Ella es el tipo de chica que puede estar demasiado herida, pero todavía puede mirarte a los ojos y sonreír."
-Marilyn Monroe.
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Mierda.
La vida me odia, ¿cierto? Me odia tanto que me aterroriza con putos fantasmas del pasado.
Vale, destino, lo he pillado, ¿Me estás castigando por desconfiada o qué?
—No me gustan esas bromas, capullo.
Mi voz había salido tan fría como un témpano. Tanto, que incluso me costó no poner una cada de sorpresa a la vez que pronunciaba esas palabras.
Espero unas risas que jamás llegan y que hacen que pierda la valentía de hace unos segundos.
A cambio, obtengo un carraspeo acusatorio que me hiela la sangre.
—Soy yo, preciosa. Papá—susurra él, como si aquello fuera un secreto a voces. Y no me gustó las oscuras sensaciones que eso sembró en mi corazón.
—Tú... estás vivo...—musito en shock. ¿De verdad era mi padre o solo me intentaban tomar el pelo?
—Sí, claro. ¿Por qué no iba a estarlo?— no encontré el valor suficiente como para contestarle a la pregunta. Ni siquiera para emitir algún sonido.
"No lo sé. Quizás porque llevo creyendo que estás muerto desde hace doce años. Igual eso tiene algo que ver"
Esto no podía estar pasándome a mí. Me negaba en rotundo a creer que esto era posible.
Qué él lo era.
Habían pasado dice años... ¡Doce putos años en los que no he dejado de culparme por su maldita muerte!
¿Y me dice: "claro"? Debía estar teniendo una horrible pesadilla o algo parecido.
Sentía que el aire escapaba de mis pulmones a toda prisa. Las piernas no dejaban de temblarme por el miedo y la sorpresa y estaba segura de que estaba como poco palidísima.
No podía fingir que no necesitaba ayuda.
Necesitaba salir de aquella estación lo más rápido posible. Sentía que el lugar se me echaba encima, amenazando con aplastarme.
—Escúchame con atención, Liet. No tengo mucho tiempo.-lo escucho respirar con rapidez, como si estuviera siendo perseguido por alguien.—Necesito que confíes en Edgar Ashford. Es un buen chico y te protegerá pase lo que pase.
Palidecí de inmediato al escuchar eso último. ¿Qué Edgar me protegería? ¡De quién coño debía protegerme!
"Mi deber es protegerte, Liet. Por eso siempre me ves por ahí"
¡Claro! ¡Por eso siempre aparecía en los lugares menos afortunados!
Pero... ¿Y lo de Drew? Esa parte todavía la tengo en blanco.
—¿Desde dónde llamas, papá? ¡Déjame ayudarte!—supliqué, poniéndome de pie de un salto, desesperada. Por suerte, mi mejor amiga seguía comprando la comida y no veía el estado en el que estaba.
—Vuelve a sentarte. Estás llamando mucho la atención, cariño...
—¿Estás...?
—Nunca me fui. Siempre he estado contigo, aunque tú no me veas.
Y eso me rompió. El saber que él había visto todo mi sufrimiento... todos mis intentos por no romperme ante la adversidad... el saber que jamás hizo nada, hizo que mi corazón se rompiese en miles de pedazos irreparables.
¿Qué clase de padre te deja sola durante los peores momentos de tu vida? Más bien, ¿Qué clase de monstruo sin sentimientos es capaz de algo así?
Sin poder evitarlo, la ira surcó mis venas, nubló mi juicio y congeló mi sensibilidad.
Lo odiaba. Odiaba a la persona en la que me había convertido por su culpa. ¡Había tratado como una mierda a las personas que más quería por miedo a perderlos como a él!
—¿¡Donde coño estabas cuando más te necesité!?—vociferé, harta de todo el puto mundo—¡Donde estabas cuando comencé a tener pesadillas! ¡Dímelo!
Pero no se oía nada al otro lado de la línea.
Me había colgado. Ni siquiera había tenido las narices de despedirse.
Solo desapareció. Como todos esos años.
—¡Te odio!— grité furiosa, sin importarme que la gente me tildase de loca y me mirase con desprecio.—¡¿ME OYES?! ¡TE ODIO, HAROLD JONES!
—¿Ocurre algo?—preguntó de pronto la voz desconcertada de Drew, ante mi repentino ataque de furia. Igual sí que se me había ido un poco la olla al ponerme a gritar de aquella manera tan horrible.
Pero ya no podía más. Estaba harta. De todo.
De sentirme vacía, rota y desorientada. De culparme por una muerte.
De cargar con el peso de mi desgracia.
¿Os hacéis una idea de lo destructivo que es alejar a todo ser humano de ti, por miedo a matarlo?
Le hice daño a Astro, a Edgar, a mi madre... A mí misma.
Me hice un daño irreparable que jamás sanará.
Soy una mala persona, ¿cierto?
—No, estoy bien—fingí una sonrisa y recogí mi maleta del suelo, donde se había quedado después de que la tirara sin darme cuenta.
—Passagèrs à Lyon!
"Salvada por la campana"
—Vamos, nos esperan unas bonitas dos horas—ironicé, caminando hacia la cola. Sentí como se instalaba un malestar en lo más hondo de mi estómago solo de pensar en las duras palabras que le dije a Edgar, y que tendría que retirar.
—No—pronunció Drew sin moverse del sitio. Aún tenía la comida en las manos.
—¿No?—asombrada, me giré en redondo para mirarla mejor.—¿Qué significa no?
Despeinó su cabello rojo como el fuego y expresó su desesperación con vehemencia en sus profundos ojos verdes.
—Significa, que no voy a subirme contigo a ningún lado hasta que me cuentes que te está pasando—abrí la boca para decirle la típica frase de: "No me pasa nada", cuándo su gesto se tornó irascible—¡Deja de mentirme, Hayle!
—Yo no te estoy mintiendo, Drew...—articulo con dificultad. Ahora entiendo eso de que las pelirrojas tienen un mal genio.
—¿Ah, no? ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo me ocultas tantas cosas deliberadamente?—restregó su rostro ovalado con frustración- Somos... somos mejores amigas, joder. Quiero que confíes en mí.
"¿Y todas esas veces que tú no has querido confiar en mí?" Quise preguntarle, aunque me contuve. No se le debe echar gasolina a un fuego que está descontrolado.