Han pasado seis años desde aquel día. Abro los ojos y veo la luz que se escapa por la pequeña ventana del techo de mi habitación. Miro el reloj: 8:00.a.m. Mientras espero a mi padre, tarareo el estribillo de mi canción favorita ''Ribcage'' de un cantante americano, Andy Black. Mi padre entra por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. No es un hombre mayor, pero tampoco es joven. Se delata en sus pequeñas canas rozando con los cabellos castaños. Me recuerda a un sheriff con su bigote, también castaño y su mirada fría pero a la vez alegre.
-¿Cómo ha dormido mi pequeña esta noche?-dice.
-Bien, como todos los días, supongo.
-¿Estás lista?-me mira con cara seria.
-Siempre.
Quita la manta de mi cama y me coje en brazos. Me baja por las escaleras hasta la cocina, donde se encontraba ya el desayuno preparado.
-Papá, no hace falta que hagas tú todo. Ya sabes que en esta planta hay dos camas y perfectamente puedo manejarme aquí.
-Pequeña, aquí hace demasiado frío. Mira, hasta las tostadas lo sienten, así que cómetelas antes de que se te enfríen.-me mira con sonrisa pícara e intentando esquivar mi propuesta.
-Pero yo quiero ayudarte-refunfuño
-Alba, cómete las tostadas, que Mikel va a llegar en cualquier momento a buscarte.
Termino el desayuno y me preparo para asearme. Siempre tengo una pequeña ducha instalada en la planta baja, para facilitar más las cosas. Es incómoda, puesto que el baño era estrecho, pero a fin de cuentas, funcional. Como todos los días, mi padre coloca la ropa que le pedía la noche anterior en el sofá junto con mi mochila. De repente, suena el timbre.
-Mira, ese debe ser Mikel ya, que muchacho este, eh.-dice riéndose.
-Papá, por favor.
Junto con mi padre, nos acercamos a la puerta donde está Mikel y la empieza a abrir. El sonido es bastante incómodo ya que la puerta y la casa son bastante viejas.
-Buenos días, Mikel, qué, ¿Preparado para el instituto otro día más?
-Por supuesto señor, y con Alba más preparado aún.-dice a mi padre sonriente.
Me saca mi padre de casa y susurra algo le susurra algo pensando que no le escucho.
-Oye, cuídamela bien, eh.
-Como todos los días, y los que queden-le susurra Mikel.
-¿Sabéis que puedo escucharos?-refunfuño.
Los dos se echan a reír.
-Bueno, hija, ten un buen día y aprende mucho, te quiero.
-Gracias papá, yo también.
Mikel empezó a empujar para irnos al colegio juntos.
-Oye, dame tu mochila, que ya haces bastante esfuerzo.
-Bueno, pero si te cansas o te pesa mucho dímelo.
-Eres el más indicado para decir eso, eh.-le digo irónicamente.
Seguimos de camino a la escuela. Todos los días hacemos el mismo camino: Pasamos por la panadería, por las casas de la señora Pepi, una mujer bastante adinerada y bastante obsesionada con el color rosa. Después, la frutería y también en la churrería para tomar algo en el recreo.
-Oye, Mikel...¿Tú no te cansas de hacer esto todos los días?
-Que va, es divertido y entretenido. Te despejas por la mañana.
-No...bueno...no quiero ser una carga para ti.-le digo cortada.
Se para y se voltea hacia mí.
-Escúchame, tú nunca vas a ser una carga para mí. Yo no soy el que está en silla de ruedas. Eres tú. Por mi culpa tú estás así, además, te hice una promesa y no la voy a romper nunca. Y ahora, voy a coger los churros y nos vamos a ir tan alegres al colegio, ¿Vale? No quiero saber más de este tema. Sabes que ya lo tenemos hablado.-Se aleja con gesto enfadado hacia la churrería. No me gusta verle así.
El autobús está esperando en la plaza como todos los días. Nuestro instituto no se encuentra dentro del pueblo, tenemos que dirigirnos hacia Terras, otro pequeño pueblo vecino donde hay muchos más recursos que aquí. No hay centros comerciales ni grandes tiendas, pero al menos hay boleras, cines y un pequeño estanque para bañarse de vez en cuando.
-Te cojo y dejo la silla en el maletero del bus.-me dice mirándome.
No le contesto. Simplemente le miro con una triste sonrisa. Empezamos a subir los escalones del bus y nos encontramos con otros compañeros de clase. Por la parte derecha, Stacey & Dayanne, las compañeras más pijas de toda la clase. Parecen ser las hijas de la señora Pepi. Los brillos, diamantes y ese rosa chillón que se te cuela entre los ojos rápidamente, es algo muy habitual en ellas. Cuatro asientos más lejanos a ellas, se encuentra Victoria, una chica alta, delgada, de ojos y cabello castaño y un tono claroscuro de piel. La novia de Mikel. Nunca me siento cómoda con ella, me mira fríamente, como si algo le molestase de mí. De todos modos, en la vida me he dirigido la palabra con ella. Llegamos a nuestros sitios. Mikel me deja en el asiento que ocupa la ventana. Siempre me deja ese asiento, aunque insisto en que cada turno lo utilicemos cada uno.
-Bueno, ponte el cinturón. Si quieres, pongo algo de música, me he traído el MP3.
-Gracias. Quizás luego lo de la música.-le digo con un tono suave.