Me desperté luego de tener una pesadilla horrenda; al parecer no pude descansar bien, pero al menos me sentía bastante animado. Quería conocer los misterios agazapados del planeta, descubrir quiénes eran mis adversarios y darles caza; si no quedaba más remedio. Me senté en el suelo y comencé a realizar ejercicios de relajación y concentración. Luego de esto, decidí desayunar. Pedí dulces y un vaso de jugo, lo cual apareció instantáneamente en mi mesa. Cuando terminé de comerme un delicioso panecillo azucarado fui al baño a cepillarme los dientes. Mi mente se encontraba despegada y serena como un mar en calma. Me vestí con mi armadura y coloqué mi gloriosa espada bastarda en su funda. Me miré rápidamente en el espejo y me arreglé un poco mi enmarañado cabello. Ser un héroe de Isekai me parecía increíble, siempre soñé con ser un aventurero en un mundo de fantasías. La oportunidad que se me ofrecía era única. Yo debía aprovecharla al máximo. Todo me resultaba interesante esa mañana, incluso los comentarios de los empleados del hotel. Mis compañeros me esperaban en una especie de bosque en miniatura que se encontraba dentro de la instalación, por supuesto, me avisaron de que estaban allí por medio de una llamada telefónica.
–¡Vaya lugar éste más acogedor!, ideal para conversar y relajarse, es una lástima que tengamos que marcharnos, pero les prometo que un día de estos volvemos y nos lanzaremos de clavado en ese lago de allí–les dije luego de verlos.
–Hoy te levantaste animado, Octavio–me comentó Anastasia.
–La vida es bella, mi querida Anastasia, cuando nos damos cuenta de esa realidad no hay mejor motivo que ese para ser feliz–le respondí.
–¿Qué hacemos entonces? El enemigo nos espera–farfulló Barter Ríos con cara de aburrimiento.
–Pues que siga esperando, no hay prisa. La guerra estallará cuando sea preciso–dije luego de sentarme en un banco de madera.
–¡No entiendo nada, debemos marcharnos! –exclamó Estela de Varentral con algo de disgusto en su voz.
–Ya nos iremos, pero primero necesitamos una estrategia, ¿qué tal si les caemos a espadazos y punto? –pregunté.
–Me parece bien–señaló Barter Ríos.
–A mí también–dijo Bernamir Nirando.
–Ustedes los hombres son muy simples, pero por desgracia no se me ocurre ningún plan, así que los seguiré a donde vayan–argumentó Estela de Varentral.
–¿Hay alguna cabina de teletransportación que nos llevé cerca de alguna base enemiga? –le pregunté a mis compañeros.
–Sí, a tus espaldas hay una–me respondió Anastasia.
–¿Ven que sencillas son a veces las cosas? Pues andando, la aventura nos espera–le dije a mi grupo con desmesurada emoción.