☆♡ Canciones para Hayle Jones♡☆

Deseo (+18)

"Todos tenemos nuestro intenso y privado apocalipsis"

 

-ANONIMO

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En algún lugar muy profundo de mi mente, algo se fundió de tal manera que provocó un cortocircuito general en todo mi cerebro. 

Literal. No podía pensar siquiera.

Mi cabeza solo repetía: Astro Widson me está besando.

Y no besando. Estaba devorando mi boca, como si esta fuera un manjar de los dioses que quisiera probar. 

Y vaya que si lo estaba provando.

Por culpa de un impulso lejano, mis manos se volvieron autómatas y se enterraron en el cabello del chico que con solo unos besos podría llevarme al mismísimo infierno. 

Sentía como el deseo se agolpaba en mi vientre y prendía fuego a mi cuerpo como él fuera gasolina y una chispa, lista para hacer saltar todo por los aires. 

Astro tomó mi cintura con una de sus mano y me alzó sin ningún esfuerzo, mientras que con la otra, sujetaba mi nuca, en busca de profundizar nuestro ardientemente beso. Envolví mis piernas alrededor de su cadera, y nuestras lenguas se encontraron, luchando como viejas amantes. 

¿A quien carajos había besado yo? Por que comparados con él, los demás eran una real basura. 

Mordisqueé suavemente su labio inferior, provocando que soltara un profundo gruñido que me resonó en cada parte de mi cuerpo.

 

—Joder, Liet...— dejó de lado mi boca y comenzó a repartir un camino de húmedos besos alrededor de mi mandíbula y mi cuello. Al llegar a este último, lamió lentamente la base, para luego soplar en esa zona, haciéndome estremecer.

Me dejó en la cama libre con dulzura y se cernió sobre mí como un animal hambriento, juntando nuestras caderas. Apretó mi trasero con una mezcla de rudeza y delicadeza, pegándome tanto a él que sentí toda su dureza.

Solté un gemido que lo hizo separarse y mirarme fijamente, mostrando unos ojos casi negros. Sus pupilas estaban tan dilatadas que solo se veía una fina línea dorada, de lo que realmente era su hermoso iris. 

Aquella mirada era pura lujuria. Puro subidón. 

Nuestras respiraciones estaban hechas mierda, y estoy segura de que al igual que él, mi aspecto no era nada decente.

Astro sonrió con malicia y acarició mi cintura por debajo de mi camisa de aguacates, quitándome la respiración. No había contado con que esto conllevaría que me quitase la ropa. Y la camisa lo primero.

Se puso serio y volvió a centrar su atención en mis labios, haciéndome olvidar parcialmente mis inseguridades. Estos eran de lo más suaves y tenían una textura mullida, como si besara una dulce nube de azúcar. Una de sus manos traviesas se coló dentro de mí camisa y la subió por encimas de mis pechos. 

Él se apretó un poco más contra mí y volví a gemir con suavidad, siendo consciente de que una vez fuéramos más allá, no habría vuelta atrás.

Acarició el centro de mi pecho, de mi vientre y acabando en la cintura de mis pantaloncitos. Los bajó hasta que mis bragas fueron visibles y este se separó a centímetros de mi, mordiendo su labio levemente, haciéndolo ver jodidamente sexy.

—Pídeme que pare, Hayle~— susurró su voz ronca cuando su mano trazó el camino de mi ropa interior.  Jadeé suavemente y cerré los ojos, dejándome llevar por sus caricias.

—P-para... —Temblé y me aferré a su espalda. Astro jadeó de la exitación. 

—Debes decirlo de tal manera que yo me lo crea—mordió mi cuello, arrancandome un gemido. 

Se me olvidó lo que era la decencia. 

La cordura me había abandonado a mi suerte, y no tenía pinta de que fuera a volver temprano.

—No pares...~—arremetí yo, decisa. Su sonrisa volvió a aparecer y está vez, enterró su rostro en mi cuello, y lo besó. 

Contuve la respiración en cuanto su mano, fuerte y varonil, acarició el centro de mi intimidad. 

Mi cuerpo tembló y mi espalda se arqueó, acercándome más a su cuerpo. Astro rió suavemente y apartó lentamente la tela que tanto me molestaba.

—Estás tan mojada...—gruñó. Sus dedos juguetearon, traviesos, por toda mi intimidad, haciéndome gemir, elevando un poco el volumen.—¿Puedo...?

—Hazlo ya—ordené, desesperada.

—A sus órdenes, boxeadora~.

Introdujo uno de ellos en mi intimidad y jadeé, gustosa por cómo obedecía. 

Lo movió lentamente, buscando torturarme de la manera más deliciosa posible. 

—Astro... Más rápido...—dije entre gemidos, suaves y quedos. Cogí su rostro entre mis manos y lo besé con fuerza, intentando que se descontrolara. Y por lo visto, sólo hacia falta un roce de mis labios para que sucediera la magia. 

Con su mano libre, me agarró del cabello con suavidad y volvió a meter la lengua en mi boca, buscando la mía con desespero. Y con la otra... Pegué un chillido bajo al sentir como añadía otro dedo y embestía con fuerza, acariciando de paso mi punto de placer.

–No se juega con fuego, pequeña–añadió luego de besarme. Sin dejar de arremeter contra mí intimidad, se agachó hasta llevar su boca directa a mis pechos, metiéndose uno en aquella caverna abrasadora.

Cubrí con mis manos mi boca, que profanaba el nombre de Dios y sentí como el orgasmo llegaba, abrasador.

–V-voy a correrme~–gemí contra su cabello.

–Vamos, cariño... Demuéstrale cuanto te gusta. –susurró sonriente, siguiendo con su ritmo placentero hasta que me abandoné al placer y acabé con un gemido que inundó la habitación.

Eché la cabeza hacia atrás, cansada.  Astro, que estaba de lo más tranquilo, me besó suavemente en los labios y murmuró algo parecido a: Voy al baño.

–Astro... No te tomes esto como el comienzo de algo extraño. Por favor– Me levanté de su cama, colocándome la ropa al derecho.

No sé si eran cosas mías, pero me pareció ver una expresión dolida en su precioso rostro. Y si la tuvo, supo disimularla con facilidad.

–Tranquila, Jones. Tu dignidad sigue intacta–cerró la puerta del baño y yo me tumbé en mi cama de golpe, sintiéndome la persona más estúpida del planeta.




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