Camino Entre Ruedas

Capítulo 18: Se acabó el camino entre ruedas.

Hoy es el día. Hoy hacemos dos meses juntos. Todavía no sé que voy a regalarle a Mikel. ¿Qué le puede gustar? ¿qué le puede faltar? ¿un perro quizás? Cada vez que más pienso, más tonterías suelto por mi mente. ¿Él estará pensando en hoy? ¿se le habrá olvidado?

-Si dejases de pensar eso en alto, sería mejor, princesita.-dice mi padre.-Así que hacéis dos meses juntos, eh. Menudos campeones ya. Cuando sea la boda, me pido elegir el color de las rosas.-dice irónicamente.

-¡Qué dices, papá! Qué tonto eres a veces.

-¿Yo? Para nada. ¿Qué tienes pensado darle?

-Todavía no lo he pensado. Al principio pensé en ropa, pero es algo muy común y supongo que él tendrá mucha.

-¿Qué crees que le puede gustar?

-Ni idea.

-Vaya, qué buena novia eres.

-Quiero decir, ya tiene muchas cosas: videojuegos, ropa, música, cuadros, ¿qué le doy? ¿un poni?

-Es un chico. Piensa como uno.

-Entonces querríais...no sé. Es que, tampoco hay más partidos de fútbol que se celebren.

-¿Unas deportivas?

-Papá, eso se asimila a ropa.

-Vale vale. ¿Qué tal una cena?

-No, eso sé que lo tiene pensado él, siempre que hemos quedado, me ha llevado a comer o a cenar. No me va a dejar en la vida invitarle.

-Es verdad, él es muy...

-Tradicional.-decimos los dos a la vez.

-¿Alguna revista o película favorita que tenga?

-Yo intenté que fuese Crepúsculo, pero no sé por qué motivo, no traga al lobo. Ni al vampiro. Ni el comienzo de la película.

-Ya lo tengo, un álbum.

-¿Crees que eso le va a gustar?

-Claro, venga, vamos a buscar todas las fotos que tengáis juntas. Creo que las metí en un baúl.

Salimos al corredor de salida y mi padre coge una escalera para entrar al pequeño ático que tenemos. Se mete y tarda unos cinco minutos en encontrarlo.

-¡Apártate!-me dice.

Me alejo con mi silla hacia la puerta, lo más lejos posible y oigo un estruendo. Es el baúl. Mi padre lo ha tirado con todas sus fuerzas al suelo, tan tranquilo.

-Un poco más y nos quedamos sin casa.

-Eres muy exagerada.

-Uy, ¿a quién habré salido?-le digo riéndome.

-Bueno, vamos a abrirlo.

Consigo trae un álbum con una tapa vieja.

-Aquí vamos a poner las fotos.-me dice.

Lo abre y encontramos muchas cosas. Por un lado, el vestido rojo que me puse de pequeña cuando invité a Mikel a comer. También estaban algunas gorras antiguas de mi padre, cuando era fan del equipo de fútbol del pueblo.

-Cuántos recuerdos, parecemos viejos.-me dice mientras rebusca en el baúl.

-La verdad, no sé si antes tenías cincuenta años o ahora.

-Te ha dado conmigo hoy, eh, princesita.

Coge un sobre viejo.

-Aquí están. Toma. La mitad del taco.

Hay un montón de fotos. Algunas de mamá, papá y mías están mezcladas.

-Mira, esta es de cuando te compramos a Duky. Te seguía a todas partes.

La foto estaba rota por una esquina. Salíamos papá y yo, ya en silla y Duky en mis piernas, tan amarillo y chiquitín.

-Guau, qué monada.-digo.

-Estas son las de Mikel y tú.

-Oh, santo cielo, ¿hicimos la comunión juntos?

-Sí, pensé que lo recordabas.

Ver a Mikel de marinerito era lo más sexy que había visto de él.

-Ya puedes ir empezando a ponerlas en el álbum.

Mi padre y yo estamos toda la mañana colocando las fotos y debajo suya, alguna frase inspiradora para que recuerde siempre que vea las fotos. Ya a la hora de comer, conseguimos terminar todo el álbum.

-Bueno, mientras hago la comida, piensa, ¿qué más?

-A mi ya no me da para pensar más, estoy cansada.

-¿Sabes si él te va a hacer algo?

-Qué va, no tengo ni idea de lo que me tiene preparado.

-¿A qué hora habéis quedado?

-Sobre las siete, en nuestra calle.

-Oh, vaya, así que puedo estar presente, ¿eh?-dice riéndose.-Eso me gusta.

-No seas cotillo.

-¡Eh! ¿Y qué ropa vas a llevar?

-Creo que estoy demasiado espesa.

Apoyo mi cabeza sobre la mesa y me quedo viendo la tele mientras espero a que mi padre termine de hacer la comida. El tiempo pasa y pasa y el gran momento se acerca. Estoy sentada en mi cama, pensando qué ponerme. ¿Una falda? ¿un vestido? ¿un pantalón? ¿y si la mejor idea es ir desnuda? Definitivo. He rozado la línea de la estupidez. Finalmente decido ponerme un vestido blanco con pequeñas piedrecitas negras brillantes pegadas y unas manoletinas. Dedico ir a la terraza a esperar el tiempo que faltaba y mirar las rosas colgadas del balcón de Mikel. Mientras tanto, él también se prepara. Opta por ponerse una camisa marrón con los brazos remangados y unos vaqueros azul cielo. Se coloca el pelo, se echa colonia y se coloca en la muñeca derecha una pulsera que pone ''FoReVeR'' que le regalé por nuestro primer mes de relación. Salimos los dos a la vez de casa. Mi padre está detrás de la puerta, esperando a escuchar nuestra conversación, pero cierro fuerte la puerta enviándole una indirecta. Ahí estamos. Los dos en la calle. Sonriendo como siempre como dos grandes idiotas.




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