El amor puede doler a veces, el amor puede romper corazones.
Pero el amor trae felicidad, el amor trae esperanza y el amor es la luz entre tanta oscuridad.
El canto del gallo de la vecina era su alarma cada mañana, aunque a diferencia de otros días; los fines de semana no trabajaban. Tiró de las cobijas y miró hacia un lado, viendo como el sol trataba de filtrarse entre las cortinas y quiso reír, hoy no amigo, hoy me quedo en casa. Sus ojos viajaron desde la ventana, al reloj y luego hasta la vieja fotografía que descansaba en la mesa de noche, se acomodó en la cama y tomó el retrato reconociendo los rostros, con quince años menos.
Edxon de trece años con los dientes grandes y rapado, él con su hermanita en brazos, Manuel de veintidós y a su lado su hermana Sara, brillando como solo ella sabía hacerlo.
Sara.
Esa foto fue una semana antes de que ella se fuera del pueblo comprometida, una semana después de que su corazón se rompiera mientras los adultos le decían que era muy joven para amar, que era muy joven para saber sobre corazones rotos. ¿Y ese dolor que sintió el día que ella se fue, que era? ¿Quién le explicaba ese dolor que sintió? ¿Quién le explicaba el por qué aun quince años después seguía esperando?
Sacudió la cabeza ante los recuerdos y los sentimientos que aun albergaba por aquella mujer, por la mujer que amó y amaba. Dejó la fotografía en su lugar y terminó cerrando los ojos tratando de volver a dormir, pero eso fue casi imposible porque la puerta de su casa sonó más de una vez, quiso gemir de dolor y terminó levantándose. En el camino se puso una playera sin mangas y bajó las escaleras viendo a su madre y hermana parlotear, vio el calendario pero era un sábado normal, ¿Qué hacían tan temprano ahí?
A ese paso le entregaría mejor una llave, su madre y hermana pasaban más tiempo en su casa que en la suya.
Abrió la puerta y sonrió viendo a su madre, una mujer de Cajamarca, tan blanca como la leche y con unos ojos claros que le había heredado. Mientras Yesmin la seguía en belleza, y en gran parecido, y que decir del carácter.
―Deben estar muy aburridas para venir a mi casa ―Abraham murmuró dejando un beso en la frente de su madre para después revolver el cabello de su hermana pequeña mientras ella se quejaba, iba a cerrar la puerta pero la imponente figura de su padre apareció, riendo a carcajadas con los vecinos que se iban a la chacra.
Su padre era un moreno alto de Chincha, en uno de sus viaje quedó enamorado de su madre, y al ver que su familia impedía la unión; se la robó y la trajo al pueblo. El viejo se la había jugado bien y desde entonces; se amaban como ningún otro.
―Hoy inicia la fiesta de compromiso de Edxon y quedé en ayudar en la comida, pero antes, quería desayunar con mi familia ―Valeria señaló yendo directamente a la cocina para empezar a calentar agua, y luego sacar de las bolsas los tamales de maíz pelado con pan caliente, su hermana comenzó abrir las ventanas y encender el estéreo, mientras Abraham sacaba los platos hacia el patio, ya que cuando su madre venía; afuera desayunaban―. Maira ha preguntado por ti hoy que fui a la panadería, la muchacha sigue sonrojándose cada que te ve.
― ¡Tiene treinta y un años! ―Yesmin exclamó burlándose―. ¿Quién se sonroja a esa edad? Ni yo lo hago.
― ¿Qué no hace usted, señorita? ―inquirió con voz fuerte Mateo, sonrió hacia su hijo que estaba colocando las tazas de café en la mesa.
―Maira es bonita mamá, pero no es mi tipo ―se excusó quitándole la jarra de café caliente y sirviendo en las cuatro tazas, volvió hacia la cocina por jugo de naranja para su hermana y ella sonrió como niña pequeña. Siempre lo sería para él―. Deja de buscarme novia, y decir que soy un buen partido.
― ¿Y no lo eres? ―
Valeria inquirió y Abraham gimió viendo a su padre para que lo rescatara, pero él estaba muy entusiasmado terminando su primer tamal―. Tienes tus influencias en Agroaurora, y no solo eso, eres el jefe en tu departamento. Cualquier chica quisiera tenerte de marido, además ya es hora de olvidar tu enamoramiento por…
―Valeria ―pidió Mateo dejando a un lado los cubiertos, su mujer suspiró y cambió de tema.
A las diez de la mañana su casa volvía estar calmada, solo con la estéreo encendida mientras limpiaba la casa, en la semana apenas le dejaba tiempo de limpiar el patio, y es que entre el trabajo y ayudar en el pueblo, apenas y estaba en casa. Manuel constantemente le decía que bajara el ritmo de su vida, pero a él le gustaba ayudar, y si tenía fuerza; seguiría haciéndolo.
Se bañó y se cambió, ya que se reuniría con sus amigos, en especial con el que en una semana se casaría. Edxon había estado con Naomi desde la secundaria, y en menos de una semana se darían el sí frente a las personas que ellos amaban, frente a los que realmente los querían.
― ¿Quieres casarte, Abraham? ―el moreno parpadeó varias veces y se giró al ver a sus dos amigos mirarlo, sonrió y los saludó, al ver que no respondía; Manuel volvió a preguntar―. ¿Tasayco?
―Por supuesto que sí, me gustaría casarme ―colocó las manos atrás de su cabeza y dejó caer los lentes oscuros en el puente de su nariz, ese día el sol estaba más fuerte que nunca―. He querido casarme desde que la vi bailar en las fiestas de Julio.
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Editado: 25.08.2021