Es necesario que no sepa quien soy - pensó.
Caminaba por las calle dándole vueltas a ese pensamiento, ¿Cómo hacer parecer que se es alguien más en una época conectada a internet?
De pronto se fijo en la entrada de un cementerio por el que había pasado muchas veces, pero esta vez decidió entrar, algo se le podría ocurrir entre cuerpos que algun día fueron personas con sueños y proyectos.
Caminó por la larga hilera de tumbas, unas más nuevas que otras; el azar hizo que llegara a una sección con tumbas relativamente nuevas, camino lentamente leyendo las inscripciones, de pronto se fijo en una lápida aun nueva y con flores frescas delante, leyó las inscripciones: Rubén De la cruz Hernández, 1998 - 2020.
Eureka. Es perfecto, justo lo que necesito, si hay un nombre y una fecha debe tener cuenta en redes sociales.
Apuntó los datos en una libreta y salió del cementerio apresurado. Al llegar a su casa fue directo a la computadora e ingresó los datos.
El joven que ahora yacía en ese cementerio sonrió en la pantalla, su última publicación era de 4 meses antes, una imagen en la que aparecía junto a una mujer de su edad, su novia posiblemente porque en la descripción ponía: día feliz a tu lado, amor mío.
Ingresó a la galeria y encontró que tenía más de 400 fotos, desde niño hasta algunos días antes de su muerte; se apresuró a descargar las imágenes para almacenarlas en sus archivos, solo era cuestión de esperar a que la cuenta del difunto fuera eliminada y volvería a la vida, aunque solo fuera en forma virtual, con otro nombre y un propósito: conocer más a la chica que lo hacía suspirar.
Pasaron cuatro largos meses hasta que un día al ingresar los datos del muerto no apareció más. Había llegado el momento, creo un correo y luego empezó a crear la cuenta en la red social, ahora el extinto Rubén pasó a llamarse Julio Méndez Ordinola.
Sabía que para hacer creíble la jugada debía esperar algun tiempo mientras subía las imágenes y con suerte no sería descubierto por algun amigo o familiar del dueño de las imágenes.
Fueron 5 los meses que esperó, con cierto temor de estar haciendo algo malo, pero como dicen: en el amor y en la guerra todo vale.
Una tarde de mayo le envió al fin la solicitud de amistad, y tuvieron que pasar tres días para que aceptará. Desde entonces ella le escribe a un hombre enamorado con la foto de uno muerto. Espera algún día tener el valor de contarle la verdad pero ya no sabe por quien se siente más atraída, si por el que ve o por quien le escribe.