—Awwwwwww. —Cuando Rachel abrió la puerta no pudo evitar sonreír al ver a su "pareja favorita" junta. Lo primero que pudo hacer fue un gesto de ternura que acabó por irritar a Priss más de lo que estaba—. ¿Ya están o qué? ¡Hablen!
—Solo amigos —repitió ella—, y ya te dije que no te quiero de alcahueta. Arnold se ofreció amablemente a ayudarnos como anfitrión para los invitados.
—Ah, suena bien —dijo un poco decepcionada—. Pasen, se nos hace tarde.
Fueron a la cocina donde Rachel le enseñó donde estaban las cosas. La chica vivía en un cómodo apartamento, antes lo compartió con su madre, pero esta se lo había dejado de herencia, era lo bueno, ya que con el sueldo miserable de practicante al menos se ahorraba los gastos de piso. Después de pelearse un poco con lo que iban a hacer, empezaron su labor en la cocina. Ambas parecían hacer un buen equipo pues tenían algunas ideas similares, aunque Arnold, quien estuvo casi todo el tiempo en silencio y ayudando a pasarles algunos ingredientes, pensaba que Priss era superior en la cocina; se notaba de lejos. O quizá era que simplemente él la veía así porque aún la quería.
Cuando la pareja invitada llamó avisando que ya estaba cerca, las chicas se vistieron con el uniforme de cocina y alistaron la vajilla para la decoración de los platos. Arnold ya estaba listo y puso la mesa de manera elegante con lo que pudo encontrar en casa de Rachel. No era muy difícil pues lo que había aprendido con Priss era que las estudiantes de cocina siempre tenían cubiertos, vajilla y mantelería fina para cualquier ocasión. Entonces sonó el timbre, Camila y Charles habían llegado.
—Buenas noches y bienvenidos a la cena privada hermosa dama y... distinguido caballero —dijo Arnie al abrir la puerta y saludarlos. Camila y Charles se miraron sorprendidos al verlo ahí. Camila golpeó "con disimulo" a Charles con el codo como para recordarle que era "el novio" de Priss y debería mínimo hacer una escena.
—Ah si... —dijo el chico reaccionando—. ¿Qué haces tú aquí? ¿Quién te ha invitado? —dijo tratando de ponerse lo más serio posible.
—Es inútil, Priss ya me dijo que era una especie de truco. No se preocupen, todo está bien y somos buenos amigos. Adelante, tendrán una hermosa velada.
—Bueno, yo entro. —Se adelantó Camila sintiéndose más relajada. Para llegar a Queens desde su casa había sido toda una aventura, por poco hasta les roban. Pero al entrar al ambiente donde se ubicaba la mesa, un balcón que daba a una especie de área de juegos rodeada de jardines, se sintió tranquila. La iluminación con velas le encantó, además de que el doblado de servilleta al estilo abanico se veía divino. Arnold retiró la silla para que ella se sentara y Charles tomó asiento mirando alrededor. Aunque ambos estaban acostumbrados a convivir con el lujo todos los días, jamás habían recibido un trato de ese tipo. Y al menos eso era lo que intentaban ofrecerles ese día las chicas con la cena.
—Nuestras chefs me mandan a decir que esperan les gusten los platos de hoy —dijo mientras colocaba sobre la mesa los aperitivos, martinis hechos por ellas mismas, aunque decían que no les daban bien los cócteles—, y les mandan a decir explícitamente que "es comida Gourmet, si no les gusta es porque son unos ordinarios sin paladar". —Charles casi se atraganta con el martini mientras Camila no reprimió la risa, esas dos eran terribles.
—No sé por qué presiento que lo de "ordinarios sin paladar" lo dijo Rachel —comentó Camila y Charles afirmó con la cabeza apoyándola. Arnie no dijo nada, pero la chica dio en el blanco.
Tuvieron una cena maravillosa. Conversaban de algunos asuntos del hotel y entre otras cosas mientras trataban de comer "educadamente". Camila había leído varios libros de etiqueta y guiaba con algo de éxito a Charles. Que su copa era la de la derecha, los cubiertos pequeños para la entrada y los otros en el plato de fondo. Que la servilleta se veía bonita, si claro, pero la idea era que le desarmara para comer. Que la posición de los cubiertos, que cuando venga el vino debía mínimo fingir que sabía catar.
—¡Ya! ¡No entiendo por qué carajos tanta ceremonia para comer!
—¡Pero qué ordinario eres! —dijo ella entre risas—. Esa es la idea de una cena cinco tenedores, comer con elegancia, ¿no?
—Si, pero igual es una tontería, como quiero y punto.
—Tampoco es que me crea un árbitro de la elegancia, pero no seas ordinario. —Charles no dijo nada, pero la respuesta de Camilia fue él cogiendo un buen trozo de la comida para luego metérselo a la boca cogiéndolo con los dedos—. En serio, eres un asco —bromeó ella, Charles hizo todo lo posible para no atragantarse de la risa por lo que acababa de hacer, aunque finalmente y cuando al fin pudo comerse ese bocado los dos ya no pudieron controlarse, y fue Camila la que tuvo que poner orden—. Qué cerdo eres.
—Déjame ser. Vida hay una sola, tallas de ropa hay muchas.
—Shhh... ahí viene Arnold con el vino.
Por la mesa ya habían desfilado varios el plato de entrada y estaban empezando con el de fondo. La decoración de los platos, era en palabras de Charles, "tan bonito que de pena desarmarlos", y en palabras de Camila, "pero vale la pena comerlo". Después de servir el vino, se relajaron un poco más para continuar, y se tomaron su tiempo para acabar el plato, que en verdad era una delicia. Un plato así en The Oak Room, por ejemplo, debía de costar una millonada.
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Editado: 04.10.2023