—¡Qué romántico! —exclamó Sarah.
Nos encontrábamos en clase de filosofía. Sarah, Lea y yo estábamos sentadas en el mismo grupo de filosofía. Nuestro compañero de grupo no había venido, así que teníamos total libertad para hablar sobre los reyes.
—¿Dices que te dejó la nota encima de tu cama? —preguntó Lea.
—Sí. Ni yo misma me creo lo que está pasando.
—¡Te quiere! —dijo Sarah, más contenta que unas castañuelas—. ¡Lo sabía!
—Probablemente tengamos a la futura princesa de Illéa en esta clase —susurró Lea en mi oído.
En cuanto dijo esto, la profesora entró por la puerta, provocando que toda la clase callara. La clase pasó con normalidad. Antes de salir de clase, apunté los deberes en mi agenda escolar y salí para dirigirme al patio, junto con los demás.
El resto del día escolar pasó con normalidad. Las horas se me hicieron cortas, muy cortas. Pronto me encontré entrando por la puerta del Moonlight, con una boba sonrisa dibujada en los labios; tenía ganas de ver a Eric, de hacerle saber lo mucho que me había gustado su carta de amor.
Tras entrar por la puerta, subí las escaleras en busca de mi bolsa de baile. Allí, encima de mi cama, había otra nota. La desdoblé y la leí:
“Querida Maddie:
Espero que tu día en el instituto haya sido bueno.
Mi día ha sido… extraño. No te lo voy a contar para no aburrirte, ya que apenas he hecho nada interesante. Lo único que te voy a contar es que te he extrañado muchísimo. ¿Por qué tendrías que ir al colegio? ¿Por qué no podías haberte quedado?
Nunca me cansaré de escribirlo, peo quiero que sepas que te quiero, te amo con toda mi alma. Más, si es posible.
Eric”.
Eric me quería. ¡Me quería!
Me levanté de la cama y salí del dormitorio para buscar a Eric. Fui hacia la planta baja, pero no estaba. Busqué en el ala de invitados (con temor a encontrarme con los reyes), pero no había nadie; estaba desierta. Busqué en los jardines, pero tampoco estaban.
¿Dónde estarían? ¿Dónde se habrían metido los reyes?
. . .
Llegué al estudio con cinco minutos de retraso. Era la primera vez en todos estos años que llegaba tarde, y esperaba que Hannah no me echara una bronca del copón cuando me viera.
Entré al estudio y fui a los vestuarios. Por suerte, Sarah seguía allí, cambiándose de ropa.
—¿Qué? ¿Llegando tarde, Maddie? —me preguntó, fingiendo estar molesta.
—Sí, estoy echa una malota —le contesté, siguiendo la broma.
Me cambié rápidamente y, una vez listas, Sarah y yo salimos de los vestuarios para empezar el ensayo. Hannah se encontraba en el centro de la estancia, con los brazos cruzados alrededor del pecho. Su mirada nos daba a entender que llegábamos tarde.
—¿Por qué será que el único día que no tenéis que llegar tarde llegáis tarde? —preguntó ella, aunque creo que fue una pregunta más para sí misma que para nosotras.
—Lo siento, la culpa es mía —me expliqué yo. No quería que Sarah también cargara con la culpa—: Me he entretenido en el Moonlight y por eso he llegado tarde. Sarah ya estaba en los vestuarios cuando he llegado, así que no la metas en el mismo saco.
Hannah alzó una ceja, aparentemente molesta, pero no dijo nada.
—El caso es que hoy tenemos unos invitados especiales que no se querían perder vuestro ensayo —dijo Hannah.
Ambas nos miramos, confusas. ¿Quién vendría a vernos ensayar?
—¿Quiénes? —dijimos Sarah y yo a la vez.
Ella fue hacia una de las muchas puertas del estudio y entró. Dijo algo que no comprendimos y salió, seguida de… ¿Qué demonios hacían ellos allí? ¡Tío, parecían unos acosadores!
—Lo siento, Sarah. No tenía ni idea de que vendrían —le susurré a mi amiga.
Los reyes, sus hijos, Marlee, Carter y las chicas de la Selección entraron en la sala de ensayo y se sentaron en los sofás que habían colocado anteriormente para ellos.
—Maddie, cierra la boca, que te entran moscas —dijo Sarah, riéndose disimuladamente.