Había llegado al fin el día viernes. En realidad, él no había esperado con muchas ansias ese día, pues tendría que encontrarse con Sandra para hablar de un asunto que estaba seguro lo iba a poner en una encrucijada. Por un lado tenía la conciencia tranquila, le había contado todo a Anne y ella lo apoyaba. No tenía por qué ocultarle otra cosa, al menos estaba seguro de que por ese lado no tendría problemas.
Pero por el otro lado estaba Adriano, este ni sabía lo que pasó hace unos años. Y él fue tonto, debió advertirle a tiempo. Cada día que pasaba se arrepentía más de no haberle dicho nada, de haber callado y haber tenido miedo. Cuando pudo hacerlo ya había sido demasiado tarde.
Así que llegado el día, ella lo llamó y le pidió que vaya a su apartamento. Claro que se opuso, ese era territorio de Sandra y estaba seguro de que tendría alguna trampa preparada. Pero ella insistió, si no era en ese lugar no sería en ningún otro y muchos saldrían perjudicados. Aceptó, Anne incluso quiso acompañarlo al menos hasta la puerta del edificio para asegurarse que no había nada raro, pero Cameron pensó que era mejor que enfrente eso solo. Que por favor, confíe en él. Esa vez todo iba a salir bien.
Fue hacia allá de inmediato, sabía que ya no iba a tener ningún sentido retrasar ese encuentro, era mejor que pase de una vez y cerrar el círculo.
Le sorprendió que lo hiciera esperar en el lobby del edificio, como si no le tomara mucha importancia, o quizá lo quería desesperar. Subió al fin por el ascensor y lo hizo esperar un rato más en lo que abría la puerta. Y al fin lo atendió, no exactamente como esperaba, o quizá si debió pensar que ella sería capaz de algo como eso. Estaba con una bata de baño muy corta, apenas unos centímetros le cubrían las piernas y tenía un hombro al descubierto. Lo miró provocativa y él solo suspiró resignado, sabía que eso iba a pasar.
—Disculpa que me haya demorado en atenderte, pero estaba tomando una ducha. Fue necesario, me puse caliente con la sola idea de que venías a verme.
—¿Puedo pasar? —preguntó con frialdad y apenas mirándola.
—Por supuesto, puedes pasar y hacer lo que quieras. La casa y yo somos tuyas.
—Déjate de tonterías, por favor —ella se hizo a un lado con una sonrisa y él entró. Sandra cerró la puerta y se adelantó a sentarse en un sofá. Él la siguió y se sentó al otro extremo para evitar que se le acerque. Pero inmediatamente ella se movió para sentarse muy junto a él.
—¿Qué pasa, Cam? ¿Me tienes miedo? ¿Me vas a evitar como antes?
—A ver, Sandra, no quiero perder mi tiempo. Quiero que me digas de una vez a que me has citado.
—Está bien, seré directa. Estoy embarazada y quiero que firmes a tu hijo. —Por unos segundos Cameron se quedó perplejo, pero luego no pudo resistir las ganas de reír.
—¿En serio, Sandra? ¡Cuéntame un chiste mejor!
—Sí, sabía que no iba a ser bueno, ¿verdad? No es muy creíble que tú seas el padre, no se lo traga nadie —dijo pensativa. La loca se estaba tomando muy en serio la estupidez que acababa de decir.
—Claro, es imposible. ¿A qué viene toda esta historia? ¿Por qué inventar que tienes un hijo ahora?
—No es broma —le dijo más seria. Se acercó a tomar un sobre que estaba en la mesa de centro de la sala y del que él no se había percatado—. Puedes mirar si quieres. —Y se lo alcanzó. Cam miró dudoso el sobre, pero luego de unos segundos lo abrió para ver el resultado. En efecto, Sandra estaba embarazada y tenía cuatro meses de embarazo. No lo había notado, bajó la mirada hacia su vientre y hasta le pareció verlo un poco más abultado. Y recordó cuando estuvo embarazada antes, tampoco se le notó muy bien hasta casi llegar a los cinco meses. Así que supuso era verdad.
—Y bien, ¿me has llamado solo para contarme que esperas un hijo? Muy considerado de tu parte.
—No solo te voy a dar esa novedad. Tendrás el honor de saber quién es el padre, ¿no te parece genial? Ahora no te caigas de la sorpresa.
—Dilo de una vez.
—Está bien —le pareció incluso que en su rostro se dibujaba una sonrisa de satisfacción por lo que iba a decir—. El padre es Adriano. —Cameron no pudo contenerse, soltó una fuerte carcajada.
—Enloqueciste, ¿verdad? Deberías pensar mejor tus mentiras.
—¿Acaso me ves cara de comediante? No estoy jugando. El padre es Adriano, y no te estoy mintiendo —contestó ella muy seria.
—Escucha, Sandra, si piensas que puedes ir inventando ese tipo de tonterías estás muy equivocada. Después de todo lo que pasó entre ustedes, Adriano sería incapaz de hacer algo así, además hace cuatro meses ya conocía a Priss, jamás la hubiera traicionado.
—En ese tiempo apenas estaba conociendo a esa chiquilla. Quizá recuerdes el día, la última boda que organizamos en "The Palm Court" —él asintió—. Pues ese día el parecía estar muy enojado con Priss, creo que se pelearon. Salió furioso, yo lo seguí. Se fue hacia The Oak Room, no sé por qué, pero me dio curiosidad. Estaba tan molesto y despechado que no tuve que hacer mucho esfuerzo. Lo seduje con facilidad, fue como un desahogo, o como venganza. Lo que sea, el hecho es que lo hicimos en su oficina. Fue como recordar los viejos tiempos, yo lo disfrute mucho, él se veía muy culpable.
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Editado: 04.10.2023