Nuevamente estaba en las ruinas fantasmales, las esculturas seguían allí contemplándola con sus ojos muertos mientras los cuervos sobrevolaban graznando.
Ella buscaba al joven campesino pero este no parecía encontrarse allí, al menos no visiblemente.
¿Dónde estaría? Mientras deambulaba por ese sitio muerto imágenes sueltas se fueron agolpándo en su mente. Se veía así misma encadenada en un oscuro lugar con escasas ropas, semi desnuda arrodillada ante un extraño hombre.
Recordó las sensaciones que tenía en esos momentos: miedo intenso y desolación. Recordó que solía temblar como una hoja y no se debía al frío que sentía precisamente. Se detuvo aturdida y el viento helado la hizo estremecer. Se abrazó con sus delgados brazos y cerró con fuerza los ojos
Ahora podía ver al Conde Cuervo con nitidez en su memoria, ojos negros, cabellos oscuros y blanca piel. Mirada cruel. Llevaba un látigo en la mano derecha y sujetaba la cadena que la amarraba con la izquierda. Volvió a sentir el látigo en su espalda y lanzó un grito de terror. Abrió los ojos y volvió a estar de pie en las ruinas, lloraba y temblaba
- No quiero recordar, no quiero - susurraba ella - ¿Dónde estás? ¿Por qué no apareces? - silencio total, hasta los mismos cuervos callaban. - Por favor - pero otro recuerdo la paralizó. Se vió encadenada a la cama del Conde boca abajo. Sentía los latigazos sobre su piel mientras lloraba e intentaba liberarse inútilmente.
- Eres mía, muy mía. No eres más una princesa, ahora solo eres una esclava más. Aprenderás a obedecerme - Rugía él mientras la golpeaba.
- ¡No! - gritando se despertó e incorporo en la cama.
Menos mal que su padre tenía el sueño tan pesado que no escuchó nada de nada. Ella respiró aliviada, no quería que la vea así.
Se levantó y se fue al balcón donde contempló las ruinas brillar bajo la luz de la luna ¿Por qué no apareciste en esta ocasión? - se arrodilló y apoyó en los barrotes de piedra del balcón mientras sollozó hasta quedar sin fuerzas - ¿Por qué me haces recordar aquella pesadilla? - un fuerte viento acarició su rostro - Encima desapareces así
Diana regresó a la cama pero tardó en dormirse. Pero en esta ocasión soño que era la esclava enamorada de aquel campesino. Lo vió a pleno día, tenía los cabellos rubios y los ojos verdes. Siempre curaba sus heridas tanto físicas como emocionales. La amaba de verdad y se lo demostraba cada vez que se encontraban. Recordó las sensaciones que experimentaba estando en sus fuertes y seguros brazos. El amor conseguía alejarla de aquella pesadilla en la que vivía día tras día, aunque fuese momentáneamente.
Al amanecer despertó aliviada y feliz tras recordar el rostro de su amado.
No dejaría que los oscuros momentos vividos en esa época arruinen ese maravilloso amor que había experimentado.
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Editado: 11.02.2021