“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.”
-Gabriel García Márquez
Es completamente cierto cuando te dicen que las palabras hieren más que los golpes. Los golpes sanan con el paso del tiempo, y muchas de las veces no ves ni rastro de lo que quedó de ellos, más, sin embargo, las palabras hirientes te acompañan para toda la vida, no te marcan físicamente, pero por supuesto que lo hacen mental y emocionalmente. Ellas hacen sangrar tu alma una y otra vez, es un dolor que te mata lentamente, hasta que no lo soportas y decides acabar con tu vida o te das cuenta que no tienes el derecho de vivir de esa manera y buscas ayuda para poder superarlo y seguir adelante. Pero, ¿qué ocurre cuando tú eres la culpable del sufrimiento de las personas que más amas en el mundo entero?
Todo este tiempo me he culpado. Me he culpado por no hacer más, por quedarme solamente viendo como el pilar de nuestra familia se iba de casa, marchándose de nuestras vidas y dejando una estela de oscuridad en nuestra alma. Todos estos años me he mantenido en silencio, sin quejarme, sin dejar salir el dolor que aún se arraiga dentro de mi ser. Pero, ¿algo bueno? He aprendido a sobrellevarlo y vivir con ello. Eso no quiere decir que mis días sean demás alegres, pero gracias a una personita, me encuentro sonriendo de vez en cuando, y otras, tan solo lo finjo, para que así no se dé cuenta que su hermana mayor está ausente, recordando.
Por más que intento dejar el pasado donde pertenece, parece como si hiciera todo lo contrario, pareciera como si lo llamara a gritos cuando ni siquiera es bienvenido. Pero lo que más me preocupa son las noches, las heladas y solitarias noches, que sin quererlo viene a atormentarme una y otra vez, trayendo el pasado a mi presente una vez más. Es como si ambos se fusionaran y necesitara uno del otro para conformarme y completarme.
Esta soy yo. Rota, rota por no poder confiar en las personas. Rota por no permitirles entrar a mi vida ni mucho menos conocerla ni ser parte de ella. Rota por poner siempre límites y nunca traspasarlos. Y rota, porque lo acepto, acepto estarlo. Así, de esa manera, evito que la historia vuelva a repetirse.
Todo este tiempo he tratado de salir adelante y llevar conmigo a mi hermoso chico, Jordan, de tan solo siete años de edad ahora, y a mamá, que aún pasados ya cinco años, no ha podido superar el suceso y se mantiene encerrada en él. No la culpo, quién podría hacerlo cuando se queda registrado por siempre en tu mente y corazón. Pero al menos yo avancé, arrastrando un pasado, pero no quedándome allá, sino viviendo el día a día.
Papá, al menos se hizo cargo de nosotros, no estando, pero sí enviando dinero cada mes. Una muy buena cantidad, debo admitir, fruto de ser un empresario y tener bajo su cargo una de las redes empresarias de Informática más grandes de San Francisco. Aún lo sigue haciendo, sigue enviando ese cheque, el mismo día cada mes. Por lo que aprovechando, tomé las riendas y saqué a mi familia, un tiempo después, llevándola lejos, a México para ser más exacta, y estableciéndonos. No fue tan difícil como pensaba, fue mucho más sencillo y rápido, creo que ser una Beckham tiene sus ventajas después de todo.
—¿Allison Beckham?
Y está soy yo ahora, cinco años después, buscando un empleo después de haber terminado la universidad recientemente, graduándome de Ingeniera en Informática. ¿Qué puedo decir? Soy buena en ello.
Al menos puedo agradecerte por algo, papá. Me diste buenas neuronas y me heredaste el amor a la tecnología. Gracias por, al menos, allanarme un poco el camino.
—Esa sería yo. — Saliendo de mi ensoñación y dejando mis pensamientos a un lado, me pongo en mis pies y me encamino hacia la voz.
—De acuerdo, sígueme, por favor.
Asiento discretamente y hago eso mismo. La sigo. Pero no sin antes restregar las palmas de mis manos en mi pantalón negro de vestir, tratando así de quitar el sudor de ellas. Y acomodo mi camisa coral, que se ha subido un poco por estar tanto tiempo sentada.
No estoy nerviosa por la entrevista, creo que ya he superado esa etapa hace tiempo. Estoy un poco nerviosa porque este será mi primer trabajo real, real después de haber trabajado tanto tiempo en restaurantes, cafeterías, y en comparación a ellos, el mejor que he tenido ha sido como ayudante de investigadores. Por lo que soy consciente de lo que soy capaz de hacer y sé las capacidades que tengo. Y claro, siempre y cuando me acepten, este será un gran parteaguas.
La señorita que viene a mi lado se detiene frente a una gran puerta de madera, por lo que me veo en la obligación de hacer lo mismo, mientras ella toca y la entreabre un poco.