de cerca, no desde ese concurso. Adriano se había quedado en silencio observándola, quería recordar de donde la conocía—. Adriano... —lo volvió a llamar Kate.
—Ehh... Si. Bienvenida señorita Hudson. Ya le habrá explicado Kate como es el trabajo aquí. —Ella asentía y no le aparataba la vista, pensó que quizá ya la había reconocido—. Pues solo espero que no me decepcione, ya puede empezar —dijo antes de irse a su oficina a ver algunos inventarios, ni siquiera se despidió.
—No te preocupes, linda, está muy ocupado —le dijo Kate al notar que Priss se sorprendió por la actitud tan cortante—. Ahora ven conmigo, te enseñaré el área donde estarás, te vas a quedar a mi lado y por nada del mundo dejes que otro te mande, ¿si?
—Si, señora.
—Señora no. Kate, ¿está bien?
—Si, entonces no me diga Priscila, llámame Priss.
—Perfecto, Priss. Como te decía, te quiero a mi cargo. Conforme vayas avanzando podrás incluso tener la labor de asistente de chef.
—Me parece increíble, ¿pero alguna vez podré estar bajo en cargo del chef Hartmann?
—Oh... Bueno eso depende del tiempo, ya se verá. —En realidad no era muy recomendable y Kate prefería que no sea de esa manera, con la hostilidad que mostró Adriano por su contrato sabía que era capaz de encontrar la mínima excusa para echarla. Caminaron juntas hasta la zona donde Kate era la que mandaba, en donde hacían los platos de fondo—. Ahora estamos avanzando en algunas cocciones, pero cuando empiecen a llegar los comensales es cuando arranca la acción.
Las personas en el área de Kate eran en su mayoría hombres muy jóvenes, por lo que de inmediato se sintió a gusto y además ellos estaban felices de tener una nueva compañera. Kate le pidió que hiciera unos cortes para un fondo de res* que ya les hacía falta y uno de los chicos le iba a ayudar, ella se excusó pues tenía un asunto importante que tratar. Fue directo a la oficina de Adriano donde este seguía revisando los inventarios.
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Editado: 04.10.2023