CAPITULO 8 – Cumpleaños, Boda y Caída De Londres
- Al parecer los franceses lograron cerrar el cerco para nuestra huida. – dijo Lord Robinson
- Padre, pero no podemos partir ahora hacia Balsindon y ver si hay buques en el puerto. – le dije a mi padre.
- Camila, de haberlos, ya tiene que estar los boletos comprados y también no tenemos tiempo. Según lo que dijo Aldo los franceses estarán en Londres dentro de unas dos semanas como máximo. Vamos a tener que resguardarnos aquí y esperar… Y que nuestro Señor decida nuestra fortuna.
Todas las mujeres nos miramos y nos abrazamos. Cada hombre en la habitación fue al lado de su esposa. Juan y Ana, Mario y Silvia, José y Laura, Mi padre y mi madre; todos juntos y dándose consuelo por la incierta fortuna. Antes de que mi padre me llevara hasta su otro lado vi la mirada del pequeño Julio sabia que la muerte llegaría pronto.
- No te preocupes amor, todo va a estar bien. Todos cuidaremos de ti. – Dijo mi padre
Por mis mejillas rodaron las lágrimas. No quería morir sin ver a Juan otra vez. Y sin pensarlos lo dije en voz alta.
- No quiero morir sin ver a Juan otra vez.
Salí corriendo de la sala a mi habitación a llorar, llorar porque no tenía a Juan a mi lado. Por la soledad que sentía en estos momentos, por no tener el consuelo que me podría proporcionar en estos momentos, porque no quería morir y no cumplir mis deseos y anhelos. Quería ser su esposa, darle hijos, tener esa pequeña granja que el sueña, que ambos soñamos.
No sabía cuando me quede dormida, pero me despertó unos golpes en el puerto.
- Estoy bien, solo quiero estar sola ahora. – le dije al que estuviera golpeando la puerta.
Escuche la puerta abrirse y cerrarse; sin saber quién era el que había entrado a mí habitación dije:
- No quiero hablar con nadie ahora, Mañana nos veremos.
- No quieres verme a mí, Mi Camila.
Esa voz, esa voz era la que había soñado escuchar todas las noches y días desde su partida. Mi gire en la cama y al verlo, salí disparada para sus brazos.
- Juan – Me acurruqué en los brazos de él. Frote mi mejilla en su pecho. – Juan has regresado, como lo prometiste. – Subí mi rostro para ver el suyo, a la luz de las velas y el atardecer que entraba por la ventana. Su rostro era hermoso, pero había una sombra de preocupación.
- Si, regrese como te lo prometí, pero no en las mejores circunstancias. – Me dijo y mirando alrededor me llevo hacia la pequeña sala que tenía en mi habitación. Con un gesto de manos me dijo que me sentara.
Me negué a sentarme y le dije: - No me quiero separar de ti, ni por un segundo.
Asintiendo Juan se sentó en el mueble y me sentó en sus piernas, abrazándome con sus brazos, pegando mi rostro a su pecho.
- Camila… amor, quiero que me escuches. Es importante que me escuches y es de vital importancia. – dijo Juan pausado, pero con un tono de voz severo. Yo solo asentí y lo mire a los ojos.
- No sé si sabes que hemos sido derrotados en Birmingham y también en Bristol. – yo moví la cabeza en forma de negación. – Ya sé que tu padre te dijo que sabes que los franceses cortaron la ruta de escape a Dudee por la costa.
- Si… Aldo, nuestro mozo llego hoy muy temprano, herido para avisarnos.
- Los soldados franceses estarán aquí dentro de 2 semanas a más tardar. Y… - Juan cayó y supe que no quería decir que íbamos a morir.
- Vamos a morir verdad. – le dije en un susurro.