Cambiando La Emisora

CAPÍTULO DOS: LA LUNA NO SALE

No mereces mi amor...

 

A las cinco de la mañana Sara abrió los ojos por las pesadillas, por un momento creyó que seguía en el departamento, que a su lado estaba Eder aferrándose a cuerpo, con aquellos labios rosados entre abiertos y murmuraba un; vuelve a dormir amor, yo le cambiaré los pañales.

Sí, eran pesadillas, porque nada de eso volvería; porque él era un espejismo.

Sara se puso de pie, sus pies estaban fríos y terminó metiéndolos dentro de sus pantuflas negras que le había dado su mamá y encendió la estufa, era demasiado temprano provocando que las temperaturas fueran bajas, pasada de las nueve volvería a estar fresco o demasiado caliente, era un pueblo; ahí siempre parecía verano.

Tiró de la chaqueta negra y se asomó por la ventana, vio los burros pasar y también las ovejas, los perros ladrando mientras los dueños iban con su ropa más viejita para ir a la chacra. En la emisora de la plaza se reproducía una vieja canción de Ricardo Montaner para después dar aviso que habían tamales en casa de la vieja Queta junto con café pasado donde los Navarro. Quiso reír por eso, algunas cosas no cambiaban.

Se recostó y luego escuchó risas y una reconoció; su hermano Manuel traía pan con tamales y se había quedado recostado hablando animadamente con un hombre moreno, éste movía los brazos causando la risa en su hermano. ¿Quién era? Habían pasado tantos años que se había olvidado de los rostros de mucho. Cuando iba a regresar a la cama, el hombre se giró y miró hacia arriba, pero no la estaba mirando a ella, solo veía un punto fijo.

Sus ojos...

Era un moreno de ojos claros y labios gruesos, solo conocía un hombre así o conoció a un muchacho así.

Era el amigo de Manuel, aquel niño que le declaró su amor cuando ella estaba en noviazgo con Eder, recuerda haberse reído por los sentimientos, pero muy dentro de ella quería que alguien la amara como él decía hacerlo, Eder la quería, pero nunca en su vida vio una mirada como la del muchacho, como si esperara algo de ella.

¿Qué esperabas de mí, niño? Se preguntó viéndolo ponerse una gorra y metiendo sus manos dentro de unos pantalones oscuros, era más grande que su hermano, más cuerpón. Quince años eran mucho, demasiado cambios.

¿Se acordaría de que hace quince años la amó tanto?

No perdió más tiempo y corrió las cortinas, se dio un baño y lavó su cabello, ya había perdido la cuenta de la última vez que se había dado un largo baño. Con ropa limpia y suelta salió de la habitación, ese día tampoco encendió el celular, no quería escuchar la voz de Eder, ni de sus cuñadas. Bajó las escaleras y una sonrisa tiró de sus labios al ver a sus hijos ser mimados por sus padres mientras Manuel les ponía el café y un tamal en su plato, Jimi preguntando con curiosidad y pidiéndole a su abuelo que lo llevara a la chacra, mientras Bianca estaba en silencio.

―Buenos día ―saludó y sus padres la miraron con ternura, se acercó dejando un beso en sus mejillas para después hacer lo mismo con sus hijos, pero fue Bianca quien se hizo a un lado molesta. Sara suspiró y fingió no haber visto eso mientras se sentaba a su lado―. Manuel, ¿le has dado tamal con chancho o pollo?

―Pollo enana, sé que le hace mal el chancho ―su hermano se sentó a su lado, tomó su mano y la llevó a sus labios dejando un beso en sus nudillos lastimados―. Hoy hay misa, ¿quieres ir?

Todos se quedaron en silencio viéndola, en la ciudad ella nunca fue a la iglesia, Eder no era cristiano, así que de vez en cuando leía la biblia. Ella creía en Dios, y en un punto de su desgracia se preguntó si aquello era un prueba, pero nunca hubo respuesta.

―No quiero dar que hablar en el pueblo, pero los niños pueden ir ―miró a sus hijos, Jimi era el más emocionado, tal vez esa sea una buena oportunidad para bautizarlo en el pueblo y para que Bianca diera la comunión―. La siguiente semana podría ir.

―La gente siempre habla, cariño, pero luego se cansa de hacerlo ―señaló su padre poniéndose de pie, besó la frente de su madre y miró con ternura a sus nietos―. ¿Quieren acompañarme a darle de comer a las pollitos y patitos?

― ¡Si! ―dijeron al unísono, ella sonrió al ver a su hija hacerlo, a los segundos las voces animadas de los niños se perdieron y ella soltó el aire contenido.

― ¿Creen que pueda inscribir a los niños en el colegio? Sé que estamos a mitad del año, pero tengo sus certificados, no quiero que ellos pierdan más por mi culpa ―Sara miró sus manos temblar e incluso sus ojos de aguadaron, Manuel al ver su estado se puso de pie abrazándola con fuerza―. Ellos ya perdieron mucho por...

―Ninguno de los tres volverá a perder algo, así que tranquila.

***

Abraham soltó el aire contenido cuando volvió a sentarse, aun sentía la ostia en su paladar y podía escuchar las palabras de su madre; solo a los malcriados y rebeldes se les pega en el paladar. Quiso reír cuando ella se giró y la miró con aquellos ojos claros, mientras fruncía la boca. Ella creía que seguía siendo un niño.

Yesmin a su lado hablaba animadamente con sus amigos mientras él miraba alrededor, pero Edxon estaba adelante con su futura esposa y Manuel atrás, ni como ir hacia allá, todos se iban a poner a murmurar.

― ¿Y esos niños? ―Abraham quitó la mirada del celular para regresarla a su hermana y luego mirar hacia donde él señalaba, frunció el ceño al ver a los papas de su amigo con dos niños, el varón pequeño y mirando alrededor con curiosidad, mientras la niña agarraba con fuerza la mano de Manuel―. ¿Manuel tiene otra mujer?

― ¡Claro que no! ―lo defendió, esa mañana habían estado hablando, pero él no había mencionado nada sobre niños o algo por el estilo―, si Lena te escucha se molestará.

Volvió sus ojos a los niños y en especial a la mayor, viendo el parecido en...Sara. ¿Y si ella estaba ahí? ¿Y si eran sus hijos? Sabía que los tenía, pero una parte de él no estaba preparado para verlos como una familia, para verlos felices mientras Abraham aun la esperaba en silencio.




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