Segunda noche y otra vez dormir en la parte subterránea de la mansión, al parecer mi castigo no fue dado de alta aún. Es un poco incómodo pero mientras no vea a los demás, me alegra quedarme en este lugar que huele a humedad y podrido.
Me siento en la orilla de la silla y me quedo pensando mis estrategias para cambiar. No debo aplicarlo ya porque sino lo sabrán. Debo ir despacio y pronto dejarán de ver la tierna e inocente adolescente que ven. Eso es.
Suelto un suspiro desviando la mirada por el lugar, un olor metálico ahora llega a mi nariz pero no le doy importancia ya que es normal por las celdas. Todo carece de iluminación por lo que no puedo ver cuan grande es el lugar, solo que hay una gran mancha oscura y tal vez sea ya de moho por la suciedad. Esto es asqueroso.
En la mañana ordeno las cosas del comedor. Hay una gran mesa que tiene setenta sillas, setenta servilletas de telas que acomodar, setenta pares de utensilios, setenta platos y copas. No terminaré más pero es mejor que hablar con ellos, intentaban entablar alguna conversación conmigo y los esquivaba. De humor no estoy y otra es que ya no les daré el gusto.
Así repetía mi rutina, mañana, tarde y noche con lo mismo.
Limpiar, ignorar, descansar.
Ya había pasado dos semanas y aún me pregunto, ¿cuándo volveré a casa?
Ayer el señor me dejó volver a mi habitación arriba. Extrañaré mi silla pero pensar en esa mancha que parecía desaparecer de a poco.
Hoy tenía que salir, así que terminé mi trabajo y me recosté en la cama.
—Permiso Safira —miro a Clear y le doy la espalda—. Se que aún sigues enojada y... —hace silencio, por un rato no habla, doy vuelta y la miro limpiarse las lágrimas.
¿Es actriz?
—¿Qué sucede?
—Vivía con mis abuelos, tenía quince años cuando ellos hicieron el intercambio.
No, parece ser sincera.
—¿Intercambio?
—Sí. Era la vida de mis abuelos o la mía —su mirada es melancólica y trata de no llorar nuevamente—. Me sacaron de allá, iba a regresar pero se escucharon disparos y supe que estaba sola, no tenía familia.
—¿El señor Lombardi te sacó de ahí? —pregunto interesada y un poco asustada, ¿habrá hecho lo mismo con mis padres?
—Su padre. El señor Ariel Lombardi, él fue.
—¿Pero y el señor antes no dirigía verdad? —preguntó curiosa y a ka vez confirmar si este hombre es de quien tanto mis padres hablaban.
—Exacto. Desde ese entonces, mi vida cambió, fui sirvienta de muchos mafiosos, pero cuando murió su padre, él me trajo de nuevo. Lo que has pasado es poco, los castigos que tuve —me muestra en su brazo una gran cicatriz—, siempre la oculté y un día me olvidé, el señor me vio y... —sonríe un poco y una lágrima cae—. Safira, él no es como crees, si le dieras una oportunidad verías una faceta de él que jamás te hubieras imaginado.
Si es para lo que quiero, sí.
—Trataré de hacerlo.
—Gracias.
—¿Por qué?
—Eres la primera persona que me escucha y con la que puedo contar. Aún te queda mucho Safira, pero se que cambiarás y lo lograrás.
Sale de la habitación y deja en mi cabeza un mar de preguntas.
¿Mafiosos? ¿Oportunidad? ¿Cambiar?
Y muchas más preguntas.
Pero dos eran las que me intrigaban ¿Adaptarme a ellos? ¿y mi familia?
No pude dormir en toda la noche sólo por estar pensando. Espero que el sueño no me afecte en mis labores.
Al otro día Clear y yo estábamos en la entrada. Cecilia salió vestida de otra manera, un vestido gris y con una valija. Ella no nos miró ni siquiera saludó. La vimos subirse a una camioneta e irse.
El señor Lombardi vuelve a donde estamos nosotras pasando de largo entre el espacio que hay, entra dando órdenes como lo hace siempre.
—Necesito que arreglen todo para esta noche, hay una reunión y vendrán muchas personas. Clear limpia todo, Safira ordenarás. A trabajar.
Sube por las escaleras pero se detiene.
—Te necesito Clear.
—Si señor.
La veo que sube, yo me dirijo hacia el comedor, pero antes veo que se toman de las manos. No quiero pensar en cosas erróneas, eso me da a pensar en que creo que hay una parejita imposible aquí —sonrío de lado entrecerrando los ojos— puede ser eso.
Ya en la noche llegan varias personas.
Nosotras nos quedamos en un rincón del comedor.
Hay mucho de los mafiosos con sus mujeres, pero me llama la atención que ellas miran mucho a Clear.
El señor Lombardi las mira y en el momento bajan la mirada.
Cuando termina la cena el señor despide a todos en la salida.
Con Clear nos vamos a la cocina, ella lava y yo ordeno.
—¿Ya vas acostumbrándote un poco más?
—Sí. Esto va a hacer muy común pero está bien.
—¿A qué te refieres con común? —para de lavar y me mira arqueando una ceja.
—No sé, puede que sea por acostumbrarme a esto o puede que la atención no va hacia a mí —me acerco a ella y ladeo la cabeza mirándola inquisitiva—, sino a una chica que me interesaría saber... perdón si lo digo así, que tiene o tuvo un amorío con el señor.
—¿De dónde sacaste eso? —se torna fría como si la hubiese insultado.
—Lo escuché y lo vi —dejo los platos en su lugar escapando de su mirada.
—El es más grande que yo, tiene treinta y cinco años. Me enamoré desde que llegué —sonríe negando.
—Ahora entiendo el por qué te trajo aquí otra vez.
—Este es el tercer año aquí. Supongo que...
—Él también gusta de ti —le sonrío comprensiva—. Que lindo saber eso, aunque no lo demuestre... puede que sea distinto pero él también corresponde ese sentimiento.
El dicho dice que si no puedes luchar contra el enemigo, debes unirteles.
—¿Cuál? —frunce el ceño mientras ordenas las copas servidas.
—Amor.
Se queda sorprendida y veo ese brillo especial en sus ojos grises, sacude la cabeza y me entrega una bandeja con bebidas.
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Editado: 31.03.2024