La mañana siguiente me desperté temprano, como siempre. Me levanté, cogí mis cosas de baile (un pantalón largo negro, una camiseta roja de manga corta y unas punteras) y salí de la habitación.
Entré en el baño. Tras hacer mis necesidades, me cambié, me lavé los dientes y me hice una trenza. Después salí y me dirigí a la cocina a por mi desayuno.
Una vez allí, me puse un vaso de naranja, hice dos tostadas y saqué la mermelada de mora. Cuando terminé de devorar mi desayuno eran poco más de las ocho y media de la mañana. Sí, era madrugadora por naturaleza.
Me dirigí a la sala de ensayo con el pequeño reproductor de música en la mano. Entré, encendí la luz y empecé a calentar. Hice ejercicios de estiramiento, acrobacias sencillas y no tan sencillas, giros…
Después me puse los auriculares y encendí el reproductor de música. Tenía dos nuevas canciones: las canciones de los internacionales. Puse la del solo en el que simulaba estar enfadada y empecé a ensayar los movimientos que había aprendido esa semana.
Repetí el baile hasta que me cansé de ejecutarlo. En cuanto eso ocurrió, empecé a bailar los bailes de los nacionales; primero, el baile en el que simulaba ser una princesa triste; y luego, el baile en el que simulaba ser una completa loca. Este último lo ejecuté varias veces ya que se había convertido en uno de mis bailes favoritos.
Una vez llegadas las once y media, tras haber estado tres horas ensayando, decidí parar y seguir más tarde. Así que recogí mis cosas y salí de la sala de ensayo para subir a mi habitación. Allí, cogí unos vaqueros, una camiseta, un jersey y unas mudas y fui a darme una larga ducha.
Tras salir, vestirme, secarme el cabello y peinarlo, salí y volví a mi habitación a por mi mochila. Después, me dirigí a la habitación de estudio para hacer los deberes y estudiar hasta la hora de comer. “Tras la comida, tengo que llamar a Sarah”, pensé antes de centrarme en mis deberes de química. Formulación, maldita formulación. ¿Cuándo haríamos explotar algo?
Pasé el resto de la mañana así, entre libros. Por absurdo que sonara, me gustaba estudiar. Me gustaba saber cosas nuevas que antes no sabía, cosas raras, cosas curiosas… Todavía no sabía qué carrera estudiar, aunque sabía que me gustaban los números y la historia.
Había pensado en mi futuro más de una vez. Mi sueño era ser bailarina, pero sabía que no siempre podría vivir de ello. Así que, por eso, iba a estudiar una carrera, para tener una alternativa. Por si no podría vivir del baile, aunque, si no lo hacía, me sentía vacía.
. . .
—¡A comer! —dijo Julia, tras tocar la puerta de la sala de estudios, haciendo que me sobresaltara. Había estado muy concentrada en mis tareas, por lo que no me había dado cuenta de que ya era la hora de almorzar.
—Un momento —le dije—. Dejo los libros y bajo.
—Muy bien, peo que no tenga que volver a subir.
Asentí con la cabeza mientras recogía todos lo libros y los metía en mi mochila. Después, salí de la sala de estudio y entré en la habitación de las chicas para dejarla encima de mi cama. Una vez hecho esto, salí de la habitación y bajé las escaleras para dirigirme al comedor.
En cuanto entré, me quedé de piedra. ¿Qué hacían los reyes allí? Entonces mi cerebro decidió funcionar de nuevo. Fue entonces cuando recordé que ayer vinieron. “Bien, Madison, hoy estás muy espabilada”, pensé.
Tras hacer una reverencia, me senté en mi sitio, junto a Lea y Luna.
—¿Y la cara que has puesto? —me preguntó Lea.
—¿Qué cara? —inquirí yo, alzando una ceja.
—Pues la cara de asombro que has puesto —respondió ella encogiéndose de hombros—. ¿A qué venía eso?
—La verdad, se me había olvidado que estaban aquí —susurré.
—¿Quiénes?
—¡Mi abuela! —dije sarcástica—. ¿Quiénes van a ser?
—Ah —dijo, dándose cuenta de quiénes estaba hablando—. ¿En serio se te había olvidado?
Asentí con la cabeza.
—Pues sí que tienes memoria pez —comentó ella, riéndose, haciendo que yo también riera—.Y, cambiando de tema, ¿de qué quería hablar la reina contigo ayer?