Dos meses habían pasado. Dos meses de idas y venidas. Dos meses de días buenos y otros no tan buenos. Dos meses en que cada que la veía mientras que a él se le aceleraba el corazón y buscaba ser amable, ella lo rechazaba. Dos meses fueron mas que suficientes para que la chispa que entre ellos habitaba se convirtiera en un gran incendio que arrasara con todo a su paso.
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Aquel día él había salido con sus hermanos a tomar una copa, fueron a un bar tranquilo, se sentaron en una mesa y esperaron a que un camarero fuera a tomar su orden, desvió la mirada un segundo y la vio. Estaba sentada en la barra, se notaba que tenía rato allí, a simple vista lucía un poco ebria, no estaba seguro de cuanto, pero lo averiguaría en ese mismo instante.
Se acercó hacia la barra y se situó a su lado derecho, al sentir una presencia, Liz se volteó y al verlo, aunque tenía ganas de hacerlo, no lo trato mal, simplemente preguntó:
- ¿Qué haces cuando sientes que fracasaste? ¿Cómo lidias con ese sentimiento?
Él se extrañó, no creía que una mujer como ella pudiera fracasar en algo, pero de igual forma contesto:
-Si sientes que fracasaste venir aquí y tomar, no hará que te sientas mejor, solo debes sentarte y analizar en qué parte de la situación fallaste y buscar la forma de remediarlo si es que tiene algún remedio. Si no, no queda más que superarlo y levantarte con más fuerza. No somos perfectos y podemos fallar algunas veces.
-Yo no puedo fallar, yo no. ¡Por Dios, soy Elizabeth Baker! Además, ¿Cómo se supone que solucionas una muerte? Murió un paciente hoy, quizá pude haber hecho más, pero murió y ahora no sé qué hacer. ¿Qué tan mala doctora soy si dejo que mis pacientes mueran?
-Son cosas de la vida, tu estas ahí para ayudar, pero solo Dios decide quien se va y quien se queda. No te culpes, estoy seguro de que hiciste lo que pudiste. Ahora cambiando de tema, ¿Te apetece sentarte un momento con mis hermanos y conmigo? –El señaló a la mesa, ella miró, pero negó.
-No, quisiera salir a caminar para despejarme. No es propio de mi tomar así.
-Puedo acompañarte si lo deseas, sé que no soy santo de tu devoción, pero es preferible aguantarme durante un rato a que te arriesgues a que te pase algo.
-Está bien, da igual. Vamos.
Rob se acercó a la mesa de sus hermanos, les explicó brevemente la situación y luego salió con Liz.
No era más que un paseo, ¿Qué tan malo puede ser?
Lo suficiente cuando en vez de solo pasear, terminas enredándote entre las sabanas de tu cama king size con una mujer que cada vez que te ve te trata mal y por si eso fuera poco, una mujer que tenía un par de tragos encima. Esto tenia pinta de terminar mal, muy mal. Rob lo sabría muy pronto.