La alarma suena de manera insistente, rompiendo el silencio de la habitación. Dianela abre los ojos con su pesadez y su mente todavía en un estado de somnolencia. Intenta ignorar el sonido, deseando poder continuar durmiendo, pero la alarma no cesaba. Con un suspiro de resignación, Dianela se sienta en la cama y busca el origen del ruido.
—¡¡MALDICIÓN!! ¿Qué está sonando?
Su mano se desliza bajo la almohada y se siente al tacto frío como de un celular. Lo saca de debajo de la almohada. Trata de detener la alarma, pero no logra encontrar el botón correcto en su reloj de alarma.
Después de unos momentos al tratar de apagar la alarma en el teléfono, se da cuenta de que está bloqueado con una contraseña. Cansada del sonido incesante, tira el teléfono fuera de la cama y se da cuenta que al instante deja de sonar.
Ella vuelve a dormir, sin mirar al teléfono.
Luego de unos minutos, se escucha un ruido del estómago de Dianela. Trata de ignorar el ruido que hacía estómago, pero no se detenía.
Dianela se remueve incómoda en la cama, tratando de encontrar una posición cómoda para poder conciliar el sueño, pero su estómago no dejaba de hacer ruido. Cada vez el sonido era más fuerte y no podía ignorarlo más.
—Esto pasa porque me salte la cena.
Se levanta de la cama y camina hacia la ventana, observando el jardín de la mansión y la tranquilidad que se respira en el exterior. Se queda allí por unos momentos, pero su estómago sigue gruñendo. Se frota el estómago tratando de calmar su hambre, pero fue en vano.
—Debería pedir a alguien que me prepare… Algo —Dijo recordando que había despedido a todos los sirvientes en la mansión. —Es verdad, ayer despedí a todos. Entonces tocará ver que hay para comer en la cocina.
Decide vestirse y bajar a la cocina para buscar algo para comer, pero al caminar hacia su armario se da cuenta que solo había tres vestidos floreados y solo un par de zapatos. Se pone un vestido y decide ir descalza.
Se mira en el espejo y nota que los moretones que había obtenido, ya no estaban. Dianela no le dio importancia y continuo.
Sale de su habitación, Dianela caminó por los pasillos de la mansión, tratando de recordar dónde estaba la cocina. Por el camino, siente que alguien la sigue. Decidió continuar su camino, pero estaba atenta a cualquier sonido o movimiento extraño. ¿Aún se ha quedado algún sirviente?
Dianela siguió avanzando hasta que encontró la cocina y entró. Al entrar se encuentra con un espacio amplio y moderno, que estaba muy bien equipado con los últimos electrodomésticos que había. Se acerca primero a los cajones, donde encuentra muchos tipos de utensilios que había desde tenedores de guarniciones hasta varios tipos de cuchillos. Ella escoge un cuchillo cebollero y lo mantiene en su mano.
Se acerca al refrigerador y lo abre para encontrar una variedad de alimentos frescos que se veían deliciosos. Había frutas y verduras, carnes y pescados, productos lácteos y bebidas. Se siente un poco indecisa por todas las opciones disponibles y tarda en decidir qué quiere comer.
—Es tiempo suficiente —Susurro. Desviando su mirada hacia la puerta de cocina.
Dianela avanza silenciosamente hacia la puerta de la cocina. El sonido de sus pasos era apenas perceptible, mientras calculaba la rapidez con la que debería poner en sus manos cuando llegará a la puerta.
Finalmente, Dianela llegó a la puerta y vio al hombre oculto a un lado. Sin dudarlo, deslizó su mano donde tenía el cuchillo y lo empuño con firmeza. Con un movimiento rápido y preciso, sin darle tiempo al hombre de reaccionar, colocó el filo de cuchillo en su cuello y presionó con fuerza.
—Espera— Dijo el hombre con una respiración acelerada.
—¿Quién eres?
—Soy Asher, un sirviente de la mansión.
—Ayer despedí a todos los sirvientes de la mansión.
—¿Los despidió? Yo recién acabo de llegar porque me mandaron hacer las compras de la semana en la ciudad desde ayer.
—¿Y dónde están las compras?
—En la mañana, ya me encargué de colocarlos en su sitio.
—¿Y por qué me estabas siguiendo?
—Como no había a ningún sirviente en la mansión, decidí ir a buscarla para preguntarle, pero no sabía cómo acercarme a usted.
Dianela observa a Asher con atención y nota que hay algo extraño en su comportamiento. No parecía nervioso ni sorprendido por la situación, sino más bien estaba tranquilo y seguro de sí mismo. Además, cuando le pregunta por qué estaba siguiéndola, su respuesta es evasiva y poco convincente.
Dianela recuerda lo que había dicho el mayordomo sobre que todos los sirvientes estaban presentes en la casa, lo que significa que Asher debería estar ahí, pero no lo estaba. Además, su ropa no era la de un sirviente, sino más bien la de alguien que quería pasar desapercibido.
Todo esto hace que Dianela sospeche aún más de Asher y se pregunté que es lo que realmente hace en la mansión.
—¿Sabes cocinar? —Preguntó Dianela.
—Si.
Dianela quita el cuchillo del cuello de Asher y se la tira a él, suavemente, para que lo agarrara.
—Entonces cocina algo de carne—Dijo Dianela.
Asher se muestra un poco desconcertado por la situación de que tenía que cocinar. Trata de pensar en qué platillo podría preparar con carne, pero al final decide hacer un saltado de carne.
Mientras tanto, Dianela examina los cajones de la cocina en busca de algo más para comer. Entre las cosas que encuentra, se topa con un paquete de galletas de chocolate y decide comerlas. Mientras come, observa a Asher cocinar con mucha concentración y se desenvolvía con facilidad con el cuchillo al cortar la carne. Cada vez la desconfianza en él se hacía más grande, pero era mejor tener a tus enemigos más cerca. Además, que sabía cocinar.
—Señora, ¿Le gustan los tomates?
—Si, cuando termines llévalo a mi cuarto.
—¿Y de bebida?
—Lo que sea.
Dianela se dirige a la puerta de la cocina para salir, mientras que Asher observa como aleja y siente una sensación de incomodidad y desconfianza. Sus ojos oscuros se clavan en ella con intensidad, analizando cada uno de sus movimientos y gestos. Sabe que no puede bajar la guardia con su presencia.
Cuando Dianela sale de la cocina, Asher saca rápidamente el cigarrillo de su bolsillo y lo esconde detrás de su espalda al ver que Dianela regresa.
Vuelve a poner su rostro de sirviente obediente y pregunta con voz tranquila:
—¿Necesita algo más?
—Solo vine por más galletas en caso que se me acaben estas—Dijo Dianela mostrando sus galletas de chocolate.
Dianela observa a Asher con detenimiento, sintiendo que hay algo extraño en él, pero decide no decir nada y se retira. Asher le responde con una reverencia y comienza a recoger la cocina como si nada hubiera pasado.
***
Dianela ingresa a su cuarto y se acerca a su cama para echarse a esperar la comida. Pero al acercarse a su cama, siente un fuerte dolor en su pie y frunce el ceño en señal de incomodidad. Baja la vista y ve el celular en el suelo, debajo de su pie.
Lo recoge y lo observa detenidamente, notando que la pantalla está completamente rota, con varias grietas y manchas negras. A pesar de eso, la parte inferior de la pantalla parece estar funcionando, mostrando un par de notificaciones pendientes. Deja a un lado el celular en su mesa de noche ya que no se podía ver bien de quien era las notificaciones y se sienta en el borde de la cama, masajeando su pie para aliviar el dolor.
—Esto si que duele, tal vez mañana me duela más. Bueno de todas formas no voy a salir.
Dianela se recuesta en su cama y se siente confundida por la presencia de Asher ya que por su físico parece más un personaje de novela que la de un sirviente extra.
Por lo que había visto, Asher es un hombre simpático de cabello negro tiene una apariencia llamativa, sus rasgos son bien definidos y masculinos, con una mandíbula cuadrada y afilada, una nariz recta y una frente amplia. Además, que su complexión es atlética y bien formada, con músculos definidos y una gran altura.
Esa apariencia es casi igual a la de los personajes de la novela, pero Asher solo era un simple personaje de fondo.
—Que desperdicio.
***
En una oficina amplia que esta iluminada por una gran ventana que da al exterior. El hombre está sentado detrás de un escritorio de madera oscura, en una cómoda silla de cuero negro. A su alrededor, hay estantes llenos de carpetas, libros y documentos.
El hombre está vestido con un traje oscuro y una camisa blanca, con un nudo de corbata cuidadosamente hecho alrededor de su cuello. Su cabello está peinado hacia atrás. Mostrando su rostro serio y concentrado. En la superficie del escritorio había varios papeles y una computadora portátil abierta.
La puerta se abre lentamente y entra un joven, vestido con una camisa blanca y pantalones oscuros, que cierra la puerta detrás de él. El hombre que estaba revisando los documentos levanta la vista y lo mira con atención, su expresión cambia de concentración a una de curiosidad.
—Señor, toque varias veces, pero no contesto. Disculpe si entre.
—No, importa. Dime.
—Un hombre llamado Harrison vino a buscarlo. Dice que es el mayordomo de la mansión de usted— Dijo el joven.
—Hazlo pasar —Contesto el hombre del escritorio.
—Si, señor.
El joven se retiro y en pocos segundos, regresó acompañado de un hombre mayor con un aspecto serio y un traje gris oscuro.
—Buen día, maestro Adrián. — Dijo el hombre mayor.
El joven sale de la oficina dejando a solas a Adrián con el señor que había llegado a buscarlo. La puerta se cierra y se escucha el sonido del cierre.
Adrián tenía una expresión concentrada en su rostro mientras revisaba los papeles sobre su mesa, pero estaba atento a su alrededor. Por otro lado, el señor que había llegado parecía estar nervioso, moviendo las manos y mirando hacia los lados.
Adrián deja a un lado los documentos que tenía en sus manos para escucharlo.
—Tome asiento—Indico Adrián.
El hombre mayor toma asiento un poco nervioso ante la presencia imponente de Adrián.
—Maestro, veo que tiene mucho trabajo.
—No creo haya venido solo para decirme eso. Entonces vaya al punto y dígame para que vino.
—Ayer lo llame, pero veo que estuvo muy ocupado para contestar.
—¿Qué sucedió? —Repitió Adrián.
—Ayer la señora Dianela despidió a todo el personal…
—Entonces contrata a otros empleados.
—… También me despidió a mí.
—¿Qué? ¿Qué pasó exactamente para que te despidiera?
—Me interpuse a que la señora despidiera a todo el personal y ella me golpeo, y me despidió —Dijo soltando una mentira.
—¿Dianela te golpeó? —Adrián arqueó una ceja por la dudas de las palabras del hombre que tenía en frente.
—Si, aún tengo la marca del golpe en mi mejilla.
—Bueno, regresa a la mansión y contrata a un nuevo personal. Dentro unos días voy a ir a la mansión y espero que todo esté en orden cuando llegué. — Y así podría saber Adrián lo que realmente pasó.
—Si, maestro.
El hombre se retiró y dejo a solo Adrián en la oficina. Adrián se acerca a la ventana y saca su celular para ver la agenda que tenía, y vio que en tres días tendría un día libre para saber que pasó con su esposa.
—Hace dos años que no la veo a Dianela. ¿Se habrá vuelto salvaje?
***
Dianela estaba durmiendo hasta que escucho que tocaban la puerta. Se levanta y estira sus brazos.
Nuevamente tocan la puerta por lo que Dianela decide responder:
—Pasa.
Asher entra en la habitación con una bandeja de comida en las manos, equilibrándola con una gran habilidad mientras avanza hacia Dianela.
La bandeja despedía un aroma muy delicioso que volvió a despertar el hambre en Dianela, luego de las galletas que se había comido. Asher coloca la bandeja cuidadosamente en la mesa de noche junto a la cama de Dianela.
—Espero que lo disfrute —Dijo Asher con una voz suave.
Dianela coge la cuchara y le da una cucharada a la comida que Asher le había llevado en la bandeja y la lleva a su boca, siente un sabor medio insípido, pero igualmente se lo come.
—¿Qué tal sabe? —Preguntó orgulloso de su comida.
—Sabe muy insípido y no me gusta—Respondió Dianela con franqueza.
La franqueza de Dianela provoca una expresión un poco frustrada en el rostro de Asher. Sin embargo, en lugar de disculparse o tratar de explicar el sabor de la comida, Asher simplemente quería que Dianela ya no lo comiera.
—Señora, entonces no lo coma más.
Dianela, sin escuchar a Asher, recuerda que cuando era niña comía peores cosas y decide no hacer caso a la petición de Asher.
—Habías dicho que sabías cocinar, por eso no te mate. Pero me vas hacer de utilidad.
La piel de Asher se erizo al momento de que Dianela había dicho que “Lo iba matar” si decía que no sabía cocinar.
—¿Esta bromeando? —Preguntó Asher con temor y con una risa fingida.
—Yo no bromeo con esas cosas.