Liz no podía creer lo que acababa de escuchar, su primo Santiago estaba con la niñita esa desde hacía casi un año. Si, niñita, porque Santiago tenía 30 años recién cumplidos y esa mocosa a duras penas llegaba a los 20 años. No alcanzaba a comprender como un hombre como Santiago Moore se había fijado en esa chica teniendo a su disposición a innumerables mujeres, mujeres que darían lo que fuera por tan solo tomarse una copa con él. Una de esas mujeres era su amiga Milena Davis.
Milena Davis venia de una familia por demás acomodada, los Davis y los Baker eran buenos amigos e incluso tenían juntos algunos negocios. Milena se había preparado desde muy joven para algún día ocupar un puesto en la empresa familiar, era una chica joven, hermosa y carismática. A diferencia de Liz, Milena le caía bien a todos, ni siquiera la propia Liz podía comprender como Milena la soportaba, pero así era, Milena era quizá su única amiga y le tenía aprecio, aunque no se lo demostrara.
Es por esto que Liz no lograba comprender porque Santiago nunca se había fijado en ella y no, Milena no estaba locamente enamorada de Santiago, pero si le gustaba mucho.
Liz tenía un cabreo monumental, necesitaba liberar el estrés y para buena suerte suya y desgracia de Rob, el seria el blanco de todo su enojo.
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Había llegado un paciente a urgencias, era un trabajador de una construcción que había sufrido un accidente, sus compañeros de trabajo habían llamado a la ambulancia y esta había llegado, habían dado los primeros auxilios al obrero y lo habían llevado al hospital para que fuera tratado. Todo estaba bien con el proceder de Rob, había hecho todo según el protocolo y el paciente había llegado al hospital sin mayores contratiempos, pero Liz estaba enojada, aunque en el fondo sabía que todo se había hecho correctamente, necesitaba descargarse con alguien.
- ¿Quién se supone que fue el inútil que auxilió a este hombre? -Gritó Liz en pleno pasillo del hospital.
Rob quien se había quedado allí esperando noticias del obrero, contestó:
-Fui yo señora, ¿Hay algún problema?
A Liz le sorprendió, era un chico joven y muy guapo. Algo dentro suyo se encendió y por un instante olvidó su enojo, pero luego se recordó que no tenía tiempo para sensaciones estúpidas y distractoras, así que volvió a su estado anterior.
- ¿Dónde se supone que se educó? ¿A caso allí donde estudió no le enseñaron a hacer bien su trabajo? No siguió el procedimiento como debía, el paciente pudo haber empeorado gracias a usted y su deficiente trabajo. Que conste que hablaré con sus superiores para que le den un correctivo y quizá lo envíen de nuevo a la escuela a ver si así no mata a alguien el día de mañana. Ahora haga el favor de quitarse de mi vista.
Rob estaba sorprendido, todos lo estaban. Durante las vacaciones de Liz, los empleados del hospital se habían acostumbrado a ver al chico rondando por allí, todos le habían tomado aprecio a pesar del corto tiempo que llevaban conociéndolo, pero el con su amabilidad se había ganado desde las empleadas de la limpieza hasta al mismísimo director del hospital. Siempre hacia bien su trabajo, sin quitar merito a sus compañeros, Rob era el mejor paramédico que había por allí y quizá al que más le gustaba su trabajo, era por esta razón que nadie entendía el comportamiento de Liz hacia él.
Rob educado como siempre, haciendo uso de toda la paciencia que en el habitaba, asintió ligeramente, dio media vuelta y se fue. Sabía que pronto recibiría alguna llamada de su superior y tendría que dar explicaciones, al menos eso dijo la joven y hermosa mujer que le había gritado.