Aspen, Colorado
—¡Merry, aquí!
Tan pronto bajo del helicóptero que mi prima me ha enviado para viajar de Beaver Creek a Aspen, busco a Danielle con la mirada hasta encontrarla. Es un gusto volver a verla después de tanto tiempo, a pesar de lo cansada que me siento.
Por suerte, hoy terminamos antes de lo previsto. El trabajo consistió en hacer inventario de lo que se necesitaría en las diversas áreas del hotel. Los únicos inventarios que no tuvimos que actualizar fueron los de los restaurantes, pues están al día por ya estar disponibles al público, y el de los artículos para las habitaciones, cuyo más reciente pedido llegó durante la mañana.
Todavía nos falta verificar que los trabajos de construcción estén terminados esta semana y llenar las vacantes del personal, además de adiestrarlo. Todo debe estar listo, mínimo, para la semana antes de la inauguración, a realizarse el primer fin de semana de octubre. Eso ocupará mi tiempo y el de A.J. el resto de los días que nos quedan aquí. Y, como he comprobado hoy, hacemos un gran equipo, por lo que serán cinco días productivos. Nuestra química es excelente. En todos los sentidos de la palabra.
Por supuesto, no podían faltar los momentos... ¿cómo llamarlos? ¿Inquietantes? Sí, eso es. Hubo muchas situaciones inquietantes durante la jornada de hoy, el fantasma de nuestro no-beso flotando entre los dos. Tales momentos tuvieron su punto culminante cuando, al terminar nuestro día, él me preguntó, ya en el apartamento, si quería dar un paseo, mientras caminaba a mi habitación.
—Me gustaría —respondí—, pero tengo una cita a las cinco.
A.J. levantó una ceja, interrogante.
—Una cita, ¿eh? —su timbre de voz fue demasiado posesivo para mi gusto—. ¿No es muy temprano para una cita?
Fue en ese instante que supe que A.J. pensaba que mi cita sería con un hombre. Y me preguntaré el resto de mi vida por qué no lo corregí.
—Depende de lo que vayas a hacer en una cita —mi respuesta lo ha intrigado. Lo sé.
—¿En serio? Dime más.
—Lo único que diré es que es la hora perfecta para lo que tengo en mente.
—Ah, lo tienes todo planeado.
Una tarde de compras acompañada de una cena con mi prima/hermana, su novio y la familia de este último no es lo que yo llamaría un “plan”. Más bien, lo calificaría como una “encerrona”. Pero todo sea por ayudar a mi Dani.
—En cierto modo, sí —dije, no obstante.
—No va a funcionar.
—¿A qué te refieres? —quise saber, una mezcla de confusión y curiosidad.
—Tu cita —el énfasis en la palabra “cita” no me pasó desapercibido, y me enfadó un poco—. Las cosas que se planifican salen mal, Maryanne. ¿No lo sabías?
Me detuve en seco.
—Supongo que tú no planificas nada.
—Tú lo has dicho, no planifico. Soy libre como el viento.
El cinismo implícito me inquietó e intrigó.
—Me alegro por tí —replico cortante—. Por cierto, no vengo a cenar esta noche. Tal vez ni siquiera a dormir.