Los rayos del sol caen sobre mi rostro. Me muevo buscando un poco de sombra. Topo con algo o parece ser alguien. ¿Quién puede estar durmiendo en mi habitación, al lado mío, en mi cama? Esperen... ¿en mi habitación?, ¿en mi cama?, ¿alguien aquí?
Abro los ojos y trato de que se adapten a la luz de la mañana. Me tenso al ver quién es el que está mirándome. Stéfano.
Yo solo lo miro. Él me mira.
—Buenos días —dice sonriendo.
—Buen día —acaricia mis manos y mis mejillas, saca algunos mechones de cabello que están sueltos en mi rostro—. ¿Qué hora es?
—Hace un rato me levanté. No vi la hora.
—¿Cómo llegué aquí? —la verdad no recuerdo nada.
—Te quedaste dormida afuera, y te traje. Y también aproveché de dormir contigo, lo siento si te incomodó.
—No. Está bien, gracias.
Durmió conmigo. ¡Ay caray!
Deja un beso en mi frente y se levanta.—Te espero abajo a desayunar.
Lo veo salir y yo sigo igual. ¿Por qué me siento extraña?
Empiezo a recordar lo que pasó anoche.
Stéfano ha sufrido mucho, por eso es así él. Las primeras semanas era duro, no carecía de emociones, pero después cambió y no sé por qué.
—Disculpen que llegue tarde.
—Desayuna, Safira —niega Clear mirándome con reproche.
Ellos se ponen hablar de diferentes cosas. Mi mente está en otra parte, como siempre.
Es pasado...
Es pasado...
Es pasado...
Olvida...
¿Olvidar qué?
—¿Pero cómo? —susurro negando.
—¿Safira, estás bien? —abro los ojos volviendo a la postura derecha, y veo que todos me observan preocupados.
—Sí. ¿Por qué?
—¿Por qué lloras? —pregunta ella frunciendo el ceño.
Paso mi mano por los ojos y, tiene razón, estoy llorando.—...estoy con sueño y...
—No mientas —José y su bocota, lo miro mal y bajo la mirada.
—Después hablaremos de esto, Safira.
—Si señor.
—Bueno, como sabrás, pronto tendrás la gala de bienvenida y la entrega del poder —lo miro extrañada—. Sí.
—No entiendo. ¿Entrega de poder?
Intercambian miradas cómplices y algo me dice que esto me cambiará y para un gran beneficio. Pero los escucharé primero.
Llama a uno de sus guardaespaldas y trae un sobre grande de color blanco .—Puedes retirarte, gracias —asiente y se aleja—. Safira, esto —me pasa el sobre, abro con cuidado y me sorprendo por lo que tiene adentro—, tus nuevos documentos, tu nueva identidad.
—Safira Lombardi —leo en voz alta lo primero que me llama la atención.
—Si. Ya eres una Lombardi.
¡¿QUÉ?!
Leo una vez más y las palabras se repiten en mi cabeza.
Safira Lombardi.
Ya eres una Lombardi.
Olvida... olvida... ¡OLVIDA!
—¡Safira! —solo escucho voces lejanas—. ¡Safira!
—¡Llamen a un médico!
—Safira, mírame. Responde.
—Tengan cuidado...
—Está bien...
Lombardi...
Olvida...
Perdona...
Pasado...
¿Cuánto habrá pasado? ¿Minutos?, ¿horas?
Lo único y último que vi es todo blanco y después, nada.
Despierto y lo primero que veo es el techo y paredes de color blanco. Miro hacia abajo y estoy con una bata azul del hospital. ¿Qué hago aquí?, ¿qué me pasó? Mi cabeza da vueltas y miles de preguntas tengo.
Todo el día con exámenes y controles para saber si seguía bien. Y sí, todo normal.
En la noche, los primeros que llegaron fueron el señor Lombardi y Clear.
Quiero decirles algo... pero mi voz no sale.
—No te esfuerces, pronto podrás hablar normal —una lágrima sale y la preocupación llega a mí.
—Nos diste un gran susto —admite el señor.
Hago una seña para saber la hora.
—Son las once y ocho de la noche. Es tarde. Te desmayaste en la mañana y en la tarde despertaste, desde ese momento te hicieron los estudios hasta hace un rato.
Desvío la mirada suspirando y volviendo a pensar. ¿Por qué me ha pasado esto?
Se quedaron un rato conmigo y dijeron que tenían que irse, pero que no me preocupara porque habría vigilancia de los guardaespaldas del señor Lombardi.
La puerta se abre y Stéfano entra.
Sólo le sonrío.
—Te ves bien —asiento y se acerca despacio a donde estoy—. No sabes cuánto nos preocupamos, especialmente... yo. Te dio ese ataque de pánico y nadie supo que hacer, te desmayaste, estabas helada, temí lo peor.
Así que fue eso lo que pasó. Tantas cosas juntas, la noticia, mi decisión, mi vida, el sueño, ...
—¡Reacciona Safira!—respiro agitada buscando oxígeno desesperada, otra vez lo mismo, no lo puedo controlar—. Ya pasó, tranquilízate.
No de vuelta. Odio tener que ser tan débil. Ya no quiero llorar, quiero ser una chica fuerte que pueda vivir bien y sin ningún problema, pero no, tiene que pasarme esto.
Y las lágrimas aparecen. Que vergüenza. Justo delante de Stéfano. Unas manos frías pero suaves, me secan las lágrimas, me mira serio, sin ninguna expresión. Cuantas ganas de decirle que no sienta lástima por mí.
No lo veo venir, solo siento sus labios en los míos. Un beso tierno, tranquilizador, con una chispa de emoción. Reacciono respondiendo su beso.
No sé si esto está bien. Si... no... ¿tal vez?... tal vez si...
Se separa un poco para poder vernos, en sus ojos veo un brillo especial, el mismo que vi cuando lo conocí.
Cuánto esperé por eso.
—Pueda que esté bien, pueda que esté mal, pero necesitaba esto. Safira... seguro esto cambiará y si no pasa, lo entenderé. Pero quiero decirlo, tengo que hacerlo —hace una pausa y me mira fijamente a los ojos—. Me gustas mucho Safira...
¿Qué?
Listo. Terminamos aquí. FIN. Si quieren regresemos en el tiempo o paramos aquí, o no más.
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Editado: 31.03.2024