Camino Entre Ruedas

Capítulo 5: No todas las ideas son buenas.

Han pasado tres semanas desde aquel maravilloso día. Estamos en clase de matemáticas. Volteo mi cabeza para mirar a Mikel y ver cómo se centra totalmente en las ecuaciones que casi nadie sabe hacer, pero no le veo tan entusiasmado como siempre. Está tumbado en la mesa de brazos cruzados mirando la silla delantera. Espero con la intención de que coloque su mirada sobre mi rostro, pero no lo hace en toda la hora. En el recreo decido hablar con él. Una vez abajo, me quedo sentada en el mismo banco de siempre. Cuando le veo me doy cuenta de que esta vez no para como siempre y le grito para que se acerque.

-¡Mikel!

Se voltea, me mira y se acerca despacio, pero con un rostro serio.

-¿Qué te pasa? Te he visto en clase bastante apagado.

-No me pasa nada, simplemente estoy cansado.

-¿No has dormido bien esta noche?

-Bueno.

Veo que se empieza a crear un silencio incómodo, por lo que intento sacar temas a voleo, por si puedo animarle.

-Am...¿quieres un trozo de churro?

-No, gracias.

-Bueno...hoy quedamos a las 4:30. p.m como siempre para irnos a casa, ¿no?

-Sí.

Sus respuestas eran de todo menos alegres.

-Oye...si te ocurre algo, sabes que puedes contármelo.-le digo sonriendo.

-Enserio, Alba, no me pasa nada...Me tengo que ir, me están esperando.-dice borde.

-Está bien, nos vemos a la salida.

Se aleja. Me siento descolocada con su actitud y a la vez triste. Siento que algo no va bien. Todo no puede salir tan tan estupendamente.

Se acaban las clases y me quedo en la verja de la puerta esperándole. Sale mucha gente. Cada uno con su tema de conversación. Las chicas ''pink'', Paula, Shena, Victoria y su grupo de amigas...todas las personas posibles, menos él. Empiezo a sacar varias teorías de por qué se retrasa tanto: Puede que esté en el baño, recogiendo algo en clase, tal vez en el gimnasio para coger materiales...pero no. Pasa media hora. Ya no hay nadie en el instituto. Sólo estoy yo y mi silla de ruedas. Ni rastro de él. Empiezo a empujar la silla en dirección al autobús. Tampoco está, como era de esperar. No es nada fácil llevar una silla de ruedas por calles que no están bien construidas. Pienso en hacer auto-stop, pero es más probable que pase un elefante rosa volando que un sólo coche por estas calles. Mientras tanto, mi padre se encuentra alarmado puesto que ve que no regreso del colegio. Llama a Mikel para ver si está. Negativo. Es ahí cuando decide coger el coche e ir hacia el instituto. Yo decido ir rodando por el camino entre Terras & Rixonville con paciencia y mucho dolor de brazos. Por el campo no puedo ir porque hay demasiados huecos. Mi única opción es colocarme en un lado de la carretera aunque me tenga que atascar con miles de piedrecitas enanas. Llevo quince minutos empujándome. Cuando no puedo más y comienzo a desesperarme veo que se acerca un pequeño coche azul que va frenando cada vez más y más en cuanto se acerca a mí. Es mi padre. Sale del coche a toda prisa y me abraza.

-¡Dios mio, pensé que estabas en el colegio todavía! Qué susto, menos mal. Déjame ver tus manos.

Se encuentran totalmente rojas y con varias ampollas en cada una.

-¿¡Estás loca?! Te puedes hacer mucho daño. Madre mía, ven, que te meto en el coche.

¿Dónde diablos está Mikel? Tenía que traerte a casa, ese era su único deber. Y estás aquí tú sola. No me puedo creer que te haya hecho esto.-dice muy enfadado.

-Papá, tranquilo, yo tampoco sé donde está. Además, estaba a primera hora en clase pero a segunda desapareció y no le he visto en todo el día.-le miento descaradamente.

Mi padre hace un gesto de enfado mientras mete la silla en el maletero y se dispone a arrancar para volver a Urda.

Es la primera vez que mi mejor amigo me hace esto. Días más tarde, sigue sin aparecer. En clase su sitio vacío empieza a crearme muchas dudas en la cabeza. Tampoco aparece a la hora de volver a casa o por la churrería. Es como si nunca hubiese existido. Quiero saber de él. No entiendo por qué todo se está estropeando. Decido llamar sobre las cinco de la tarde a su casa armándome de valor. Toco el timbre y oigo pasos acercándose. La puerta se abre y el visillo se mueve.

-¿Sí?- dice Mikel.

Se le ve el rostro bastante pálido y con ojeras. La ropa que lleva puesta está entre rota y descuidada. Y su mirada con apenas emoción.

-¿Dónde has estado todo este tiempo? Te he estado buscando por varios sitios...-le digo.

-He tenido que cambiar planes.

-Si quieres...podemos ir al parquecillo a hablar un rato.

Coge las llaves de su casa y cierra la puerta con fuerza. Agarra mi silla y empieza a empujarme hacia la carretera. El trayecto desde su casa hasta el parque es completamente silencioso. Vacío. El cielo esta despejado y el sol reluce pero nuestros corazones parecen estar sufriendo un día gris. Llegamos y nos quedamos sentados en un banco al lado de un rosal blanco.

-Bueno, sé que he estado tiempo desaparecido, pero, no es nada grave. De todos modos, quería discul...-le corto.

-Soy yo la que debo disculparme. No debí exigirte tanto, lo sé, soy una carga y no puedes estar a mi lado todo el tiempo.




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