CAPITULO 2 – Amistad Floreciendo
Salimos del salón de baile y caminamos por unos minutos en silencio.
- Cuando le dije que estaba leyendo a Romeo y Julieta, sentí en su voz como si no le gustara la obra. O me equivoco. – le pregunte a Juan para terminar con el silencio.
- Por donde va en su lectura. No me gustaría contar alguna parte de ella. Le dijo Juan
- En realidad es la tercera vez que la leo. –le dije tímidamente.
- Creo que es una obra grandiosa; solo que no estoy en acuerdo con Shakespeare en cierto punto. Cuando Romeo llega a buscar a Rosalinda, el no decía estar perdido de amor por ella. Al ver que está muerta se enamora de Julieta. Solo creo que Romeo u Shakespeare nunca conocieron el amor de verdad. – me dijo Juan con convicción.
- No estoy de acuerdo con usted, Juan. Yo solo creo que Romeo se enamoro de la belleza de Rosalinda, su amor era una ilusión. Ellos nunca tuvieron el tiempo para que Romeo llegara a conocer el corazón y alma de ella. Sin embargo con Julieta fue diferente, amo su belleza, su corazón y su alma.
- Creo que Lady Camila tiene toda la razón. ¿Pero entonces por qué le gusta tanto? – pregunto Juan curioso.
- No me gusta el final. Aunque eso hizo grandiosa la obra. Me gusta porque ellos, Romeo y Julieta tenían el valor de defender el amor que se tenían a pesar de las prohibiciones de sus padres. Ellos lucharon por su amor, pero al final en vez de enfrentarlos a todos; solo se escondieron y terminaron muertos.
- ¿Qué habrías hecho usted en lugar de Julieta Lady Camila? – pregunto Juan
- Yo me habría escapado con Romeo cuando la fue a buscarla después de matar a su primo en su defensa.
Juan no comento mi respuesta, pero a mí me había crecido una pregunta en mi interior.
- Cuando dijo que Romeo no había conocido el amor verdadero… - callé, no pude decir más. No debía decir más, era una indiscreción en nuestra situación. Apenas nos conocíamos desde hace unas horas.
Juan agarro mi brazo y así me detuvo.
- Lady Camila ¿Qué era lo que querías preguntar?
- No, no es nada Juan. Era una indiscreción de mi parte. – le dije mortificada.
- Me querías preguntar si he conocido el amor verdadero. – Juan me estaba mirando a los ojos y yo asentí. – No Lady Camila, todavía no he tenido la dicha o la penuria de conocer el amor. Pero si he visto a muchos sufrir por él y otros ser inmensamente felices por él.
Mientras decía estas palabras me miraba a los ojos y en ellos vi sinceridad. Reanudamos la caminata hasta mi casa en silencio.
- ¿Por qué quiere estrangular a la Condesa Windfield, Lady Camila?
Lo mire sorprendida, por que el supiera a quien me refería. – En ningún momento dije que era la Condesa Windfield. – dije a la defensiva.
- No se preocupe, Lady Camila. La Condesa solo siente envidia y si me permite una confesión; la Condesa solo vive para cotillear. – dijo Juan en un tono burlón.
- Es verdad, la Condesa solo vive para cotillear, pero ¿cuál es el cotilleo que ha dejado en esta noche? – le pregunte a Juan. De verdad el sabia que esa odiosa Condesa lo tenía en su viperina lengua.
- La escuche hablar de mi comportamiento con usted Lady Camila. – dijo triste. – Quiero pedir una disculpa a mi Lady Camila por los inconvenientes que mi comportamiento con usted le pueda causar. – dijo Juan con angustia. – Jamás tuve intención de acapararla y ser importunarte con mi presencia.
- Yo no le prestó atención a la cotilla que pueda decir La Condesa Windfield. Si no la eche de la fiesta fue por cortesía y educación; que al parecer a ella le falta. Y sobre lo que ha dicho sobre su persona, jamás pensé eso. Mis padres nos han educado para que no hiciéramos diferencias en las clases sociales. Nos inculcaron que era más importante los sentimiento de las persona. Y si mi hermano le ha permitido que me escoltara hasta nuestra casa, es porque es una persona de confianza, honradez, honesta y trabajadora. Y por mi parte puedo decir que lo que he conocido de usted hoy es que es un hombre inteligente, amigable y agradable que tiene un sentido de humor magnifico. Y si usted posara su mirada en mis más que para una amistad… – callé lo que iba a decir. Era una indiscreción y un atrevimiento muy desvergonzada por mi parte. Con estos pensamientos mi rostro estaba rojo de vergüenza y lo baje. – Disculpe mi indiscreción, muchas veces no guardo las etiqueta y soy muy honesta y muchas veces indiscreta. – le dije mortificada.