La legítima dueña de los tulipanes
Gio
¿Por qué tuve que despertar hoy?
Cuando había pensado que ya nada podía confundirme más, tenía a una Abril con expresión de perplejidad mirándome más sorprendida que a un mono con tres cabezas. Tal vez un letrero con la frase "Mírame raro" debió de pegárseme en la frente de camino hasta el edificio, era eso o tenía un moco colgando de la nariz. No le encontraba otra explicación. Y para rematar, la mujer a mi lado —quien suponía era la guarda de seguridad del edificio—, me tenía sudando frío desde que había decidido seguirme, sin pronunciar palabra alguna y con una sonrisa burlona en el rostro, hasta la puerta del apartamento.
Era un manojo de confusión, estrés y nervios con patas.
«"Piernas, idiota, no eres un animal", me recriminé».
Ya ni sabía que pensar.
—Lo acompañé para que no se perdiera —exclamó la extraña mujer.
Pero si era el primer apartamento del segundo piso, no había pierde.
—¿Qué haces aquí? —La chica de las nubes sonaba igual de confundida que yo.
—¿Recuerdas que acordamos reunirnos en tu casa para continuar con el trabajo de Rolle?
—¡Miércoles! —En realidad era sábado—. Lo olvidé. —Se golpeó la frente con la palma de su mano, mientras un leve sonrojo hacía acto de presencia en sus mejillas.
Reí, vaya que era despistada —además de olvidadiza y adorable—.
—Descuida —Ya estoy acostumbrado, quise decirle—. Aquí tienes, estas son para ti.
Le entregué el pequeño ramo de tulipanes que sostenía entre mis manos, mientras era testigo de cómo alternaba su mirada desconcertada entre las flores y yo.
¡Diablos! De seguro le había espantado.
—No debiste molestarte. —Sonrió. ¿Ya mencioné que ese gesto fue reconfortante?
—No es nada. —Los dos pares de ojos me tenían con los pelos de punta—. De hecho, según observé en tu blog, las flores parecen ser tus piezas favoritas a la hora de retratar entornos.
Abril asintió, mientras la sonrisa en su rostro se intensificaba. Al menos había acertado en algo.
—¡Pero si eres tan dulce! —dijo la mujer a mi lado, tomándome de un moflete.
—Alma, gracias por acompañarlo.
Alma, gracias por asustarme.
La mujer hizo una corta venia con su cabeza y comenzó a caminar de vuelta hacia la recepción del lugar —no sin antes haberme dado tres palmaditas en la espalda—.
—¿Dijo que era dulce? —¿Cómo un bulto de azúcar?
Ahora sí que lo había escuchado todo.
Abril soltó una risita mientras se hacía a un lado y me invitaba a pasar al interior del lugar.
La cálida sensación hogareña que flotaba en el aire no había sido experimentada por mi ser en años, lo cual fue gratificante. El lugar era bastante impactante visualmente, no sabía si compararlo con una tienda de música, por los cuadros de cantantes y grupos famosos colgados en las paredes; con una tienda de arte, por la gama de colores que teñía los muros y las pinturas junto con el caballete que se encontraban apoyados en un rincón de la habitación; o con una sala de cine, por la gran pantalla plana y la colección de películas que estaba organizada estratégicamente sobre una estantería —junto a los enormes afiches alusivos a "Volver al futuro" y "La mujer maravilla"—.
Era un espacio digno de una artista, no cabía duda de ello, y resultaba interesante.
—Iré por un jarrón con agua para poner a estas bellezas —mencionó, mirando los tulipanes—. Siéntete como en casa.
Sonrió, mientras comenzaba a alejarse del lugar y estornudaba en el proceso.
Me quedé estático en el sitio donde me encontraba, sin saber hacia dónde dirigirme o qué hacer. Las personas solían repetir esa frase sobre sentirse como en casa y sabía que lo hacían por cortesía, pero no solía surtir un efecto certero. Un desconocido en un lugar desconocido era simplemente un ser perdido.
Hice un breve paneo con la mirada hasta que me fijé en uno de los estantes en la sala, sorprendiéndome de la gran cantidad de discos de vinilo contenidos en este, junto con algunos cassettes y los confiables CD. Me tomé el atrevimiento de acercarme hasta dicho rincón y husmear un poco mejor acerca de lo que se resguardaba allí. Tomé algunos vinilos y analicé sus carátulas, sin tener una noción clara de los artistas pertenecientes a dichas obras —a excepción de los ya reconocidos "Aerosmith" y el grupo favorito de la abuela, "ABBA"—. La colección era impresionante, nunca en la vida había mirado tantos discos juntos, alrededor de unos quinientos, sin contar los cassettes y los CD; sin embargo, el número no era el único rasgo interesante de dicha antología, a ello se le sumaba la variedad en los tamaños y en las temáticas, pues no solo parecía ser de rock y pop, sino que reunía distintos géneros musicales de distintas épocas.
—Celia Cruz —exclamó una voz a mis espaldas—, la cantante favorita de mi padre. —Sonrió, mirando el ejemplar entre mis manos—. ¿Hay alguna canción de ella que te guste?
—Creo que mi conocimiento se limita a "Te Busco" y "Guantanamera" porque mi abuelo solía escucharlas mientras se fumaba un puro en la sala de su casa —mencioné. Al hombre le encantaba la salsa—. De toda la colección, ¿tienes algún vinilo favorito?
Suspiró, mientras recorría la estantería con los ojos y pasaba su mano por todos los discos de dicha zona. Mordió su labio un par de veces, mientras tomaba algunos de ellos y los devolvía a su sitio antes de elegir dos obras y sonreír.
—Todo lo que miras aquí tiene un lugar reservado en mi corazón porque parte de ello pertenecía a la colección de mi padre. —Lucía emocionada—. Pero estos dos son especiales, ya que dieron inicio a mi recopilación.
El primero de los ejemplares no era de mi conocimiento, la carátula del mismo mostraba la caricatura de una mujer y un hombre en lo que parecía ser un laboratorio de química, y de no ser porque el nombre de los artistas detrás de este se encontraba en la parte de abajo de la portada, hubiese continuado en la ignorancia. Se leía: Hombres G. El segundo ejemplar pertenecía a Lady Gaga, y suponía que correspondía a uno de sus primeros proyectos musicales por la estética que manejaba, aparte de parecer ser uno de los favoritos de Abril, puesto que se notaba un poco deteriorado por el uso.