La noche en que el fulgor de las estrellas iluminó el cielo con una intensidad inusual, Loriana se encontraba en su cabaña en el bosque, su mente llena de pensamientos inquietantes. Desde la oscuridad de su habitación, una figura etérea emergió, una silueta luminosa que parecía formada por los rayos de la luna misma. Esta figura, una criatura de elegancia inigualable, era Faelan, un hada cuyo resplandor había perdido su intensidad.
Faelan compartió con Loriana los oscuros presagios que habían sumido a los Bosques Encantados en una sombra malévola. Juntas, decidieron buscar los tres tesoros mágicos que, según la profecía, podrían devolver la luz y la vida a Elysium. El primero de estos tesoros era la Lágrima de la Luna, una joya que brillaba con la esencia pura de la noche, custodiada por un hechizo oscuro que debía ser desentrañado.