Estaba enojado, lo habían usado sin que se diera cuenta. Se dejo manipular y engañar como un niño. Hacía tiempo que no se sentía tan mal, tan perdido, tan desolado en su vida.
Miro los trozos de su varita que aun estaban esparcidos por el suelo recordando su fallido hechizo y lo acontecido horas atrás.
—Están muertos porque fuiste un idiota—le replica su hermano quien lo había ayudado a escapar y se encontraba a su lado.
No era la primera vez que alguien moría por sus caprichos, pero era la primera vez que sentía culpa por sus actos. La primera vez que reconocía sus errores aunque dolieran.
—Recuerda que ella no puede conocer nada de esto hasta que se decida lo contrario y ¡tú! ni pienses en meterte, ya hiciste suficiente.
Su hermano tenía razón, no tendría que meterse más.
Pero no estaba todo perdido… al menos no aun. Quedaba la promesa que él realizo horas atrás. Sería difícil cumplirla pero lo haría sin importar los costos porque ya nada le quedaba para perder.