Cambio de Vida

Males

 “Respira hondo. No te desesperes. No comas ansias. Todo es parte de un proceso. Si sales corriendo ahora, todo el camino que está frente a ti se derrumbará en el vacío y acabarás estancado en la nada; todo habrá sido en vano y quedarás en un abismo sin salida. Mejor respira hondo. Los impulsos pueden traicionarte. Prepara tu mente para dar el salto más fuerte que has dado. Por lo demás no te preocupes… Dos alas te salvarán y te llevarán a tu destino.

Porque en toda vida, debe llegar el momento de volar.”

Y el libró terminó.

 Beatrice saboreó cada instante de la historia, para acabar con un final lleno de suspenso. El libro le había encantado. El relato era sin dudas fascinante, con un mensaje motivador. El suspenso era lo de menos. Todo quedaba a la imaginación del lector en un desenlace emocionante y cortante a la vez. Cada detalle de la obra había sido exquisito. Los personajes, el ambiente, los sucesos, las palabras… Aquello fue, sin lugar a dudas, una de las mejores novelas que había leído en su vida.

Cuando cerró las páginas del manuscrito, leyó el nombre para conservarlo en su memoria, tal como lo merecía.

Luego de una sonrisa, devolvió el libro al estante que tenía, lleno de otros más.

“Cambio de vida”, de un tal Marco Aurelio.

La costumbre de leer era algo que había olvidado en un considerable tiempo. No obstante, sus razones no eran las típicas que mantenían un sentimiento de pereza o algo parecido. Ella lo había dejado de practicar por culpa de sus labores diarias que – dicho sea de paso – habían intensificado su volumen en los últimos días. La universidad estaba culminando y debía preparar un proyecto en el que se colocara en práctica todo lo aprendido. Además, la clínica tenía tres pacientes a los cuales debía atender en sus respectivos y específicos horarios. Y, por último, la casa no podía estar desatendida. La despensa estaba a punto de quedar vacía y, por si fuera poco, tenía dos grandes montañas de ropa sucia que lavar. Eso, sumado a un pequeño proyecto que tenía en mente referente a la casa.

A veces, tenía la sensación de necesitar – tal como rezaba el libro – un lento y profundo respiro. Inhalar paz, calma, seguridad, y exhalar las toxinas que le generaban el estrés de su cuerpo.

Un descanso. Eso era la palabra correcta.

Necesitaba relajarse, pues sentía que se ahogaba en aguas abismales y que, si no hacía algo, la desesperación terminaría otorgándole una muerte lenta y dolorosa. Necesitaba respirar. Un relax en el momento oportuno podía ser vital en el desarrollo de sus proyectos. Empero, y sin embargo, todas las presiones estaban sumergiéndola cada vez más profundo en la fosa donde el oxígeno se acababa y comenzaba la fría muerte… Metafóricamente, muy claro está.

Por ende, encontrar un momento de relajación en días como aquellos era como encontrar una aguja en un pajar. Las posibilidades eran casi nulas. Había que buscar bien, aunque ni para eso tenía tiempo. El estrés iba aumentando poco a poco, golpeando con firmeza en puntos suaves de su anatomía. Si no hacía algo al respecto pronto, la situación se le escaparía de las manos, y – tal como el libro rezaba – todo el camino se derrumbaría ante sus pies.

“… Acabarás estancado en la nada…”

 

Por eso había frenado su marcha y dedicado un tiempo para leer. Respiró profundo y expulsó con sus fuerzas todos los males que la agobiaban. Al final, el anhelado alivio llegó a su cuerpo.

Un guerrero, por más intenso que sea el entrenamiento que practique, sabe a la perfección cuál debe ser el momento de detenerse y “respirar”. No se trata de un acto cobarde o de miedo, sino de necesidad he inteligencia. Así estaba establecido en muchos relatos de fantasía que había leído cuando niña.

Luego de haber finalizado la lectura, se dirigió a su habitación y recostó su cabeza sobre su almohada. No había nada de increíble en eso, pero tal acto significó para ella un importante descanso. Le pareció sentir en su espalda como si el colchón hubiese sacado un par de manos para masajearla suavemente, extirpándole los síntomas del estrés.

Lo disfrutaba al máximo. Pero todo acabó de forma súbita cuando un fuerte dolor le mordió el bajo vientre y la apretó con grave potencia. 

El mismo dolor de siempre.

Al principio no le había prestado mucha importancia, pero ya era demasiado. No podía continuar así. Esos golpes repentinos eran una clara señal de que algo estaba sucediendo y no podía ignorarlo más. Por si fuera poco, había pasado mucho tiempo desde su último chequeo de salud. Debido a su condición, las citas médicas eran cosas que no podía dejar pasar como si nada. El mal no iba a desaparecer nunca. Los peligros y los riesgos siempre estarían ahí, habitando junto a la benevolencia de su ser logrando un contraste definido y alineado.




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