Me levanto temprano y lista para ir a ver a Clear.
No sé cómo reaccionará al verme, enojada seguro está, pero quiero por lo menos pedirle disculpas por lo que le grité, quería ayudarme y yo arruiné todo. Si no hubiera sucedido eso, no le hubieran disparado.
Ese hombre. Siento que lo conozco. El dolor reflejado en sus ojos me afectó también. ¿Quién era?
Tocan la puerta y la abren. Es Stéfano.
—¿Nos vamos Safira?
—Vamos.
Me deja pasar primero, luego ofrece su brazo y con gusto lo tomo, en silencio caminamos hacia las escaleras
Aún no me acostumbro del todo el formalismo de aquí. Bueno, siempre fui así, pero esto es mucho. Además que los que están no son como yo, deben ser de hace mucho tiempo y no puedo evitar compararme porque parezco un bicho raro queriendo imitar a otros para parecer uno más, sé que costará el adaptarme y pretendo seguir todo al pie de la letra.
Ya estando afuera, esperamos a que venga el auto que nos llevará.
Es raro el ambiente. Es incómodo. No sé por qué, pero lo siento así.
En algunos momentos nuestras miradas se cruzaban, yo era la primera en desviarla, pero a Stéfano le resultaba divertido. ¿Qué le resultará gracioso?
¿Eh dicho que odio los hospitales? No, creo que no. Ahora lo saben.
Hace traer malos recuerdos de mi salud cuando era niña, aunque es un hospital privado y privilegiado de los Lombardi según escuché.
Hoy vengo por Clear, pero espero no volver.
—Safira puedes pasar —abre la puerta el señor Lombardi y hace un espacio para que pase.
Al verla me rompe el corazón. Corro abrazarla despacio ya que está vendada y con mucha cosas más conectada.
—Safira, estás bien. Estaba preocupada de si te habían agarrado o lastimado.
—¿Cómo puedes preocuparte por mí cuándo eres vos la que está mal? —mi voz se corta y las lágrimas comienzan a salir.
—Tranquila, ya pasó todo —limpia mi rostro y sonríe tierna—. Tenías razón, no debía haberte dicho cosas así, no soy quién para mandarte, sólo soy una simple empleada.
—No digas así. Yo soy la que te debe disculpas, te grité cuando solo querías ayudar. Enserio me sentí muy mal por haber dicho eso y...
—Me contaron lo que hiciste y hasta a mí me sorprendiste, eres muy valiente Safira —no, la valiente es ella.
Me tenso al sentir una mano en mi hombro. Miro para saber quién es y el señor Lombardi se nota algo tenso.
—Veo que arreglaron todo, ¿verdad? —trago saliva en seco.
—Todo está bien —guiña un ojo, una forma de hacerme tranquilizar, estoy muriendo de nervios y ella así como nada.
—¿Cuándo saldrás de aquí Clear? —cambio de tema antes de que pregunte más.
—Volveré en unos días. No puedo hacer fuerza ni nada por ahora —contesta haciendo una mueca disconforme.
Es entendible, estar siempre llena de actividades y ahora casi inmóvil, es complejo y molesto.
—Ya hay una nueva empleada en la casa, va a sustituirlas. No se deben preocupar.
¿Qué dijo? ¿Entonces que haré y qué hará Clear? Como si fuera obvia, el señor Lombardi sonríe y contesta mis preguntas no formuladas en voz alta.
—Safira me ayudarás con los negocios. Clear también.
Lo miramos confundidas, esto es un gran cambio, tanto para Clear como para mi.
Pero mi otra pregunta es: ¿Por qué ahora?
Volvemos a la mansión en silencio. Yo aliviada. Ella no está enojada conmigo y eso que esperaba lo peor o es porque siempre esperaba lo peor, y aquí tampoco inicié bien como para no dejar de dudar.
Entramos y hay otro chico esperándonos en el inicio de las escaleras, al verme asiente con la cabeza en forma de saludo.
—Él es José. Tu nuevo entrenador y también ayudante como lo es Stéfano.
—¿Serían como mis guardaespaldas personales? —sería bueno, pero malo a la vez.
—Lo son. Ellos te explicarán bien todo. Por ahora seguirás sus órdenes, te guiarán por tu bien Safira. ¿Entendido?
—Si Señor —¡rayos!
Y yo que pensaba jugar...
El señor se va y me deja con Stéfano y José a solas. ¿Qué debería hacer?, y ¿qué aprender?
—Mmm ya escuchaste al señor, Safira —sonríe con burla Stéfano.
—No soy sorda —lo miro mal.
—Vaya que tiene agallas. Eres respondona —contesta José.
Miro al castaño detenidamente. Nada tan especial como lo es Amato. Tienen casi la misma contextura física, sólo que él es un poco más alto como también parece unos años más grande, y sus ojos son verdes claros.
—Si y testaruda a la vez.
—Bueno listo entendí —hablan como si no estuviera ahí—. Tengo que seguirlos a ustedes y pues, ¿qué es lo que haremos, cómo entrenaré?
—Corrección, entrenaremos —mira a Stéfano esta vez él sonriendo burlesco—. Esto también te incluye Amato.
—Lo sé. Está bien no soy del todo para entrenar pero debo hacerlo por ella —me dedica una mirada fría como suele hacerlo cada vez que lo veo—, que te quede claro, Leone.
—Chicos, ya se entendió. Vamos o nos regañarán por no hacer nada —doy una mirada atrás notando que un par de hombres que seguían al señor Lombardi nos están observando fijamente.
Me conducen hacia otra parte de la mansión, casi al final. Al entrar me doy cuenta que es el gimnasio, tiene todo lo que puede tener un gimnasio común aunque seguro algo habrá aquí que no va a coincidir...
—Al final están los vestidores. Está la ropa seleccionada que necesitas así que ve a cambiarte y te espero en 8 minutos.
—Pero es...
—7 minutos. Va a ir disminuyendo.
—Hazle caso —dice negando.
—4 minutos para ti Stéfano —él sale corriendo y yo me quedo riendo—. 6 minutos Safira. Tic toc, el tiempo pasa.
Corro también y voy a cambiarme. Es una remera común, roja y una calza negra, zapatillas deportivas y me tomo el tiempo en recoger el cabello.
Regreso con José y él sigue mirando su reloj.
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Editado: 31.03.2024