can you touch me? • larry stylinson (omegaverse)

Capítulo 11.

Louis descubrió que verle dormir era observar el dolor y, mientras lo recuesta en su cuna, la mueca en sus labios se dibujó por sí misma cuando avanzó con firmeza hacia el otro extremo de la habitación. El suelo frío lo recibió cuando se sentó sobre él, papeles en su regazo que debería ya haber revisado desde días atrás.

Su abogado de adopción, que había sido amablemente pagado por Niall antes de su discusión, le había estado citando varias veces durante la semana para poder dar ajustes a las ultimas clausulas en el documento de renuncia, en donde debía de elegir si firmar pasado el mes de reflexión o apenas el bebé estuviera fuera de sus brazos. Había decido que sería enseguida, que vería a su hijo ser llevado por una familia adinerada, de la cual no tenía ninguna información por ser una adopción privada. Se había visto al espejo en busca de ayuda para su decisión, sabiendo que no podría seguir adelante sabiendo que tenía la oportunidad de "arrepentirse" y volver a tener a su cachorro en brazos.

—No sé cómo quieres que reaccione —Louis escuchó las palabras, un recuerdo que se había estado negando a recordar desde que había seguido adelante, sosteniendo su vientre plano en ese entonces—. Esto no es...

—¿No es qué? —Louis se acercó a él, deseando que todo fuera una mala broma y que el hombre frente a él, que había llamado su alfa por meses, le sostuviera antes de caer con un peso muerto sobre sus hombros. Se sentía perdido—. Dijiste que me marcarías.

El recuerdo de la risa que le dio ese día le llenó los ojos de lágrimas. Supo en ese entonces que todo se derrumbaría poco a poco y que, pese a ser lentamente, dolería demasiado.

Las lágrimas ya se derramaban sobre sus mejillas, porque no podía regresar en el tiempo y evitar cometer tantos errores en su vida.

—Es diferente, Louis —le había dicho con obviedad, rodando los ojos y gruñendo—. Yo no puedo tener un hijo ahora. No cuando me están aceptando en la mejor universidad de Francia, ¿me entiendes? Se suponía que esperarías, Louis, que estarías aquí para cuando volviera. Buscando embarazarte solo me demuestras que me quieres tener estancado a tu lado en esta ciudad de mierda. —Tiró de sus cabellos y Louis se encogió en su lugar, la felicidad que había sentido por descubrir que estaba en estado yéndose junto al futuro que tanto había planeado con lujo de detalles.

—Puedo ir contigo —susurró, sintiendo frío en su cuerpo. Él negó, mirándole con una mirada que ya no demostraba el amor que Louis solía ver y gozar.

—No —Negó y retrocedió—. ¿Cuánto cuesta un aborto? Puedo pagártelo y estar allí; puede ser antes de mi viaje y entonces...

—Pero yo no quiero —chilló, retorciéndose en su lugar y queriendo tener una salida que no le provocara tanto dolor. Ya se había imaginado el rostro de un cachorro entre sus brazos, para ese entonces.

El rostro que se había imaginado ni siquiera era la mitad de perfecto que el verdadero de su cachorro, que parecía brillar contra cualquier luz, que sus ojos parecían querer verte con una sonrisa en tu rostro. ¿Cómo podría avanzar sin eso? O lo que es aún peor, ¿cómo podría ver aquello desvanecerse con el tiempo?

—No puedo tener un hijo —le repitió ese día, donde los pájaros cantaban una bella melodía que Louis aun escucha en lo profundo de su cabeza.

Él se había ido a la semana siguiente, y Louis lo vio a lo lejos mientras se escondía en una multitud dentro del aeropuerto. Vio la decepción en sus ojos cuando recorrió el lugar antes de embarcar y no encontrarlo para la despedida, la misma mirada que su madre le dio un mes después, cuando ocultarlo ya no era una posibilidad.

—Solo tienes dieciocho años, Louis —Su madre sacudió su cabeza, viendo su vientre un poco abultado con una mirada llena de todo, menos felicidad o cualquier otro sentimiento así relacionado—. No puedes tener un bebé; solo arruinaría tu vida.

Absurdamente pensó que alguno de ellos se arrepentiría, que regresaría a él al poco tiempo y las cosas no cambiarían demasiado, tan solo hubiera habido un cachorro de por medio. Pero ello no sucedió, porque ellos eran más fuertes que Louis a la hora de tomar decisiones. Y por eso Louis no podía permitirse tener ese tiempo de reflexión entre las paredes donde su hijo apenas creció un poco, donde le regaló su primera sonrisa.

Miró a su cachorro en su cuna, lejos de su nido porque le habían dicho que debía prepararlo para la cercana despedida, respirando con tranquilidad. Su cuerpecito subiendo y bajando con despreocupación y, sin proponérselo, enamorando cada vez más a Louis.

Con un suspiro, firmó los papeles finales. 
 

(...)
 


—Una habitación de las nuevas es demasiado dinero —Timothée, un nuevo amigo de Harry, torció los labios.

El rizado suspiró, mirando con aburrimiento hacia los pasillos del instituto que se asomaban por la puerta abierta de su pieza. Se acercaba la siguiente horario y él nada más pensaba en lo rápido que se estaban yendo las horas y que pronto Finn volvería a estar en la habitación. Finn, quien ahora lo ignoraba y bufaba cuando lo veía entrar a la pieza después de la pequeña discusión que habían tenido. Era mejor aquello, se encontró pensando Harry un día, que tenerlo con sonrisas mientras seguía fingiendo ser su amigo.

El vídeo seguía en su celular y el alfa no había hecho nada para tratar de borrarlo. No le interesaba, tal como el instituto día a día. Descubrió que estuvo todo el tiempo rodeado de personas que le exigían actuar de cierta manera y el estómago se le giraba cuando escuchaba a los alfas hablar en manada sobre cosas desagradable por hacer.
Los maestros permanecían callados, repitiéndose mentalmente que estaba bien que un alfa actuara de tal forma.

—Conozco a alguien que te puede ayudar —Tim dijo, luego rió y negó—. De hecho, conozco a alguien que conoce a alguien. Es mi compañero de cuarto, está saliendo con el hijo del director. Es un omega.




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