—¿De qué tendríamos que hablar? —preguntó aparentando tranquilidad. Lo único que quería era salir de ahí. Claro que también le llamaba la curiosidad, ¿qué quería Sandra con ella? ¿Exactamente de qué quería hablar? Ahora tenía miedo de enterarse de cosas que era mejor no saber.
—¿Acaso no lo adivinas? —Algo en la sonrisa de Sandra la incomodó, parecía estar burlándose de ella. Bien, Sandra podría ser la repostera más exitosa del país, pero ella no iba a dejarse pisotear y menos que se burle.
—Sé que Adriano y usted fueron novios por casi cuatro años, si a eso se refiere.
—Si, cuatro años. Terminamos hace unos tres —contestó ella de lo más tranquila—. Pero como has notado, nuestro trato es profesional. Él es un gran chef y yo una buena repostera, no podemos evitar el que siempre nos contraten juntos.
—Eso lo sé, lo he notado. Creo que es bastante obvio que ustedes tienen una buena relación, no me parece nada fuera de lo común.
—Ajá, aunque supongo que él no te habla de mí, en realidad a nadie le gusta que le hablen de sus ex. Solo que con Adriano es diferente, yo estoy vetada en su vida privada. Créeme que no era necesario que lo supieras, es más, hubiera sido mejor —le dijo bajando la mirada—. Así que él no te ha contado nada, ¿verdad?
—Solo sé que fueron novios, no creo necesitar saber nada más.
—Crees mal. Para que Adriano ande contigo es porque quizá ya está enamorado. Y disculpa que te lo diga, pero si te lo ocultó fue por algo —le dieron ganas de pararse y de salir corriendo, pero solo consiguió dejar su mirada fija en Sandra con un gesto interrogante.
—¿Qué es lo que está mal? No me gusta esta insinuación, me está preocupando.
—Puedes tutearme —le dijo tranquila—. Y no te preocupes, te entiendo. Conozco a Adriano más que nadie, sé cómo es él. Sé de sus celos, sé que a veces puede ser desesperante, que guarda secretos, que no cuenta muchas cosas. Seguro que apenas te habla de su familia —Priss afirmó con la cabeza—. ¿Lo ves? Es muy reservado. Pero es bueno, él jamás quiso que pasaran muchas cosas, aunque crea lo contrario.
—¿Qué fue lo que pasó? ¿De verdad fue tan terrible?
—En líneas generales tuvimos una buena relación, incluso estable me atrevería a decir. No estoy segura de sí me amaba de verdad o solo parecía. Quizá me convencí de que no era así en el último año de nuestra relación. Vivimos juntos, estábamos comprometidos, nos íbamos a casar —dijo Sandra con cierta nostalgia. Compromiso, matrimonio... Vaya. Eso sí que era una noticia. Aunque quizá no estaba preparada para lo que seguía.
—Pero terminaron.
Sandra se mantuvo un momento en silencio. Dio un gran suspiro, su mirada estaba perdida en algún punto de la calle. Priss creyó ver unas lágrimas asomando por sus ojos pero esta las secó inmediatamente. Luego volvió su mirada a la chica, tenía los ojos enrojecidos. Ahora Priss no sabía qué esperar.
—Adriano no te lo dijo porque es duro para él y espero que lo comprendas. Pero así como es duro para él, créeme que es mucho peor para mí. No tienes idea cuanto sufrí con esto, me es doloroso recordarlo, no quiero ni pensar en aquello.
—No debes contarme si no quieres... —Ya no quería escuchar nada, debió huir cuando tuvo la oportunidad.
—Es doloroso, aún voy a terapia para tratar de olvidar aquello —decía con voz entrecortada—, pero creo que debes saberlo. Eso que pasó es algo que el pobre de Adriano aún debe guardar en lo más profundo, quizá por eso se volvió tan inflexible un tiempo.
—¿Qué pasó? —No entendía por qué preguntaba. No quería saber, quería irse corriendo en ese momento y olvidar el asunto. Pero era demasiado tarde.
—Cuando teníamos tres años de pareja ya vivíamos juntos, aún no pensábamos en casarnos ni comprometernos, pero sucedió algo inesperado. Descubrimos que estaba embarazada. —Priss intentó controlar su expresión de sorpresa y se pellizcó el brazo por debajo de la mesa. Embarazada, Dios, había un bebé de por medio—. Ahora creo que fue un poco forzado, pero decidimos comprometernos y casarnos después del nacimiento del bebé. Por aquel entonces Adriano apenas estaba estrenando The Oak Room y el trabajo era intenso como puedes imaginar. En ese tiempo yo no pensaba como ahora, pero ya puedo ver con más claridad las cosas. Aunque Adriano estaba emocionado de saber que iba a ser padre, yo no lo sentía contento con la idea del matrimonio. Sentía que no me quería lo suficiente. Yo lo amaba, de verdad, y sé que él ama la cocina casi como a sí mismo. Pero con un nuevo bebé en camino, ¿no crees que hubiera sido mejor dedicarle más tiempo a la madre de su hijo y al bebé que a cocinar? —Priss no dijo nada. No sabía ni que pensar, ¿para dónde iba esa historia?—. Fue un embarazo difícil, discutíamos frecuentemente por cosas como esas. Se la pasaba todo el día en el restaurante, apenas llamaba y cuando lo hacía era solo para preguntar si había tenido algún problema o alguna molestia. Solo le importaba el bebé, no yo, eso es lo que sentía. Lo quería a mi lado, apoyándome, cuidando de mí, dándome amor. Pero no lo hacía, se dedicaba a ver crecer mi vientre. No le importaba.
—No entiendo, dices que estaba muy emocionado por el nacimiento, ¿cómo que no le importabas?
—No le importaba yo, pero si el bebé, ¿entiendes? O yo sentía que le importaba más el estado de la criatura que mi estado de ánimo. Sentía que había dejado de amarme, era eso. Tenía siete meses y una mañana discutimos, fue la peor discusión de todas. Él me dijo cosas terribles que no me gustaría repetir, pero era algo así como que yo era una egoísta que solo pensaba en mí, que me había embarazado para atraparlo. Que aceptaría firmar al bebé porque lo quería, pero que no se casaría conmigo. Rompió el compromiso en ese momento, se fue muy enojado y me dejó muy nerviosa, llorando sin parar. —Priss ya no sabía qué cara poner, no lograba asimilar todo eso—. Sé que no lo hizo por maldad, teníamos una semana discutiendo, pero ese día se descargó por completo.
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Editado: 04.10.2023